Los tres periódicos de
Tenerife insertaron en la primera página de su edición de ayer la noticia del
desprendimiento en la carretera de Teno (Buenavista del Norte) que se saldó,
por fortuna, sin daños personales, y con una operación de rescate terrestre y aéreo
de quienes, siendo usuarios de la vía, se vieron imposibilitados de continuar
el trayecto al quedar interrumpida.
Seguro que quienes leyeron
las tres ediciones se percataron de la disparidad de las cifras de personas
rescatadas: doscientas en una, ciento cincuenta en otra y ciento veinte en una
tercera. ¿Cómo es posible esa diferencia?, nos preguntaba un lector, entre
desconcertado e indignado. ¿A cuál de los tres periódicos hago caso?, seguía
interrogándose. Alguno dirá la verdad, o habrá acertado, ¿pero cuál?, concluía
su peregrinaje de confusiones.
Es difícil, desde luego,
ofrecer una explicación de lo ocurrido. Seguro que hay más de una, incluso bien
fundamentadas, pero lo cierto es que tal disparidad sugiere una cierta falta de
rigor a la hora de informar. Si los medios no acudieron al lugar de los hechos,
habrán bebido de algunas fuentes, habrán establecido contactos y habrán
aguardado alguna información de institución u organismo oficial, pero no
verificaron o contrastaron debidamente las cifras que se fueron conociendo o
suministrando.
El periodismo activo debe
enfrentarse a imponderables como los que habrán caracterizado, seguro, la
cobertura in situ del suceso. Pero ya
difícilmente la distancia y el horario pueden esgrimirse como atenuantes. Lo
ocurrido ni siquiera sirve para invocar aquel episodio, verídico, en el que un
corresponsal telefonea a la redacción para informar de un accidente y al ser
preguntado ¿cuántos muertos?, responde que “por fortuna, ninguno”. Y entonces,
le indican desde la redacción:
-Cuelgue, hombre, cuelgue.
Pero, pensemos por un momento
qué hubiera sucedido si este socavón o desplome de la carretera de Teno hubiera
dejado víctimas o heridos. ¿Cómo se las hubieran arreglado para identificarles?
Confiemos en que no se hubiera actuado con la superficialidad que se desprende
del número de personas involucradas en el incidente. Es difícil relatar y dar
cuenta de sucesos, por la naturaleza, por los apremios -el cierre de edición es
uno de ellos- por las circunstancias que concurren, por la prudencia exigible
para eludir las tentaciones sensacionalistas o, simplemente, para informar con
veracidad. Pero todo eso no exime de aplicar la máxima rigurosidad profesional
y la debida cautela antes de escribir una cantidad… inexacta.
Hasta en ello está en juego
la credibilidad.
Lamentablemente estamos en un tiempo en el que los periodistas admiten lo de "me dijeron que... la vecina que lo vio casi todo... más o menos...
ResponderEliminarSeñor García Llanos, tiene usted más razón que un Santo.
ResponderEliminarPero entiendo que esos tres medios tienen recursos suficientes para mandar o tener periodistas "in situ", es decir al mismo lugar donde ocurre la noticia. Otro medios no los tienen y sin embargo hacen un esfuerzo extraordinario para informar de la mejor manera posible.
Por tanto volvemos al bocadillo de la información, dinero=>recursos=>profesionales=>crédito<=dinero<=manipulación
¿Cómo se puede salir de él?
Saludos cordiales