Los récords del sector
turístico, las cifras notablemente mejoradas en algunos destinos, la
evolución de los mercados y las
tendencias que habrían de cristalizar a corto y medio plazo han refrescado el
concepto de la fidelización, tan apreciado en el pasado. Lugares como el Puerto
de la Cruz presumieron con razón de contar con una legión de clientes
repetidores, aquellos que eran distinguidos por una entidad como el Centro de
Iniciativas y Turismo (CIT) como por los propios establecimientos donde se alojaban,
en los que conocían hasta por sus nombres a los empleados.
Se vuelve a hablar de fidelización, acaso para contraponer a
otra conceptuación, la de clientes prestados, surgida para tratar de explicar
un crecimiento motivado, en alguna medida, por ciertas coyunturas de
inestabilidad que aconsejan al turista preferir destinos seguros o menos
arriesgados.
La fidelización interesa; es más, debe convertirse en un
objetivo sostenible de destinos y hoteles. Cuando hay empresarios y promotores
que se preguntan si perderán clientes en caso de subir precios, la fidelización
merece máxima atención, sobre todo si es aceptada como un factor para hacer
frente a la intermediación.
Algunas cadenas hoteleras de renombre internacional disponen
de programas que ofrecen ventajas. Pero lo importante es, independientemente de
los beneficios materiales, que se genere una confianza recíproca entre
establecimiento y cliente. Cada programa tiene características y necesidades
que son diferentes. Pero luego entra en juego la personalización, la relación o
el trato digamos especial que se entabla entre el visitante y su lugar de
alojamiento durante su estancia vacacional. Algunos expertos lo tienen claro:
el afecto, la comunicación directa, la relación de confianza son determinantes
para superar cualquier oferta de programa o tarjeta de puntos que se acumulan.
Son factores para cosechar un programa verdaderamente “humanizado”.
Y es que el conocimiento del cliente facilita la
competitividad y la personalización del servicio. Es un clima de confianza el
que se genera. Cualquier acción de fidelización pasa por identificar a aquellos
huéspedes que ofrecen una mayor rentabilidad y tratarles con un actitud de
fiabilidad, gratitud y lealtad. Eso propicia automáticamente conocer sus necesidades
y sus expectativas de modo que ello influya en su decisión de volver al mismo
sitio. Es hacer una evolución duradera del producto.
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