Hay
que congratularse de los propósitos de reactivación de la
Universidad Popular Municipal Francisco
Afonso, la
primera de Canarias, una pionera que, a principios de los años
ochenta, abriría surcos y serviría de modelo. Se constituiría en
un dotacional interesantísimo, cuando tanto había que hacer en
aquellos municipios magros de opciones formativas, culturales y
participativas.
Ha
tenido sus altibajos el centro portuense. Cierto que las
circunstancias no son las mismas de su etapa inicial pero la voluntad
política era decisiva para timonear la evolución e impedir el
marasmo. Puede que la voluntad escaseara y todo quedó a expensas
de la inercia o la rutina, sujeto incluso a vaivenes
político-administrativos. Para actualizar e innovar cualquier modelo
o estructura, ese es el primer requisito.
Parece
que es ahora, después de años de pasividad o indolencia, cuando
algo se mueve en la UPM portuense. No puede ser que un recurso de
tantas opciones esté infrautilizado. La concejala de Educación e
Igualdad, Diana Mora, afronta con decisión un proceso de renovación
de oferta y contenidos, según se desprende de una reciente
comparecencia en la que explicó las características de los
programas de formación no reglada y las condiciones de accesibilidad
desde el punto de vista económico.
Talleres,
actividades infantiles, lenguas extranjeras y casas didácticas son
los componentes de la oferta. Sobre ese concepto novedoso, casas
didácticas, Mora explicó que “se trata de espacios de creación
tutorizados e individualizados cuya finalidad es ahondar en las
inquietudes que no tienen cabida en la formación reglada”.
Dos
novedades más: las aulas abiertas, concebidas para la libre
disposición del alumnado fuera del horario lectivo; y la escuela de
danza, donde será impartido ballet clásico para irradiar el
interés por el baile y las danzas en general.
Quiere
la edil Mora que la Universidad Popular Municipal emprenda para
dotarse de un sistema de gestión sostenible, capaz de
autofinanciarse y con las puertas abiertas para ampliar su oferta
formativa.
Se
trata, en el fondo, de educar en valores, de incentivar la formación
de la ciudadanía, de fomentar su interés por la cultura, de
motivarla y de fundamentar con la mayor solidez su participación en
los procesos sociales de nuestros días. Esa ha sido una queja de
siempre entre los portuenses: su escasa sensibilidad, su falta de
interés en ser sujetos activos de sus propias cosas, de aquellas que
ellos mismos han impulsado. Ese desapego de la vida participativa
-apenas quebrado en convocatorias festivas- hay que invertirlo.
Ojalá
que esta reactivación de la UPM sea un factor dinamizador y
estimulante.
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