Empieza
a configurarse el contencioso entre el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y la
empresa concesionaria de bares y restaurantes del complejo turístico 'Costa
Martiánez' (el Lago, para más fácil comprensión) como uno de esos pleitos que
se empantanan y cuyo final es absolutamente impredecible. Además, ofrece
episodios y piruetas de muy difícil explicación.
En síntesis, ya saben: concesionaria
que incumple el pliego de condiciones, no abona el cánon durante tres años, Ayuntamiento
que deja hacer deja pasar hasta que decide poner punto final, resolución del
correspondiente contrato, reversión de bienes y servicios, acuerdo plenario
para que la empresa pública 'Pamarsa' se haga cargo de la gestión y se subrogue
al personal laboral y fijación de fecha (estaba prevista el lunes 28 de marzo)
para materializar la nueva situación.
Pero he aquí que el juzgado de lo
mercantil número 1 de Santa Cruz de Tenerife, a raíz de un escrito registrado
por la empresa, dicta una providencia en virtud de la cual el Ayuntamiento no
podrá actuar como habían previsto sus órganos. En una información periodística,
se señala que la decisión judicial declara necesario para la actividad de la
empresa concursada el contrato de gestión de los servicios públicos de
restauración del Lago. La providencia, en todo caso, fue dictada con
posterioridad al decreto de la alcaldía que fija fecha y hora para la reversión
de los bienes.
Y entonces ahora hay que atravesar los
vericuetos judiciales. Largo me lo fiáis (ojalá nos equivoquemos). Mientras
tanto, la triste, tristísima realidad es que las deficiencias en la prestación
de los servicios son palpables y para nada invitan a los usuarios del complejo,
nuevamente sacudido por la desidia y la descoordinación política en la gestión.
Alguien tendrá que ser responsable, un suponer.
Porque los perjuicios para las arcas
municipales son evidentes. El Ayuntamiento, tan necesitado según miembros del
gobierno local, ha dejado de ingresar (así, a primeros cálculos) un millón de
euros. Pero los otros perjuicios, los de imagen deteriorada, los de
desprestigio galopante, los de niveles de calidad de prestaciones en declive
(pese a algunas mejoras puntuales) son evidentes. Con los antecedentes
registrados, los intereses municipales no se defienden como figuras decorativas
en tanto que los propósitos de la enmienda son duros de pelar.
Lo peor, por si no se han dado cuenta:
la temporada veraniega ya está encima.
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