De manera que tanta inversión en infraestructuras, en esas
que son necesarias para mejores condiciones de vida y medioambientales -dicho
en términos genéricos-, y resulta que han servido de muy poco. Al menos, tal
como se informa en el periódico El Día (Raúl
Sánchez, mayo 15), si más de la mitad
del valle de La Orotava sigue sin estar conectado a la red de saneamiento,
vamos a considerar que la red está incompleta o no funciona a plenitud, que
falta información de las administraciones públicas y que la concienciación
ciudadana sobre la gravedad de este problema es bastante escasa. De hecho,
apenas ha trascendido preocupación en el mismo medio, en organizaciones y en
redes sociales.
Los datos de la citada información son inquietantes: las
redes para canalizar aguas residuales de hogares y empresas llegan al 51% del
suelo urbano de Los Realejos, al 45% de los clientes del Puerto de la Cruz y al
35% de los de La Orotava.
Sumadas las poblaciones de los tres municipios, donde
teóricamente debía funcionar una estación depuradora ubicada en término
municipal portuense, se supera los cien mil habitantes. Tan solo en el Puerto,
saber que aún está pendiente la conexión de la mayoría de los establecimientos
turísticos (solo treinta y uno de los noventa y cinco hoteleros y
extrahoteleros registrados lo están) pone de relieve que el problema es
latente.
De La Orotava, los datos aportados por Sánchez no son
mucho más alentadores: solo un 7% de los clientes de la Villa vierte sus aguas
en la Estadio Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) localizada en Punta Brava.
Otro 5% las envía a pequeñas estaciones similares localizadas en distintos
puntos del municipio, en tanto que los residuos de un 23% terminan en treinta y
cinco fosas sépticas municipales.
Los Realejos tiene, teóricamente, un 51% de suelo urbano
con red de saneamiento efectiva; pero se desconoce el porcentaje de usuarios
conectados. Algunos núcleos de población importantes como Icod el Alto o Palo
Blanco aún no disponen de red.
Sin dramatismos, la sensación de que aún queda mucho por
hacer en esta materia y de que las carencias agravan los riesgos de
contaminación de acuíferos y de alteraciones medioambientales, va en aumento.
Asusta el que tantos millones de tantas obras apenas han servido de algo. Las
administraciones públicas implicadas deben ser conscientes de lo que ello
supone. Esto sí que merece un seguimiento constante, una atención específica.
Responsables políticos y técnicos competentes deberían acreditar posiciones más
activas. Y los agentes sociales deberían estar más comprometidos y ser más
sensibles o reivindicativos. A fin de cuentas, es su dinero que el financia el
funcionamiento de las instalaciones. Y es su propia salud lo que está en juego.
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