Los porcentajes
abstencionistas registrados en los últimos comicios autonómicos y locales ponen
de relieve, pasada la euforia o el desencanto de los resultados y despejadas
las incógnitas de las alianzas políticas para encauzar la gobernabilidad de las
instituciones, que el sistema democrático sigue resintiéndose, que ni siquiera
la emergencia de nuevas organizaciones ha sido un factor estimulante de la
participación, que el desafecto no decrece, por lo que es indispensable que los
partidos políticos dediquen más tiempo al estudio de las causas que determinan
ese comportamiento electoral y, al menos, exploren las vías para revertir la
situación.
La amenaza se llama abstención. Mucha gente está desencantada
y sigue desertando ante las urnas. Esos porcentajes abstencionistas son
reveladores del hastío del electorado. Si se siguen amontonando entre amplios
sectores de población el descontento, el rechazo, la frustración, la decepción
y la protesta es consecuente que crezca el desapego y éste se refleje en el
abstencionismo. Al ritmo que lleva, en Canarias al menos, será más noticia su
aumento que el triunfo mismo de cualquier opción. Hay que insistir: los órganos
de dirección de los partidos, sus comités de estrategia, a todas las escalas,
tienen que tomarse esto muy en serio. Han de profundizar en el análisis de las
causas y acertar en la búsqueda de las alternativas. Hasta en el municipio
menos poblado deben hacer ese ejercicio. Que sean conscientes de que la
democracia hay que cultivarla. Si no, para perjuicio de todos y de la sociedad
misma, se les va de su control.
Contrastemos algunos registros del pasado 24-M para
reafirmarnos. La abstención en el Estado fue del 35,07%, en tanto que en
Canarias subió al 39,76%, más de cuatro puntos y medio. Este porcentaje se
desglosó así: el 40,03% en la provincia de Las Palmas y el 39,47% en la de
Santa Cruz de Tenerife. Aquí, en esta isla, en el municipio capitalino, casi
setenta y tres mil personas no fueron a votar, es decir, el 44,94%, confirmando
así la tendencia advertida desde hace varias convocatorias.
Llaman también la atención algunos datos zonales de
Tenerife. En el sur, Adeje como ejemplo, hubo más abstenciones (12.161) que
votos contabilizados (10.156). Las primeras, pues, alcanzaron el 53,63%. En
Arona, fenómeno similar, con cifras acentuadas: 27.633 abstenciones frente a
19.508 votantes. Las primeras se elevaron nada menos que al 58.64%. En
Granadilla de Abona, hubo menos abstencionistas (13.860) frente a los 14.788
votos contabilizados pero aún así, el 48,38% de los primeros es alto. En esta
localidad, llama la atención el registro de 211 votos nulos y 250 en blanco. En
Guía de Isora, los contabilizados (64,08%) superaron a las abstenciones que se
quedaron en el 35,92%. En tres de los municipios citados (Adeje, Arona y Guía)
se produjo victoria socialista por mayoría absoluta.
En otras coordenadas, el valle de la Orotava. Dejaron de
ir a votar 9.357 personas en La Orotava, 7.975 en Los Realejos, 2.986 en Santa
Úrsula y 8.633 en el Puerto de la Cruz. En total, 28.951. No es para
entusiasmarse desde luego. En números relativos, en las tres primeras
localidades se supera el 27%, en tanto que la ciudad turística alcanza un
preocupante 37,05%. No es la primera vez, por cierto, que los socialistas se
quedan sin alcaldías o están al margen de cogobiernos en la comarca.
En fin, el abstencionismo es un mal de nuestra democracia
y golpea muy cerca, en todos los flancos. Frágil cultura política y notoria
indolencia ante la realidad sociopolítica derivan de una participación cada vez
más menguada. Que los partidos políticos -aunque alguno suprima Educación para
la Ciudadanía- sean conscientes de que esto lo tienen que arreglar entre todos.
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