Fue una presentación nada
convencional. Lleno en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Policromía, el libro de Román Delgado
ilustrado por Gervasio Cabrera, desplegó todos sus atractivos con el diálogo
entre el autor y la periodista Olga Álvarez; con las explicaciones del
dibujante sobre el nacimiento de Cosme, el personaje a quien se identificaba en
pantalla; y con las lecturas de algunos textos a cargo del narrador Héctor Ruiz
Verde, intercaladas con las interpretaciones de Socos Dúo, César Martín a la
marimba y Ciro Hernández, al chelo. Al principio, dijimos:
Al
verde lo sustantiva explosión, como
si ahí estuviera el origen de todo y el posterior desarrollo: desde la infancia
humilde hasta la supervivencia urbana, pasando por la juventud rural, aún hoy
recuperable de vez en cuando, entre aromas de bucolismo, brezo y humedad, allí
donde el campo todavía conserva las esencias.
Hay un amarillo transición,
pintado desde el intimismo, desde la búsqueda de la personalidad propia,
desbrozando y fiscalizando la jungla de la realidad próxima, la que se palpa
con ganas de no verse desbordado por su crudeza y, por tanto, de proporcionar
una alternativa sólida y fiable.
Y hay un rojo que envuelve la desesperanza, la que se resiste a inclinarse pero que se va
tornando asfixiante mientras el escritor destila su jugo crítico e
inconformista porque, ante todo, es eso: un espartano, un estajanovista
atrapado entre colores pero dispuesto a batirse con ellos porque en ellos está
su inspiración, su salto después de los relatos que dieron razón de ser a Creaciones urgentes, su primer libro.
Román Delgado recicla con originalidad las urgencias escritas,
los apremios en esa suerte de ‘pick and roll’ (bloqueo y continuación)
periodístico que contrasta la calidad de los textos: se aprecia de inmediato el
esmero para saber combinar los matices que el autor desgrana con fluidez y
atracción. Las ilustraciones del artista tinerfeño Gervasio Cabrera, por otro
lado, aportan el sosiego necesario para recrearse en la lectura de
imaginaciones, reflexiones, sensaciones y emociones allí donde se desarrollan,
en un espacio urbano claramente identificado como es Santa Cruz de Tenerife, o
donde habita la desesperanza, fruto de la pérdida de valores y del estado en el
que se encuentra la política de nuestros días.
Asegura Delgado que no sabe escribir sin urgencias. Quizás Policromía dé a entender lo contrario:
que hay un autor capaz de hacerlo con sosiego, con enfoques menos apremiantes,
a sabiendas de que la escritura precisa de eso, de tiempo y de serenidad,
incluso en el repaso de los textos que hay que seleccionar para que el cuerpo
de la obra tenga reclamos desde cualquier arista.
Esta selección de cuentos y otros textos, editada por Cathaysa, casi trescientas páginas de
análisis, de visión crítica y con licencia para la nostalgia, es el reto mismo
del autor: asociar el periodismo a la literatura. La obra, en ese sentido, es
un paso decisivo en su trayectoria, valiente, rigurosa, osada, en la que, sin
reservas ni dobleces, muestra sus pliegues interiores por donde circulan las
inquietudes de quien no se conforma, de quien quiere hacer más, incursionando,
si es preciso, en territorios experimentales.
La vocación literaria de Román Delgado es la consecuencia de
las urgencias pero también la meta de las ideas que somete constantemente a un
proceso personal con tal de emplear el lenguaje adecuado, aderezado de los
colores que aquí desnudan estados de ánimo. Son los colores de la vida,
aquellos que hicieron brotar los sentimientos y las etapas de la propia
existencia, con una onda expansiva impregnada de verde y con una pátina
amarilla que alumbra un auténtico viaje interior. Tiñó la desesperanza de rojo,
acaso porque la vertiente más periodística se vio inoculada por el virus de la
crisis y del escepticismo.
Pero no olvida el autor el primario azul que considera esencial
y está, en sus concepciones, junto al verde. Afirma que es un color para pensar
en clave creativa. Por eso dice que “el azul está con la literatura, dándose
besitos con el verde”.
Es el particular arco polícromo de Delgado, el afán de dar
coherencia a elementos, en principio, muy distintos. Exigencias, apetencias,
sensibilidades, rutinas, sinsabores y hasta pequeñas satisfacciones se van
sucediendo en la escritura que, cargada de subjetividad, entraña todos los
alicientes que alimentan sin cesar la aspiración literaria.
“El libro es una identificación extrema con la literatura como
medio de salvación espiritual”, confiesa Román Delgado. Pero no es una actitud
escapista la suya. Todo lo contrario: es la reafirmación de un compromiso con
la vocación que cultiva a base de creaciones como esta Policromía prologada por Luis Aguilera y con epílogo de César
Martín, tan sensibles también con la creatividad para hacerla brillante y
seductora hasta sublimar la atención y las emociones de quienes se rinden a la
lectura y contemplación de páginas e ilustraciones.
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