Hay que condenar sin reservas el hecho:
alguien o algunos han producido daños en el vehículo del portavoz del Grupo
Municipal Socialista y candidato a la alcaldía del Puerto de la Cruz, ganador
de las últimas elecciones, Marcos González Mesa. Amparado o amparados en la
nocturnidad, haciendo gala de cobardía, la acción vandálica quiebra las
cualidades que, por lo general, caracterizan a una población que históricamente
se distingue por el civismo, la tolerancia y el respeto. Pero alguien o algunos
se empeñan en manchar tales virtudes.
Ya escribimos en su día, a propósito de la
tirantez, del clima enrarecido y del encono advertidos en otro momento de la
vida municipal, que los portuenses no somos como algunos comportamientos
externos daban a entender. Por ello, lamentablemente, tales excepciones, seguro
que amparadas en una impunidad digna de mejor causa, encarnan un virus nocivo y
pernicioso -hay verdaderos especialistas en administrarlo- que inocula hasta
extremos que dejen entrever un cierto clima ‘guerracivilista’.
Rescatemos un párrafo de la entrada escrita
en octubre de 2009:
“Pero, de verdad, no somos así. Siempre hubo
respeto y tolerancia entre los portuenses, incluso durante el franquismo que
uno conoció. El turismo contribuyó a ello. En foros y conversaciones populares,
en polémicas periodísticas, en círculos de distinta naturaleza, en los
colegios, las diferencias -que las había- se sobrellevaban de una manera no
sólo (como se diría hoy) políticamente correcta sino con elegancia. En una
población poco numerosa, donde todos más o menos se conocían, las procedencias
y las familias se sabían con asombrosa exactitud, por lo que se aceptaban y
toleraban aún cuando, sotto voce, esto es, en voz baja, casi en secreto,
pudieran hablar de la cáscara amarga o de algún episodio turbio que no se
correspondía con la auténtica personalidad del individuo”.
Lo ocurrido ahora con el coche del portavoz
socialista es reprobable desde todos los puntos de vista. Pero, sobre todo,
desde el marcado ángulo intimidatorio con que se enfoca la acción. De ahí el
valor de la repulsa: hay que posicionarse, es procedente algún tipo de acuerdo
institucional para que esto ni se vuelva a repetir ni se extienda, sea quien el
damnificado. Alguien o algunos tratan de instaurar un cierto régimen de miedo y
temor. Apuntan a representantes públicos que ejercen su función con arreglo a
la ley y al libre juego democrático. Precisamente lo contrario de los que han
obrado de la manera que como ciudadanos y como demócratas debemos rechazar sin
reservas.
Ojalá se trate de un hecho aislado pero
permitan que guardemos algunas dudas y cautelas sobre el particular. Porque
cabe preguntarse si hay autores intelectuales, además de ejecutores materiales
de tan “valiente” acción. Si hay investigaciones sobre el caso, que se haga
como mandan los cánones. Pero que el hecho no debe quedar sin respuesta
racional, seguro. Entre otras cosas, pare recordar que los portuenses no somos
así.
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