A finales del presente mes de septiembre se
cumplirán cien días de la constitución y puesta en marcha de las nuevas
corporaciones locales. En la denominada vieja política, se respetaba, más que
menos, esa regla democrática no escrita consistente en dejar transcurrir ese
tiempo para ir calibrando tendencias y formas de gobernar, para formular planes
y propósitos y para ir midiendo impulsos y ritmos de la acción política. En la
que algunos consideran nueva política, tan proclive a gestualidad y a
confusiones, no se tiene muy clara la regla, ni siquiera para un ejercicio de
autocrítica. Los cien días, todo lo más, servirán para alguna serie
periodística.
En
unos cuantos ayuntamientos, la vida sigue igual. Es la continuidad. Y en otros,
aquellos que estrenan gobierno o alcalde, se dirá que están empezando, que hay
que dejar pasar más tiempo para evaluar y contrastar capacidades y eficacia.
Hasta ahora, en general, pocas innovaciones. No es de extrañar en algunos casos,
donde ni siquiera hay constancia escrita de un acuerdo político de
gobernabilidad. En consecuencia, los vecinos, a estas alturas, ni siquiera
saben qué quieren hacer en su localidad, cuáles son las previsiones o el modelo
sobre el que labrar su futuro, si van a pagar más o menos impuestos, si van a
reducir prestaciones de servicios... si, en definitiva, hay motivos para
ilusionarse con transformaciones o mejoras o para dejar pasar el tiempo,
convivir, subsistir y forjarse una opinión de quienes gobiernan o cómo lo hace la oposición.
Pasó
el verano y dentro de nada habrá campaña electoral. Las interrupciones y las determinaciones del calendario deben ser
muy tenidas en cuenta por los munícipes. Un consejo: que no se confíen, cuando
se vengan a dar cuenta, entre festividades y otros factores temporales, entre
elaboraciones presupuestarias y gestiones sobrevenidas de asuntos que no
estaban en el guión, el tiempo se habrá echado encima, se amontonarán los temas
y todos los recursos al alcance serán pocos para tramitarlos adecuadamente y
así cumplir con ofertas programáticas y dar respuesta a demandas o aspiraciones
ciudadanas.
Recordemos
que en este nuevo ciclo las instituciones locales habrán de afrontar algunos
retos que, sobre el papel, habrían de suponer un salto cualitativo para superar
algunos corsés y propiciar un funcionamiento que esté a la altura de las
exigencias de la sociedad. En el caso de Canarias, además, las administraciones
locales cuentan con una nueva Ley -aprobada por unanimidad en la pasada
legislatura- que habrá de servir para llevar a cabo los cometidos con seguridad
y estabilidad. Entre esos retos, sin ir más lejos, está la delimitación de las
competencias, muy necesaria para evitar solapamientos y para evitar dilaciones
y desesperos a los administrados. En el ámbito de los servicios sociales, por
ejemplo.
Será
interesante comprobar cuál es la respuesta que se va dando desde los
ayuntamientos a aquellas necesidades percibidas por los vecinos pero que, en un
principio, quedarían fuera del ámbito competencial municipal. Y a seguir muy de
cerca también la evolución de la relación interinstitucional en lo concerniente
a prestación de servicios y el coste real de los mismos.
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