Los
alcaldes de tres municipios del Valle de la Orotava (el de Santa
Úrsula no acudió a la cita) coincidieron, en el curso de un
encuentro convocado por el rotativo tinerfeño Diario de Avisos,
en la conveniencia de una marca
turística única. Ya hay alguna experiencia anterior, a principios
de siglo, cuando se quiso incursionar en los mercados con un producto
complementario basado en las peculiaridades de cada uno de los
municipios, pero la intentona fracasó: los desequilibrios
presupuestarios y una filosofía más pragmática, aplicable incluso
pese a las connotaciones políticas, y añadida la enésima
inhibición empresarial, traducida en la contraposición de
intereses, dieron al traste con lo que no dejaba de ser una aventura.
Y
eso que había entre los antecedentes un provechoso modelo de
cooperación interadministrativa como había sido el Plan de
Excelencia Turística del Valle que debió servir para ir fraguando
lazos o hábitos que se reflejaran en una nuevo concepto, en una
nueva nueva cultura de entendimiento para estudiar opciones de
futuro que fueran rentables, sobre todo, en el ámbito promocional.
Adaptación peatonal de vías, mejora de entornos y espacios
públicos, accesibilidad y nuevas dotaciones fueron los frutos de las
inversiones de aquel Plan que cualificó la oferta bien es verdad que
de forma insatisfactoria.
Esa
oferta se sustanciaba en el criterio de la complementariedad. El
Puerto ponía los turistas y los establecimientos (sol y playa, por
supuesto); La Orotava, la monumentalidad patrimonial y
arquitectónica; y Los Realejos, el tipismo, la paisajística rural y
las actividades derivadas del naturalismo. Los criterios eran, cuando
menos, atrayentes. Otra cosa es que cuajaran y se supiera “vender”
el producto. No resultó. Por diversos factores, entre ellos el afán
controlador del Cabildo Insular y su sociedad de promoción, muy
preocupada en que todo estuviera bajo su paraguas y en que el Puerto
no se saliera de sus cauces. Claro: tenía el nombre, la experiencia,
la proyección en buena parte ganada desde que empezó a hablarse de
turismo como sostén productivo en la isla. Que caminara solo no era,
para el órgano insular -muy influenciado también por el poder
empresarial- una alternativa que interesase.
Eso
significó que volvieran a diversificarse las vías de promoción.
Con circunstancias presupuestarias condicionantes. Si ahora mismo, la
consignación del gasto turístico asciende a cien mil euros,
recordemos que es sensiblemente inferior a los trescientos cincuenta
mil que llegó a tener en el pasado, más las cuotas de asistencia a
ferias y convocatorias promocionales que permitían estar al menos
una vez al mes en los escaparates. Eso es lo que el Cabildo Insular
veía con recelo, como si no se quisiera que el Puerto repuntara, tal
fue así que, tras el desacuerdo registrado en una nueva
redistribución de los fondos presupuestarios, el consistorio
portuense afrontó en solitario la última edición del festival de
cine que ahora, por cierto, quieren resucitar en otras latitudes.
Es
significativo que los alcaldes coincidieran en esta voluntad de
contar con “una marca turística única”, cuando no hace mucho,
tal como se recoge en el interesante reportaje del citado encuentro,
liquidaron la Mancomunidad del Valle por manifiesta inoperatividad y
por querer ahorrarse, en realidad, unos miles de euros. Como también
llama la atención que el Puerto de la Cruz suprimiese un logotipo
que se paseó con éxito y gran aceptación por medio mundo desde los
años ochenta (obra de Facundo Fierro) y decidiese sustituirlo por
algo bastante más impersonal, acartonado y repetido en otros
destinos (con todos los respetos para los creativos).
Pero,
bueno, veamos hasta dónde llega esa voluntad, ahora que sigue la
bonanza y los alcaldes, faltaría más, se congratulan de los
incrementos y de los récords, apelando a unas horas más en sus
localidades, a una mayor involucración del sector privado (¡ejem!)
y a los supuestos beneficios (están por demostrar, mientras el
debate sobre el modelo se prolonga y nadie habla sobre las
condiciones de la financiación y del valor patrimonial) derivados de
una infraestructura a la que han dado carta de panacea, ¡sin estar
aprobado el proyecto!
El
caso es que se puede compartir la filosofía, que haría bueno
(teóricamente) el tópico del motor económico; pero, no nos
engañemos: habrá que crear una cultura diferente (lo que no es nada
fácil), a sabiendas de que mucho tendrá que cambiar el 'modus
operandi' no solo para acercar posiciones sino para integrarlas y
compartirlas. Después de la declaración periodística, teniendo en
cuenta que el mandato avanza inexorablemente y que los recursos
siguen siendo menguantes, manos a la obra. A ver...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba su cometario. Sólo se pide respeto