Sin brotar aún una gota, el petróleo que
algunos quieren encontrar en Canarias a costa de lo que sea, ha estado a punto
de cobrarse una víctima. Una activista de Greenpeace
fue arrollada por una lancha de la Armada española: quedó internada en un
hospital de Gran Canaria con fracturas de diversa consideración. Otro activista
sufrió contusiones menores. Las lanchas de la organización han quedado
inservibles. El capitán del barco Arctic
Sunrise, Joel Stewart, ha sido muy explícito: “Una reacción agresiva, muy
violenta. Ni en Rusia fueron tan violentos como lo ha sido el Ejército
español”. Había anunciado que la suya era una protesta pacífica. Las imágenes
están dando la vuelta al mundo. El ministro Soria justifica la acción de las
unidades de la Armada. Grupos parlamentarios ya piden su comparecencia y la del
responsable gubernamental de la Defensa en las Cortes. Otra escandalera
política Greenpeace abandona la zona de los sondeos.
Todo
eso, sin brotar aún una gota. Hasta ahora, el petróleo que buscan en las
cercanías de Canarias solo ha servido para enfrentar. Y para poner de
manifiesto, por cierto, que es probable la suerte de un conflicto
internacional.
Más
que fuente de riqueza, resulta claramente de encono. Y mientras tanto,
presumiendo de récord histórico de afluencia de visitantes. Surrealismo puro.
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