Las
cifras siguen bailando a ritmo de récords, pese a sus claroscuros,
que también los hay en el turismo boyante. A punto de concluir la
temporada veraniega,
ya se hacen previsiones sobre el cierre del ejercicio: si los
mercados mantienen las tendencias en el último trimestre, en 2016
habrán visitado España unos setenta millones de viajeros
extranjeros, de los que catorce, aproximadamente, tendrían alguna
estancia en Canarias, Otra plusmarca. Los registros del primer
semestre, correspondientes a la denominada Balanza de Pagos del Banco
de España, reflejan la bonanza: los ingresos por turismo extranjero
alcanzan los 22.651 millones de euros, un 6,8% más que en igual
período de 2015. En esa franja, hay que contabilizar 32,8 millones
de turistas, un 11,7% en la variación interanual. En términos
coloquiales, pues, viento en popa.
Claro
que si nos preguntamos por las rentabilidades reales de esta
prosperidad, igual hay que fruncir el ceño de algunas dudas, no ya
en el ámbito laboral, donde no parece que la mayor afluencia de
visitantes se homologue con el volumen de puestos de trabajo generado
en tanto que la calidad del empleo sigue siendo insatisfactoria, sino
en la propia esfera económico-financiera de los municipios
turísticos canarios, donde el indicador de la renta media personal
es inferior a la media regional, según se desprende de las
estadísticas de la Agencia Tributaria.
Estas
incertidumbres y unas ciertas limitaciones informativas y de
conocimiento acentúan las incógnitas de las rentabilidades del
turismo que seguro son reales pero no lo suficientemente claras o
explicadas. Basta comprobarlo con las quejas que aún mantienen
alcaldes y responsables públicos de haciendas locales con respecto a
los ingresos que se perciben de procedencia estrictamente turística.
Solo las cifras del crecimiento hacen que atenúe el foco de las
lamentaciones e insuficiencias.
Pero,
en efecto, los problemas de prestación de servicios siguen
existiendo. El sector privado reivindica sin cesar mejoras en ese
sentido y todos somos conscientes de que cualquier destino turístico
solo puede ser competitivo si su oferta entraña servicios públicos
cualificados y eficientes, empezando por la seguridad y terminando
con la limpieza viaria. Los munícipes sufren a menudo para encontrar
explicaciones convincentes cuando les reclaman bases o dotaciones de
mantenimiento. Ni siquiera la privatización o las concesiones de
servicios han podido remediar del todo las obligaciones, de ahí que
ya no se hable tanto del turismo como motor de la productividad
económica sino más bien de cenicienta, de un ingreso/nutriente
aparentemente extraordinario pero difícilmente sostenible y de un
cada vez más difícil acomodo, por insuficiente, en el sistema de
financiación de los ayuntamientos, aún con esta asignatura
pendiente. O sea, los récords se cosechan pero las rentabilidades
contienen muchas dudas.
magnifico analisis reflexivo, real y sin alharaca triunfalista. Creo siceramente que al igual que si vendemos por debajo del coste, entre mas vendamos peor estamos, en el Turismo se puede dar y de hecho se da la paradoja de "morir de exito" o "empobrecimiento de destino". Cuidado
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