“El próximo
Gobierno español debería derogar la controvertida Ley de Seguridad Ciudadana y
recuperar la independencia de la RTVE”, concluye el informe del Instituto
Internacional de Prensa (IPI), titulado “España: La libertad de prensa en un
momento de cambio” y suscrito también por el Comité para la Protección de los
Periodistas (CPJ), la Federación Europea de Periodistas (FEP) y la Plataforma
en Defensa de la Libertad de Expresión (PDLI).
Ahora que el Gobierno, en vísperas
electorales, pasea triunfalista y presuntuoso el bagaje de sus logros, la
citada conclusión invita a reflexionar, primero que nadie al propio ejecutivo.
Que en pleno siglo XXI -se supone que una democracia ya madura-, organizaciones
como las señaladas hayan manifestado públicamente tales peticiones sobre
materias tan fundamentales, es para hacérselo pensar. De todo lo que se viene
hablando y se habla, empezando por el desafío soberanista y terminando por la
reforma de la Constitución, convenimos en su importancia. Pero que a estas
alturas, desde tales instancias, se cuestione el contenido de una norma
relevante y se recomiende una revisión sustancial de la radiotelevisión pública
a partir de la menor supeditación o del menor intervencionismo del poder
político, son hechos que no pueden pasar inadvertidos.
Para el IPI y las otras organizaciones,
la Ley de Seguridad Ciudadana puede afectar al derecho a la información sobre
temas de interés público en nuestro país. Dice más el informe: “Alberga
peligros evidentes para el libre flujo de información”. Y reprueba las vagas y
desproporcionadas disposiciones de la norma en cuanto pueden tener efectos
disuasorios en los medios de comunicación e incidan negativamente en el derecho
a la información.
El diario ABC se ha mostrado crítico
con estas apreciaciones del informe como también lo hiciera el portavoz del
Grupo Parlamentario Popular, Rafael Hernando, quien sostuvo ante una misión
periodística específica que el Gobierno no ha adoptado ninguna medida
restrictiva en materia de libertad de expresión. Sin embargo, el informe del
IPI recoge que la Ley ha sido criticada por agentes sociales, organizaciones
civiles y profesionales así como por el Comité de Derechos Humanos de la ONU.
La inseguridad y el limbo jurídico en que quedan los periodistas, a la vista de
la ambigüedad y de la vaguedad de una parte del texto articulado, es lo más
preocupante.
En lo concerniente a la evolución de
RTVE, las conclusiones del informe son indicadoras de que las cosas no se están
haciendo bien. Y en la casa lo saben. A lo largo de la legislatura son varios
episodios los que reflejan un notable intervencionismo político que, en la
práctica, abona el terreno de la pérdida de credibilidad y de audiencia. El tratamiento
de las noches electorales, sin ir más lejos. O aquella posición de un grupo de
profesionales expresada ante el Parlamento Europeo el pasado mes de abril
denunciando la parcialidad del medio.
Las recomendaciones del IPI y de las
organizaciones que se adhieren para recuperar la independencia de la
corporación pública son claras: volver a la fórmula de nombramiento de los
integrantes del consejo de administración, basada en la aprobación de dos
tercios del Parlamento; la creación de un órgano regulador independiente y
específico del sector medios audiovisuales y mejorar la transparencia en el
ámbito de la publicidad institucional.
En definitiva, que son algo más que
unas recomendaciones para dos asignaturas de peso a tener en cuenta si es que
se quiere palpar eso que llaman calidad democrática. Y porque los peligros para
una parte de la columna vertebral del sistema, si no se corrige a tiempo, son
evidentes.
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