Un
Puerto de la Cruz floreado. Bien. Otro intento de promocionar la
ciudad y elevar la autoestima de sus habitantes, con una oferta que
debe resultar atractiva. En medio de una impresión muy extendida de
desidia y falta de limpieza o mantenimiento en amplias áreas del
municipio, la quinta edición del festival ‘Puerto de la Cruz en
flor’ (del 23 al 30 de octubre) debe servir para estimular la
sensibilidad por los cuidados y adecuada exhibición de los recursos
naturales, especialmente aquellos que están a primera vista. Si se
quiere mejorar de verdad el aspecto de vías, plazas y rincones, esta
es una excelente oportunidad, a sabiendas de que hay que sembrar,
generar una cultura de un adecuado y cuidado uso de esos elementos
naturalistas. No basta con estar una semana adecentando, regando o
embelleciendo entornos: hay que hacerlo de forma sostenible, de forma
que en ello se involucren jóvenes, estudiantes, colectivos y agentes
sociales.
Cuando
ejercíamos responsabilidades públicas municipales, abogamos por un
modelo de ciudad-jardín o ciudad-parque, allí donde lucieran
permanentemente sus encantos, donde la conservación del patrimonio
botánico o la imagen exterior de núcleos urbanos, ya consolidados o
emergentes, fuera una razón de ser, para cultivarla con esmero hasta
que sonara a timbre de orgullo local. El Puerto es una ciudad de
servicios, proclive a los multiplicados consumismos rápidos que
generan hábitos desordenados que, a su vez, deterioran el medio
ambiente y producen tantos residuos como indolencia a la hora de
cuidarlo.
Ahora,
el Ayuntamiento y el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) tratan con
esta convocatoria bianual exaltar estos valores, incluyendo en la
programación, por cierto, un concurso de patios, balcones y
circuitos peatonales/comerciales, apto para medir la respuesta de
propietarios y vecinos.
En
el Puerto siempre hubo recintos ajardinados merecedores de
admiración. El Botánico, Sitio Litre, Risco Bello… La influencia
británica fue decisiva, dejó huella. Su playa principal,
inspiración de César Manrique, lleva también la denominación de
jardín. Algunos establecimientos hoteleros, como el Tigaiga,
concedieron a sus zonas verdes una esmerada atención. Desde hace
varios años en ocasión de fiestas y conmemoraciones, se celebran
concursos de ornamentación y cultivo de bonsais y otras especies.
O
sea, que hay razones para que el Puerto floreado sea una motivación
común que supere un festival bianual. Tiene que ser una seña de
identidad sociocultural que enriquezca los atractivos de la ciudad.
En todos los sentidos.
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