Ocurrió en un pleno del
municipio palmero de Tazacorte. El Grupo Popular, en la oposición, denuncia que
el alcalde, de Unión Bagañeta (UB), apoyado por Coalición Canaria (CC), impide
que los concejales de la formación conservadora formulen preguntas.
Que esto suceda al cabo de
varios mandatos municipales, resulta insólito. Que todavía haya modales y
decisiones que claramente frenan los derechos democráticos y el ejercicio de la
acción política en una corporación local, parece increíble. ¿De qué habrán servido
todos los avances legislativos? ¿Y por qué no se tienen en cuenta tantas
sentencias judiciales en las que se salvaguarda la participación política?
¿Para eso se ha insistido tanto en la transparencia?
Por muy pequeño que sea el
Ayuntamiento, tales prácticas son inadmisibles. Si a los concejales de la
oposición no se les permite preguntar, entonces ¿para qué acuden a los plenos?
A estas alturas, hay hechos elementales en la vida corporativa que deberían ser
asignaturas más que aprobadas. Respetando las peculiaridades de cada
ayuntamiento, el capítulo de ruegos y preguntas podrá ser regulado según
determine la propia corporación, en cuanto a número o materias, si se quiere.
Pero evitar que se hagan, parece excesivo. Es más, se puede considerar una
extralimitación, una vulneración flagrante de los derechos de participación
política.
El hecho no debe pasar
inadvertido en el ámbito municipalista. Las preguntas están para eso: para ser
planteadas. ¡Qué menos! Si un alcalde y quienes le apoyan obran en sentido contrario,
si limitan o impiden esa vía, están haciendo un flaco favor a la democracia.
A estas alturas…
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