A Margarita Rodríguez
Espinosa le gusta muy poco prodigarse en público pero hace unos trabajos
redondos sobre los valores históricos y literarios del Puerto de la Cruz. Lo
volvió a acreditar en el salón de plenos con su conferencia titulada “La casa
del mirador de la calle Venus” (hoy Iriarte), donde vivió Agustín Espinosa
García, el escritor, una figura clave y decisiva en el desarrollo de la
vanguardia literaria en las islas y en la implicación de Canarias con respecto
al movimiento surrealista internacional.
Flanqueado por el profesor
José Javier Hernández García y por Agustín Espinosa Boissier, hijo del escritor
-ambos leyeron algunos fragmentos de sus textos-, la conferenciante nos acercó
a la dimensión de Agustín Espinosa, pormenorizando su biografía y su
trayectoria literaria. Tan ameno fue el relato, ilustrado con fotos, textos y
reproducciones, que terminó sabiendo a poco, pero lo suficiente para volver a
admirar la obra de un autor que incursionó y brilló en todos los géneros.
Margarita Rodríguez Espinosa,
consciente de que Agustín cita pasajes y escenarios de infancia y adolescencia
en distintas obras, prefirió arrancar allí, en aquella casa:
«Aquí en el Puerto de la Cruz,
nací yo, en una casa cuyo mirador estoy viendo mientras te escribo, tan alto
casi como la torre de la iglesia. Aquí, por estas calles, callejones y
callejas, he correteado y he palanquineado hasta los doce años, como lo hace
ahora mi hijo. Es un pueblo que tuvo, como yo, su historia. Que vive, como yo,
también de recuerdos. El mar le canta y arrulla diariamente como una madre a un
niño inválido, y de noche le cuenta, con voz de trueno, cuentos de brujas,
trasgos y cosas de Tócame Roque que hacen más silencioso y duro el sueño.»
Hay algunas frases de este
fragmento muy válidas para entender sentimientos actuales de los portuenses.
Son muchos, en efecto, los que viven de recuerdos. El caso es que Agustín
Espinosa García-Estrada, el autor de Crimen, Lancelot 28º 7º y Media hora jugando a los dados, el director de La rosa de los vientos, tiene
un lugar destacado en la pequeña gran historia del municipio. Pero debería ser
más conocido. Probablemente, en otro sitio, se hubiera ensalzado más su
estatura literaria, su figura, tan decisiva como dijimos, en el fenómeno
surrealista que tuvo en Canarias, en los años treinta del pasado siglo, una
destacada plataforma.
Por eso, se agradecen
aportaciones como la de Margarita Rodríguez Espinosa, no solo válida para
acercarnos a su figura y a su obra, para redescubrirlas, sino para impulsar
alguna iniciativa que deje constancia, más allá de una placa recordatoria en el
exterior del edificio de viviendas que ocupa su casa en la calle Venus, hoy
Iriarte, de la inmensidad del escritor, como bien se han encargado de perpetuar
en otras latitudes. Ya el propio autor, fiel a su estilo, parecía anticipar lo
que sucede:
«La ISLA aísla mucho más de lo
que en realidad parece. Y tanta agua azul, honda y áspera por medio. Luego yo
no sigo mejor. Cada vez tengo menos humor y menos fuerza. Me fatigo por todo y
hasta hablar me cansa. Soy una isla más dentro de la isla. Una isla en régimen
de ulceroso y hambre de bienestar y noches durmiendo.»
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