Se
puede despachar diciendo que la interpretación de Nuhr Jojo es
inmensa. Pero no basta: además del alarde memorístico de un texto
plagado de metáforas y de sugerencias literarias a cual mejor
concebida, su dominio de la escena, sus movimientos realzados con
precisión y hasta sus variables vocales la llevan a una suerte de
plenitud que hasta los más profanos agradecen.
Nuhr
Jojo, bajo la dirección de Enzo Scala, volvió a encandilar a
quienes siguieron su actuación en el teatro-cine Realejos, cerca del
lugar donde falleció Agustín Espinosa -la casa, por cierto,
presenta un fantasmal aspecto de abandono- y frente a frente de
algunos familiares y descendientes. Allí volcó su singularidad
artística para dar vida a la adaptación teatral de Crimen
(1934), la novela que no es
novela pero que refleja, acaso como ningún otro texto, los valores
surrealistas que Espinosa supo enhebrar.
La
actriz afronta las narraciones en primera y tercera persona con ritmo
acompasado, desde las cuatro estaciones en que está dividida la
obra, hasta el epílogo que brota obsequioso, ya en el patio de
butacas, después de ganarse la primera ovación. La sencillez del
montaje, combinativo de soportes audiovisuales muy ad hoc,
con elementos visibles que
requieren de alguna explicación sobre la marcha, contribuyen a la
curiosidad de quienes no saben muy bien lo que van a descubrir y que
siguen con expectante respeto la evolución de la obra. Scala se
luce, desde luego, para fortalecer la catarsis aunque sean escasas
las expresiones de desahogo, algunas de ellas inevitablemente
hilarantes.
En
hora y media, Nuhr Jojo traslada a la escena un ejercicio onírico,
tan curioso como arrebatador, apto para acercarnos a la personalidad
de Agustín Espinosa. ¡Cómo serían las breves puestas en escena,
entre familiares y amigos, del escritor! Avanzada, vanguardista
concepción de la vida y de las artes. La actriz deja fluir el
torrente de atrabiliaria y heterogénea conjunción de factores y
percepciones casi inverosímiles que el escritor produjo con singular
sensibilidad: es la mezcla perfecta para apreciar que los límites
del ser humano son inescrutables.
La
actriz surfea, con admirable solvencia, todas las connotaciones que
inspira el texto de Agustín Espinosa, considerado como uno de los
más relevantes en todo el surrealismo español. Se mantiene erguida,
arriesga y avanza a medida que supera las cuatro estaciones y la
aparente irracionalidad que las caracteriza.
Una
segunda ovación, compartida con el saludo personal a familiares del
célebre escritor, compañeros y espectadores, rubricaron la
representación, allí, tan cerca de donde el genial Agustín
Espinosa hizo de las letras y de la escritura “la maravilla divina”
como la propia Nuhr Jojo calificó.
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