Sin acabar todavía la conmemoración del 75 aniversario de la
entrada en funcionamiento de Radio Nacional de España, ahora que se pone punto
final en Canarias a otra etapa en la radio pública, bueno será recordar que
durante años, desde mediados los sesenta, estuvimos acompañados por el Centro
Emisor del Atlántico. Acompañados en el mejor sentido: la potencia de emisión,
su cobertura, favoreció una captación de audiencia como difícilmente cabía
presuponer. El Centro se instaló en Tenerife como consecuencia de un reparto
político, aún en el régimen anterior: en Gran Canaria se quedaba la cabecera
del centro de producción de Televisión Española (TVE); y en Tenerife, la actividad
principal de la radio (RNE).
Y fue una
señal espléndida, fácil de sintonizar y de identificar. Por la potencia, por
las voces y por la programación. A Radio Nacional de España de entonces, junto
con algunas emisoras locales de más reducida difusión, cabe atribuir los
primeros ensayos de radio participativa. De aquella época hay que evocar “El
oyente programa” o “La hora del soldado”, “707 Musical, el vuelo directo de los
éxitos”. Más tarde, “Canarias mediodía”. Títulos de programas que dieron lustre
a la emisora, junto a sus conductores y locutores. Las voces de José Antonio
Pardellas, Carmen Báez, Mariano Vega, Maite Acarreta, Montse Martínez, Enrique
Martín Braun, Fabriciano Díaz, Paco Alvarez Galván… Y las de Paco Marrero, Álvaro
Martín Díaz (Almadi), Joaquín Martínez del Reguero o José Luis Manso en los
informativos. La inigualable de Manuel Martínez Pardo, editor-jefe de los
mismos. Y la de Arturo Rodríguez, hablando de deportes, igual que la de José
Antonio Cubiles, que ejerció de director en Las Palmas de Gran Canaria, y la de
Domingo Álvarez quien ahora cesa en la dirección después de una excelente labor
cuyo principal mérito ha sido mantener la producción propia para seguir siendo
competitivos y no perder la estela de la actualidad.
Aquella red
de corresponsales, localizados en las capitales de las islas, fue también
determinante para calibrar el alcance de esta obra radiofónica. Sin olvidar a
los técnicos y operarios, que hacían virguerías. El primero de todos, Wigberto
Ramos. Después, entre otros, Ángel Zurita, Paco Cañibano, José Ramón
Villalobos, Víctor Rojas, Diego García Soto… Que nos perdonen las omisiones.
El Centro
Emisor del Atlántico, con sus instalaciones en el monte de Las Mesas y sus
primeros estudios en la calle del Norte (luego Valentín Sanz), después
trasladados al edificio estatal de San Martín, 1, fue una referencia en
acontecimientos de la época. Su indiscutible vocación de servicio público quedó
contrastada cuando aquel devastador terremoto en Caracas: muchas familias
canarias supieron de la suerte de sus miembros y allegados gracias a la labor
de localización e identificación coordinada por la radio y las autoridades
consulares. Las audiciones eran seguidas en las calles de Santa Cruz y de otras
localidades canarias con una expectación inusitada. Y cada mención de ilesos o
fuera de peligro se celebraba como si de un éxito deportivo se tratara.
También
seguimos las primeras ediciones del desaparecido festival Internacional de la
Canción del Atlántico, desde el Lido San Telmo y desde el parque San Francisco,
recintos que albergaron sus seis ediciones. Hasta alguna colaboración
produjimos en las dos últimas.
Y la
constitución de la Junta de Canarias, en las Cañadas del Teide. Y la del
Parlamento de Canarias, años después. Y el trágico accidente de los Jumbo,
en Los Rodeos. Y el terrible incendio de
La Gomera de 1984. Y así, tantos y tantos acontecimientos.
La confianza
que nos otorgó Pardellas hizo que mantuviéramos en antena ininterrumpidamente,
durante tres años, el programa “La Tertulia” que se emitía al mediodía de los
sábados. Tres recuerdos puntuales: en una ocasión, coincidiendo con una jornada
de reflexión electoral, hicimos el programa en directo. La realización, con una
aportación de datos canarios muy copiosa y con testimonios plurales, mereció
una felicitación de candidatos de distinto signo.
El segundo:
presentamos una “Tertulia” al tercer Certamen Internacional de Periodismo
J&B, con el título “Turismo: La apuesta turística del futuro”. Y resultó
ganadora en noviembre de 1990. Unos meses después, al ser designado por
Jerónimo Saavedra para la Dirección General de Relaciones Informativas del
Gobierno de Canarias, con gran pena, tuvimos que decir adiós a aquella
realización radiofónica.
Y un tercer
episodio: pese a la manifiesta enemistad con Reguero, informamos en directo, a
los pocos minutos de haberse producido, de un atraco mortal a un furgón
blindado en el Puerto de la Cruz. Los dos hicimos lo que había que hacer:
comportarse con profesionalidad. Primaba la información y así lo valoraron en
Madrid, en varios boletines informativos, a lo largo de aquella accidentada
tarde.
Cuando eso, ya se había materializado
una restructuración de las emisoras territoriales. Después de RadioCadena
Española, que aquí sucedió a Radio Juventud de Canarias, de donde salieron
otros ilustres como Juan Hernández, Tomás Correa, Manuel Negrín y el mismo
Domingo Alvarez, vinieron Radio 3 y Radio 5, apellidada ‘Todo noticias’. Por
ahí aparecen nuevos valores, como César Fernández-Trujillo hijo, un ejemplo de
saber estar e informar.
Fueron
tiempos prósperos, durante los que mantuvo la vocación de servicio público, tan
defendida e impulsada por José Antonio Pardellas que ejerció eficazmente la
dirección durante varios años y a la que siguió en sus funciones María Luisa
Arozarena, que se encargó de mantener, con el celo que la distingue, las
mejores relaciones profesionales e institucionales con Madrid y con la sociedad
canaria. Domingo Álvarez ha completado ese terceto de directores tinerfeños,
cada quien poniendo el listón más alto para producir una radio seria, bien
hecha, ecuánime, pluralista, dinámica y con cobertura estimable.
Con Álvarez
concluye otra etapa. Radio Nacional de España ha sido para los canarios,
durante casi cincuenta años, una sólida referencia mediática, un paradigma de
profesionalidad y de compromiso con la sociedad. Ojalá lo siga siendo.
Excelente crónica, reflejo de una gran etapa histórica.
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