Está tan despintada, tan
dañada, tan afectada por la corrosión, tan oxidada… que nadie se apiada de
ella.
Es la valla del distribuidor de
tráfico de Las Cabezas en el Puerto de la Cruz,
por la que discurren a diario centenares de coches y de viandantes.
Conexiones a cinco vías. Pero nadie parece haber advertido los desconches y los
efectos de la erosión. Y es como si ningún concejal, ningún policía, ningún
funcionario, nadie de personal laboral municipal, ningún militante de partido
político en disposición de hacer méritos haya recorrido el pulpo y sus
alrededores y se haya percatado del penoso estado en uno de los principales
accesos de la ciudad. La valla metálica
se va quedando sin soportes; ni siquiera aquella elemental de la avenida de
Colón, en Martiánez, cuando el bum turístico, sufrió tanto desdén.
Que alguien haga algo. Que ese
alguien sienta vergüenza propia y acredite unos mínimos de sensibilidad para
enlucir esa valla, sustituyéndola o repintándola… algo, con tal de corregir ese
aspecto tan horripilante, esa evidente falta de mantenimiento, otra prueba de la
decadencia. Doméstica, si se quiere; pero visible y criticable.
Unas brochas y unos kilos de pintura, por favor. Es para
deprimirse, de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto