A
medida que se van conociendo los contenidos de las grabaciones y de los
informes policiales, aumenta la repulsión. Solo cabe decir que no hay
escrúpulos en los dirigentes de un sindicato que no era tal, Manos limpias, y en los métodos que
empleaban para cometer fechorías. Como que la Audiencia Nacional acabó
encarcelándoles atribuyéndoles la autoría de delitos de amenazas, extorsión y
pertenencia a organización criminal. Casi nada.
Siendo generosos, se dirá que ésta es
una de las grandezas de la democracia: que utilicen sus resortes quienes
demuestran no creer en ella, hasta abusar, hasta llevar al terreno de lo
delictivo las prácticas para preservar y defender a clientes que, acaso de
forma incauta, les confiaban sus discordias y sus contenciosos. Claro que el
Estado de derecho -a veces más lentamente de lo deseable, pero las reglas son
las reglas- termina imponiéndose porque estos métodos perversos y al margen de
la Ley acaban siendo descubiertos y perseguidos. Y ahora, juzgados.
En la España del saqueo y la
corrupción, en medio de un desalentador y caótico oceáno de fraudes y
aprovechamiento indebido de los recursos públicos, la noticia de estas
detenciones tiene que alegrar y producir satisfacción. Son un peligro
inconmensurable bandas de este tipo que operan en la impunidad amparándose,
además, en circunstancias de prevalencia, de temor inducido y hasta de
ignorancia. Se ha concluido que las manos no estaban tan limpias, que estaban
muy lejos de hacer honor al significado de esa denominación, tan recurrente en
el lenguaje cotidiano.
Lo mismo que decimos para todos que se
conducen a base de ilícitos: caiga sobre ellos todo el peso de la Ley.
Empresas, personas físicas e incluso bancos o entidades financieras cedieron a
la extorsión durante los últimos años. Largo es el camino para resarcirse pero,
al menos, otros objetivos que podían estar en el punto de mira parecen ahora
liberados. No es época de justicieros sino de madurez democrática y de ética
cívica que dejen atrás comportamientos reprobables y predominio de las
fechorías sustanciadas incluso en móviles ideológicos como los
ultraderechistas, transgresores de elementales principios democráticos. Es
tiempo de acabar con los desmanes, sobre todo los que infringen normas; y de
adoptar medidas ejemplarizantes que hagan recuperar a la sociedad unos mínimos
de confianza en la política y en los mecanismos que ésta sea capaz de
confeccionar para protegerse de los delincuentes increscupulosos.
Que no tengan reparo los afectados,
por cierto, en iniciar acciones de regreso, esto es, en promover las demandas
que desnuden a los malhechores y acentúen sus comisiones delictivas si éstas,
como se espera, resultan probadas.
Otro por cierto: la sociedad queda
a la expectativa de las repercusiones que estas detenciones puedan tener en el
caso Noos, donde quienes se llamaban
y decían tener las manos limpias ejercen la acusación popular contra la infanta
Cristina, hermana del Rey.
Pero el primer paso para desmontar
esta red mafiosa, indecente y extorsionadora ya está dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto