Se
cumplirán en 2016 veinticinco años de la apertura del Museo Arqueológico
Municipal (MAM) pero hace dos que no se reúne el órgano rector que,
teóricamente, se ocupa de su gestión y mantenimiento. Menos mal que su actual
conservadora y sus colaboradores aún guardan la motivación y el afán por la
llama encendida, de modo que unas cuantas actividades llevadas a cabo durante
todo el año, independientemente del horario en que puede ser visitado, permiten
hablar todavía de un recurso educativo, cultural y turístico del municipio que
debería, por supuesto, merecer mejor trato.
Dos años de desatención por parte de los responsables explican por sí
mismos la insensibilidad y el desapego. No hace falta, en ese sentido, decir
más.
En
efecto, con motivo de la celebración del Día de Internacional de los Museos,
tuvimos oportunidad de glosar que, “en mayo de 1991, justo un día después de
unas elecciones autonómicas y locales, abría sus puertas el Museo Arqueológico
Municipal, ubicado en una vieja casona del siglo XIX, adquirida por el
Ayuntamiento, que da a las calles San Felipe y Lomo. Durante un mandato
municipal, nos tocó presidir el patronato que lo estructura. Con sus
componentes nos percatamos del celo para investigar en nuestro pasado más
remoto y para conferir al “conservacionismo” aplicado al arte el valor que
realmente entraña.
“Buena
parte de sus fondos proceden de donaciones o aportaciones privadas. Celestino
González Padrón, Telesforo Bravo Expósito, la familia Gómez y los herederos de
Luis Diego Cuscoy son nombres destacados en la breve historia del museo. Hay
una llamativa colección de cerámica aborigen, restos momificados guanches,
utensilios, mapas, maderas, piedras, punzones y anzuelos de hueso. Esa
colección constituye la mejor y más representativa muestra de alfarería guanche
de toda la isla.
“Efectivamente,
las cinco salas de la exposición permanente nos introducen en una de las
manifestaciones más significativas de la cultura prehistórica de Tenerife: la
cerámica guanche. Es interesantísima la descripción que se hace por parte de
los propios responsables del museo. Se sabe que el pueblo guanche fabricó sus
recipientes, sus adornos e incluso algún amuleto en barro cocido, pero ¿cómo y
para qué? La respuesta está en el barro y en el fuego para contrastar el
proceso de fabricación de la cerámica. Así surgen gánigos y ánforas que son el
producto alfarero de funcionalidad doméstica. Hasta llegar al barro y la magia,
título de la última sala donde se exponen adornos personales de simbología
mística. Finalmente, ambas funciones, doméstica y mágica, se unen formando una
única composición en la réplica de una cueva de enterramiento, donde vasijas y
adornos comparten el mismo espacio sepulcral, escenificando la creencia guanche
en “el más allá”.
“El
Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias es el ‘alma mater’ de este Museo.
Y así como hay que congratularse de que aquel anticipo de quienes concibieron
la idea en los años cincuenta del pasado siglo (Luis Diego Cuscoy siempre en la
memoria) haya llegado a buen puerto, se debe
reconocer la predisposición de los donantes y titulares de las
colecciones, así como la profesionalidad y la entereza de la conservadora,
Juana Covadonga Hernández, y de sus colaboradores. Sería una omisión
reprobable, aquí y ahora, no enviar un mensaje de solidaridad y ánimo justo
cuando que las circunstancias para subsistir se presentan muy adversas”.
Se
reitera el mensaje, aquí y ahora. En la confianza de que el cuarto de siglo que
se va a cumplir estimulará la sensibilidad de quienes serán los nuevos rectores,
si es que se superan definitivamente los ajustes estructurales presupuestarios que también afectaban a este
espacio museístico local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto