La enésima lección de
periodismo de Juan Cruz Ruiz, al presentar “Toda una vida preguntando” (Círculo de tiza) en el Instituto de
Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), flanqueado por los periodistas Carmelo
Rivero y Santiago Negrín, se basó en afirmaciones tales como “La base principal
de la pregunta es la sencillez de la intención”, “Es noble preguntar” y “La naturaleza
de la vida abre el apetito de responder”.
Así, fue desgranando impresiones y reflexiones no solo
basadas en la lúcida experiencia de su obra periodística y literaria sino en
las contestaciones a bote pronto urgidas por la curiosidad de espectadores y
lectores que querían saber, por ejemplo, si se había sentido alguna vez
incómodo y con las que enhebró revelaciones de técnicas y métodos para
entrevistar, a fin de cuentas él “preguntaba de chico de manera insaciable”.
Carmelo Rivero había servido un jugoso aperitivo, “la
apoteosis de las entrevistas”, que Cruz sorbió con la pasión de quien sabe que ese
largo y denso recorrido comporta la traducción de treinta conversaciones con
escritores y pensadores. “La historia de mi vida”, confesó también como otro
elemento personalísimo de la lección que impartía sin querer. “La entrevista,
el género, ha sido mi universidad”, añadió mientras volvía a recorrer el
territorio de su memoria y evocar la vestimenta que compró su madre cuando hubo
de interrogar a Caro Baroja, una de las dos entrevistas que aportó al libro
(junto a la de Pablo Neruda) mientras le confió la selección restante
(veintiocho) al editor Ulises Ramos.
Juan Cruz se recreó en el interés que toda la vida ha
sentido por las personas y que acentuó en las preguntas a partir del
descubrimiento que le inspiró una frase del poeta alemán Michael Kruger: “A
veces la infancia me manda una postal”. El autor portuense bien que la ha
mirado y remirado para establecer las coordenadas donde se desenvuelven entrevistador
y entrevistado, el primero en busca de la contestación anhelada; el segundo,
quién sabe si sintiendo arrancada alguna confesión o transmitiendo una
idea/mensaje. O algo de eso le sucedió con el ex ministro José Bono, quien, a
la hora de revisar la transcripción de las respuestas, llegó a modificar las
preguntas. Cruz volvió a rescatar aquel ya célebre grafito de Quito (Ecuador),
extrapolado por el poeta Jorge Enrique Adoum para Mario Benedetti: “Cuando
teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”.
Carmelo Rivero, antes de interpretar la pared enigmática
traspasada por respuestas inteligentes u obstáculo impenetrable que devolvía
las preguntas, desmenuzó citas de los personajes que aparecen en “Toda una vida
preguntando”. De Pamuk, Neruda, Grass y Saramago, entre otros. Y de Vargas
Llosa, que hizo el prólogo. Y Santiago Negrín, por su lado, habló de los
valores del periodismo y de la versatilidad del libro “que es para dosificarlo
y mimarlo”. Después, Juan Cruz Ruiz aludió al “postre de la entrevista”, ese
que se digiere para contrastar la satisfacción o la insatisfacción del trabajo
publicado y la personalidad misma del entrevistado.
Por mucha apoteosis, por mucho mimo, por mucha pared, por
muy esmerada que haya sido la selección, Juan se pasará el resto de su vida
preguntando. La infancia, en el acto del IEHC, le había enviado otra postal.
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