En tertulia televisiva (Canal 6,
Teidevisión), hemos tenido oportunidad de analizar y contrastar contenidos de
los presupuestos generales del Cabildo Insular de Tenerife para el próximo año.
En dos consignaciones referidas al Puerto de la Cruz reparamos: una de medio
millón de euros destinada a la actuación en la playa Martiánez; y otra de
ochocientos un mil euros para afrontar la construcción de una nueva estación de
guaguas.
Es ocioso insistir en la importancia de
los dos proyectos. Tan solo el hecho del retraso de ejecución en ambos revela
sin ambages la necesidad de acometerlos. El de la playa data de hace ocho años
y cuenta con todos los informes favorables en el siempre delicado ámbito del
impacto medio ambiental. Y el de la estación no solo es una de las prioridades
fijadas desde que comenzó a funcionar el Consorcio de Rehabilitación Turística
-metido de lleno, por cierto, en la cobertura de la plaza de gerente- sino que
constituye una de las demandas populares más llamativas que se recuerda,
incluso por la pasividad que la caracteriza.
El caso es que entre los anuncios
incumplidos y las demoras sucesivas, el personal se cree muy poco, por no decir
nada, que las actuaciones se lleven a cabo. Es una incredulidad creciente,
alimentada, claro, por el predominante clima de desafección política. Martiánez
tiene escasas similitudes con aquella
visión idílica que poetizara hace décadas Sebastián Padrón Acosta. Pero es
necesario mejorarla, aunque este propósito de varias corporaciones locales
choca con las características del propio dominio marítimo. Y la estación, en
pleno centro de la ciudad, es un monumento a la desidia después de su obligado
cierre judicial. Ya escribimos que la solución provisional adoptada en la
avenida Hermanos Fernández Perdigón se iba a prolongar. Y lamentablemente vemos
cómo la puerta colectiva de entrada y salida al municipio (y al destino
turístico, remarcaríamos), por inexistente, y porque la actual interinidad no
está a la altura de las elementales
exigencias, se ha convertido en una
asignatura pendiente que requiere ya de algo más que buenas voluntades y buenas
palabras.
Playa y estación, estación y playa, pues,
precisan de un impulso serio. Si se dispone de recursos presupuestarios, habrá
que afinar los argumentos para justificar más retrasos. Miren que es año
electoral.
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