La privatización de AENA, la sociedad anónima que gestiona en
nuestro país los aeropuertos y helipuertos de interés general, reapareció la
pasada semana en el Parlamento de Canarias con una Proposición No de Ley (PNL),
iniciativa del Grupo Parlamentario Socialista Canario, aprobada con cuarenta y
un votos a favor y once en contra. Parece algo tardía la determinación pero
prosperó la voluntad de rechazar la privatización del cuarenta y nueve por
ciento del capital y de estudiar las posibilidades de recuperación. La PNL,
además, plantea un freno total a futuras operaciones similares al entender que
pueden conllevar graves perjuicios para la economía de las islas e incidir de
forma negativa en la movilidad de los ciudadanos canarios.
Lo dijimos en su
momento, aunque pareciera simplista el razonamiento: si el Estatuto de
Autonomía de Canarias determina que la Comunidad tendrá a su cargo la
competencia ejecutiva sobre los puertos y aeropuertos de interés general para
los que el Estado no se reserve su gestión directa, resulta evidente que éste,
en el proceso de privatización parcial de AENA, está vendiendo algo que no es
suyo como son los aeropuertos canarios incluidos en la operación.
Conviene recordar los
antecedentes, tanto de la voluntad de negociaciones bilaterales -hecha pública
mientras se barruntaba un recurso de inconstitucionalidad que presentaría el
Gobierno de Canarias- como de la acción entablada ante el Tribunal Supremo por
la propia Comunidad Autónoma para esclarecer el silencio administrativo
subsiguiente a la decisión del consejo de ministros de autorizar a la entidad
pública empresarial, ENAIRE, dependiente del ministerio de Fomento, la
privatización parcial de AENA. La conclusión era evidente: el ejecutivo
autonómico solicitaría ante el Supremo la suspensión cautelar de este proceso
privatizador.
Al no haber
prosperado, el Parlamento vuelve a la carga creyendo que no todo está perdido,
por lo que solicita al Gobierno de Canarias para que, a su vez, inste al
Gobierno de la nación a que estudie “la viabilidad económica y jurídica de la
recuperación pública del capital de AENA hasta ahora privatizado, valorando de
manera prioritaria el interés general, la función social y de dinamización
económica primordiales de los aeropuertos, prestando especial atención a los
efectos y consecuencias que la privatización ha tenido por los legítimos
intereses y el derecho a la movilidad de las ciudadanas y los ciudadanos de
Canarias”. Los aeropuertos en Canarias son estratégicos, imprescindibles para
la economía productiva basada en el turismo en un altísimo porcentaje. Son,
como hemos mantenido, algo más que una infraestructura de transporte, básicos
tanto para la conectividad con la península y con el resto del mundo como para
la cohesión económica, social y cultural de un territorio insular alejado.
Según la iniciativa parlamentaria aprobada, la privatización
del 49% del capital de AENA “ha perjudicado claramente el interés general no solo
por la pérdida de capacidad pública de decisión que ha supuesto sino también
por el grave despilfarro de recursos económicos públicos que ha significado,
como hace evidente la enorme y rápida revalorización del capital privatizado,
que ha supuesto para los inversores unas plusvalías que van mucho más allá de
lo que los poderes públicos deben sensatamente permitir”. Igual es tarde, en
efecto, pero el acuerdo de la cámara legislativa autonómica pone de relieve que
la operación no tuvo en cuenta razones y peculiaridades como las canarias, por
lo que cabe volver a preguntarse si el Estado saneó una empresa pública para
venderla a intereses privados. A ver qué dicen los resultados de los estudios
técnicos solicitados de viabilidad de la reversión.
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