El juez, a
petición de la fiscalía, terminó poniendo en libertad a los dos titiriteros
protagonistas de una polémica que será recordada por la trascendencia
adquirida. La sociedad española, cada vez más atónita con la cantidad de cosas
raras e insólitas que están pasando, ha estado digiriéndola en plenos
carnavales para amargar el que supone es un clima de diversión y desenfado.
Para colmo, algunos medios internacionales relevantes han dispensado al hecho
una atención que pone de relieve la desmesura con que se ha significado.
Una desmesura que
va más allá de la estricta aplicación de las normas y pone en evidencia los
contrasentidos no ya a la hora de interpretarlas sino de inspirar más
desconfianza a la ciudadanía cuando ésta hace comparaciones, recurso fácil, si
se quiere, pero inevitable, intentado hallar una explicación mesurada y lógica
de las cosas.
Por ejemplo, una
opinión tan autorizada como la del magistrado emérito del Tribunal Supremo,
Martín Pallín, señalaba su discrepancia con la decisión judicial de encarcelar
sin fianza a los dos titiriteros bajo la argumentación de una posible
reiteración del delito, en tanto que estaban en libertad las cargos públicos
del Ayuntamiento de Valencia acusados de blanquear dinero, que pueden seguir
haciéndolo.
Y así, otras
muchas situaciones con las que se prueba que la vara de medir es distinta, según para quién y cómo. Que se
hable de apología del terrorismo cuando hay que leer y escuchar cada cosa (más
que insultos, más que amenazas) en esas redes y en algunas pantallas del
demonio, es para indignarse, sobre todo por la impunidad imperante mientras se
acogen -qué desfachatez- al principio de
la libertad de expresión Ahí también se aprecia el reino de la desigualdad.
El caso es que los
titiriteros ya están libres pero aún no está dicha la última palabra pues
alguna decisión judicial habrá que aguardar. Nunca la representación satírica
originó tamaño escándalo. Razón tenía el poeta al cantar la figura:
“Y al llegar la
noche/ en el viejo coche/ guardará los chismes;
Y tal como vino/
sigue su camino/ solitario y triste.
Y quizá mañana/
por esa ventana/ que muestra el sendero
nos llegue su
queja/ mientras que se aleja/ el titiritero”.
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