... fruto del propósito de contar cosas y comunicar, de seguir ejerciendo el oficio, de estar en contacto con la gente.
viernes, 31 de octubre de 2014
jueves, 30 de octubre de 2014
SESENTA AÑOS DE HISTORIAS (PRÓLOGO)
La experiencia sensorial
visual de espectador -es su propia definición- hace que la escritura de
Evaristo Fuentes desvele su personalidad, aquella que le ha permitido ser un
pertinaz y nada indiferente observador de cuanto acaecía a su alrededor. No le
hizo falta, además, estar en primera fila: callado, sin alharacas, crítico
-hasta consigo mismo- e intérprete de la realidad a la que se acercó o siguió
desde más cómodas distancias, desde los ángulos de sus textos se adivina un
dionisíaco afán por plasmar ideas y sensaciones que va entrelazando con soltura
hasta convertirlo en un ejercicio de divertimento.
El autor de esta ‘cronología comentada de noticias’ le puede
a casi todo, a algunas materias con más gusto que a otras. Pero tanto con la
política como con la cultura, con los deportes como con los sucesos, se
desenvuelve con cierta osadía, hurgando en los rincones más insospechados hasta
dar con la tecla que enciende el fundamento original de sus apreciaciones.
Los capítulos de estas páginas son, pues, la narración de
quien procura huir de las elucubraciones. En una confrontación deportiva, en
una exposición pictórica, en una conferencia, en una presentación de proyecto
técnico, ante una pantalla cinematográfica o ante un escenario donde exaltaban
la música o las artes escénicas, allí donde Evaristo Fuentes ha querido estar y
no conformarse con la condición de mero asistente, sus comentarios posteriores
-algunos de ellos, rompedores- eran esperados para comprobar que el escritor checo
Milan Kundera tenía toda la razón cuando decía que “la vida es la memoria del
pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar
y de vivir”.
Fuentes agrupa y sistematiza escritos que cruzan seis
décadas de anotaciones personales en sus diarios y de publicaciones en
periódicos. Independientemente de que haya llegado el momento de hacerlo, sus
impresiones reflejan el paso existencial: ha visto crecer y destrozar los
pueblos de su comarca, ha compartido -sin conformarse- las inquietudes y las
circunstancias ‘sociohistóricas’ de cada momento o de cada época y ha
reflejado, procurando en todo momento la coherencia que le distingue, su modus vivendi.
La lectura de estas páginas refrescará
avatares y permitirá traslucir pensamientos que el autor no quiso que durmieran
el sueño de los justos. Evaristo Fuentes ha sido un Espectador dinámico y sensitivo, alguien que ha contemplado y
seguido los hechos o los acontecimientos sin indiferencia. Las que siguen son
sus impresiones, escritas -la inmensa
mayoría- sin querer dejar correr la pluma, porque la contemplación activa debe
inspirar siempre una reflexión.
Seguro que cuando ha seleccionado y repasado los textos, el
autor ha vivido su memoria. Será él quien confiese si se ha asombrado con ello o
no, como sugería el novelista estadounidense Jack Kerouac. Los lectores, desde
luego, descubrirán aristas, efectos, convicciones y análisis de quien, sin necesidad
de estar en ubicación privilegiada, aún tuvo opción de no anclarse en una
visualización efímera.
Es, en cualquier caso, una memoria fértil.
miércoles, 29 de octubre de 2014
MOLINA, CABALLERO DEL FÚTBOL
Aún recordamos el vozarrón
de Alfonso García-Ramos cuando, siendo director de La Tarde, allá por los años setenta, nos llamó la atención a
propósito de una crónica de un partido del Tenerife en casa:
-Cambia
la frase esa, ‘Molina siempre juega bien’, porque alguna vez no lo hará y
entonces no sabrás hacia dónde despejar.
Pero
es que Alberto Molina, de verdad, tenía un rendimiento muy regular, de muy alto
nivel, era una constante de entrega y acierto. Y entonces escribimos aquella
apreciación que, en efecto, puede parecer maximalista. Hasta que el sabio
director nos hizo ver que si el fútbol no es una ciencia exacta, aquel adverbio
y aquella idea debían ser revisados.
Nos
acordamos del hecho -son de esos episodios que, ocurridos en la edad juvenil,
jamás se olvidan- en el curso del homenaje que días pasados le fue tributado a
Molina en el Puerto de la Cruz. Sus mentores pueden sentirse satisfechos:
difícilmente se logra aunar un sentimiento de respeto y afecto tan notable como
el que concentró el que fuera defensa central del Club Deportivo Tenerife.
Allí
estaban sus compañeros, presidentes y dirigentes del club, un entrenador como
Manuel Delgado Meco -el tiempo no pasa por el fuera preparador físico de la
selección española, del Athletic Club de Bilbao y del propio Tenerife-, la
plana mayor de los veteranos de la U.D. Las Palmas y del club albiazul,
políticos como el presidente del Gobierno, Paulino Rivero; y la alcaldesa,
Sandra Rodríguez, quien vivía su primer acto público como tal, y otros colegas
suyos que quisieron acompañar a Molina que, naturalmente, estuvo arropado por
su familia.
Fue
el homenaje un canto a la memoria futbolística. Los recuerdos se desgranaban
solos en tanto que algunas imágenes de momentos históricos del equipo
suplementaron los testimonios. Alberto Molina pudo probar en carne propia -aún
no se ha bajado de la nube, llegó a decir días después en Radio Popular, donde
colabora como analista- lo que se le quiere, lo que transmitió a la afición
tinerfeña dentro y fuera de la cancha. El central que siempre jugaba bien y
lució los galones de capitán con solvencia, tiene a gala, además, no haber sido
expulsado jamás de un campo de fútbol. En su brillante hoja de servicios,
enriquecida desde que se incorporó a la plantilla procedente de los filiales de
la Unión Deportiva, figura aquella célebre eliminatoria de Copa con el Real
Madrid, feliz y sorprendentemente resuelta para el Tenerife. Molina se las tuvo que ver con Santillana y con Pirri,
convertido, a la desesperada, en delantero centro.
Quedaba
por escribir esa página del homenaje que vivió como un juvenil debutante,
profesando su militancia tinerfeñista y su canariedad contrastada en cada
convocatoria que ha de comentar. Lo hizo con la modestia de siempre, como
cuando iba al cruce o sacaba de puerta o se anticipaba al atacante o despejaba
de cabeza. Hasta terminó aceptando el envite del presidente para una próxima
partida de pericón.
Y es
que Alberto Molina fue siempre un caballero del fútbol. Esa personalidad
precisaba de otro reconocimiento. Allí quedó, junto a la frondosidad del Jardín
Botánico. Esa noche, no es por casualidad, volvió a jugar bien.
martes, 28 de octubre de 2014
LENGUAJE POLÍTICO
En el curso de una
conferencia dictada en 1995, el ex presidente de la Generalitat de Catalunya,
Jordi Pujol, afirmó: “La financiación de los partidos políticos es un misterio,
pero un misterio de aquellos que no son un misterio, porque están muy claros,
pero que siguen siendo un misterio”. Vuelvan a leer, sí; aunque saldrán igual
de confundidos. Es un auténtico galimatías, es un planteamiento ininteligible.
Pero no hemos rescatado ese fragmento a propósito de la situación
en que están inmersos Pujol y su familia así como por determinados
acontecimientos recientes, sino como uno de los ejemplos de expresión
dialéctica de algunos políticos que también contribuyen a fomentar el rechazo
que despiertan. Se puede y se tiene que hablar mejor. No se exige que sean oradores
de postín pero sí que se manifiesten en público con más rigor, sin incurrir en
esa acepción despectiva de la retórica, consistente en el uso impropio o
intempestivo del definido como arte de bien decir.
“¿Por qué tantos políticos hablan así (de mal)?”, titulaba
hace poco Miqui Otero en las páginas de El
País intentando descubrir las razones de tantos errores dialécticos que, en
algunos casos, sustancian auténticos absurdos. Alude el autor del interesante
trabajo a las variables de la neolengua, seguramente acentuadas por la carencia
de correcciones, no aportadas pues por el entorno. O no atendidas si se produce
el caso contrario. Y hasta la falta de interés de quien se equivoca en revisar
sus propias palabras, plasmadas en titulares de prensa, es otro factor a tener
en cuenta.
No son de extrañar, entonces, los lapsus, los patinazos y
las paradojas. Durante mucho tiempo contaron sus autores con la benevolencia de
los periodistas que concedían escasa importancia a los errores y no querían
hacer sangre al poner en evidencia a quienes hablaban en público con poco rigor
y soltaban auténticas ‘perlas’ dialécticas, fácilmente criticables. Hoy, entre
hemerotecas, buscadores y otros soportes memorísticos, por fortuna, ya no es
así.
Ya no son contrasentidos ni barbarismos ni vocablos
inapropiados ni soeces siquiera. Sino conceptos equivocados, una alarmante
falta de ilación, patadas a la concordancia, el reguero de eufemismos, en suma un
lenguaje ininteligible y farragoso. Otero llega a concluir que hay una
premeditada escasa concreción por parte de quienes protagonizan esas salidas de
pata de banco, pero resulta demasiado arriesgado -aunque de boutades también se vive- exponerse a
ridículos que, ciertamente, son difíciles de borrar u olvidar.
lunes, 27 de octubre de 2014
SECUNDARIAS
La primera conclusión del proceso de elecciones primarias desarrollado en algunas federaciones del PSOE es que los órganos de dirección deben hacer un concienzudo examen, con mucho de autocrítica, porque se ha comprobado, desde luego, que es muy perfectible. Era fácil prever que las secundarias iban a discurrir por otros derroteros pero, aunque las prioridades sean otras, que no se olvide la necesidad de revisar el desarrollo de la experiencia, planteada con ánimo de movilización general y de robustecer los reclamos que impulsaran el interés por la política y la cosa pública, tan depauperadas que andan a medida que sigue abierto el chorro de la corrupción sin que ello parezca influir, por cierto, en encuestas que, todavía, a pesar de los pesares, algunos se atreven a encargar y las consultoras a realizar. La crisis no ha cambiado esos menesteres. Así, un reglamento que destilaba muchas lagunas. Debieron difundirlo mejor, por muy accesible que estuviera. Se quejan del escaso tiempo disponible para conocerlo y debatirlo. También se ha escuchado que venía impuesto y que el margen era escaso. Bueno, los interesados y los más responsables seguro que se esforzaron en conocer las disposiciones reguladoras, siquiera para atender las dudas de quienes se muestran más reticentes, se mueven de oídas o hurgan en las interioridades con ganas de justificar algunas determinaciones o de advertir imprecisiones y proclividades a enredos. Estamos ante lo de siempre: se necesita más participación y más formación. Hay que dedicar más tiempo a ésta, sobre todo para conocer con más fundamento las determinaciones internas, evitar manipulaciones e injerencias y decidir de forma consecuente. Es como un efecto antídoto en doble dirección: por una, abrir las agrupaciones, propiciar espacios y métodos para motivar y hacer, por qué no, pedagogía política; y por otra, evitar maniobras o inclinaciones conspirativas, el fomento de personalismos trasnochados, en definitiva, la perversión del sistema. El caso es que si un partido político puede hacer esto, es el PSOE. Con su estructura, con su madurez y con las ganas -al menos teóricamente formuladas- de responder a las exigencias de una sociedad que se ha cansado de la política.Ya advertimos, antes de ser aprobado el reglamento, que era necesario evitar la recluta indiscriminada que tanto recuerda el modus operandi en las elecciones de tercios del régimen anterior. Comporta riesgos y, a la larga, dudosos beneficios. Si lo que se quiere es garantizar apoyos -y para ello hay quien asume hasta el abono de las cuotas- sólo se inflará el censo de forma artificial, de modo que es probable que causen baja una vez liberado el compromiso amistoso o familiar. Cuando se vuelva a la cruda realidad, se comprobará que el socialismo por coyuntura, por interés inmediato, no es consistente. Que haya más simpatizantes que militantes, independientemente del trabajo de captación que se hiciera y de las incorporaciones voluntarias, es preocupante.Luego afloraron las reclamaciones y las resoluciones, más o menos acertadas, hasta sembrar dudas y sombras sobre el proceso. Menos mal que había comisiones de garantías. Las primeras reacciones, al calor de interpretaciones resultadistas, acentuaron el desconcierto. Más que eso, la insatisfacción que el proceso, en su conjunto, había suscitado. Por ello, porque nadie puede negar el valor del avance y del cambio, hay que perfeccionarlo, revisando, corrigiendo y precisando lo que ahora ha devenido incompleto. A ver si lo incluyen en las secundarias, que no solo de programas y candidaturas, entre los principales preparativos, viven la militancia y la corriente de la simpatía.
sábado, 25 de octubre de 2014
PORVENIR SOMBRÍO
Sandra Rodríguez es consciente de que accede a la alcaldía
del Puerto de la Cruz en las condiciones más desfavorables. Parecía
predestinada para hacerlo (de facto, antes de fallecer Marcos Brito, acordaron
los términos de la sucesión) pero algunos hechos previos determinantes y las
circunstancias sobrevenidas en las vísperas y en los prolegómenos del pleno han
producido un más difícil todavía y han añadido buenas dosis de incertidumbre.
Con la felicitación, el deseo de suerte y aciertos. Las dificultades saltan a
la vista y se requiere destreza para superarlas.
Porque es
gobernar en tiempos de crisis, la institucional, la partidista, la económica,
la social y todas las que se quiera. Rodríguez afronta la papeleta al calor de
su experiencia, que no es poca; pero hay factores de mucho peso que tambalean
cualquier augurio de final feliz. Quedan seis meses de mandato y nada más que,
entre la recomposición del gobierno, el aprendizaje de los nuevos ediles, las
secuelas de la cuádruple dimisión (incluidas las del plano interno), los
apremios del día a día, los agobios financieros, las prisas para resolver, las
limitaciones de los recursos, las demandas de sectores sociales, la preparación
inminente del próximo proceso electoral y las asignaturas pendientes de la gestión
emprendida, queda poco margen para intentar lucir resultados.
La herencia
de Brito -y Sandra Rodríguez forma parte de ella- tiene aristas complicadas y
algunas de ellas son inextricables. Lo cierto es que el mandato, por varios
acontecimientos, ha dejado de tener la placidez con que avanzaba en medio de
insólitas agitaciones, algunas de ellas difícilmente tolerables. Sigue
sufriendo la ciudad y continúa el Ayuntamiento sometido a vaivenes de muy
variable definición y adjetivación. Es como si una extraña plaga estuviera
encargada de impedir una elemental aspiración de estabilidad para saber cuál
puede ser su futuro. La ciudadanía está escéptica, su desafección política es
más que evidente, no cree en nada y menos desde que las redes sociales son las
que han puesto remedio a no pocas situaciones de carencias, abandonos y falta
de mantenimiento. Promotores, inversores, actores socioculturales están muy
perdidos, no saben qué hacer: el Ayuntamiento inspira recelos. Desde el
exterior, el Puerto de la Cruz es contemplado como una auténtica caja de
Pandora de la que aún pueden salir muchas cosas indigeribles.
Un porvenir
sombrío, ciertamente.
viernes, 24 de octubre de 2014
jueves, 23 de octubre de 2014
PETRÓLEO PARA DISCUTIR
Hay petróleo -o eso dicen-
en aguas marroquíes. Se sabe después de otra manifestación de la parte del
pueblo canario que exterioriza en las calles su oposición a las prospecciones,
y antes de conocerse las decisiones del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros sobre si procede o no que la ciudadanía
emita su opinión. El petróleo, sin brotar una gota, es causa de cisma en la
sociedad de las islas, acentuado por los intereses en liza que se reflejan, por
cierto, en las inserciones publicitarias en los medios. En una provincia de
Andalucía, mientras tanto no fueron autorizadas las prospecciones. Igual
argumentaron que es indispensable no perjudicar al turismo y que no estamos
exentos de riesgos. O sea, en síntesis, lo que dice Canarias, solo que su
posición no es tenida en cuenta, acaso porque la pugna política está en otras
coordenadas, si se quiere más personalistas.
El dilema, petróleo sí o
no, se revuelve en la recta final de la legislatura. Que lo encuentre
Marruecos, a la espera de las correspondientes evaluaciones técnicas para medir
calidades y posibilidades de comercialización, tampoco es noticia para
congratularse, sencillamente porque los niveles de riesgo en las cercanías del
territorio insular aumentan. A los partidarios del sí, todo esto les da igual,
como si los combustibles fósiles fueran la mejor solución a los males canarios.
Hasta hace muy poco, se creía que las energías renovables, las que se decían
limpias, eran una alternativa que merecían oportunidades de investigación, innovación,
inversión y utilización. Es como si ese discurso estuviera maldito o se hubiera
diluido: nada se dice ya.
Pero se seguirá hablando
del petróleo y de la opinión que el pueblo aún no sabe si podrá emitir, aunque
en las islas miles de personas ya han hecho escuchar su voz opositora. Es una
lucha desigual, claro: gritos y eslóganes y notorio apoyo institucional contra
marca, tecnología potente y dinero publicitario. Pero bueno, se continúa
librando y no está dicha la última palabra.
Sin brotar una gota, aunque
más de uno, sin ver tampoco las supuestamente aparecidas en aguas marroquíes,
se alborozará como si hubiera llovido en mayo o en los parajes más secos de las
cada vez menos afortunadas.
martes, 21 de octubre de 2014
¿EL FIN JUSTIFICA...?
“El Gobierno de Rajoy
‘salvará’ a La Sexta a cambio de que Wyoming y Évole ‘moderen’ sus críticas”. Así titulaba días pasados un digital confidencial la
información relativa a la presumible anulación, por parte del Tribunal Supremo,
de ocho canales de Televisión Digital Terrestre (TDT). Había que releerlo,
claro, así como la información: demasiado fuerte. Para contrastar, la consulta
con otros medios era también obligada. Estaba claro: iban en línea parecida. Atresmedia y Mediaset, los dos grandes grupos de comunicación, se temen lo peor
desde el punto de vista judicial y por eso, siempre según las informaciones
publicadas, han pedido a Moncloa, o sea, a las más altas instancias del
Gobierno que se impliquen en una solución.
Bien es verdad
que por intereses obvios (políticos, empresariales y mediáticos), el asunto no
ha cobrado mayor trascendencia. Dejar hacer, dejar pasar, o esperar que
escampe, o aguardar a que el personal resintonice los canales en el mando,
parecen ser los caminos escogidos. Es probable que así se contente a las
partes. Al menos, temporalmente.
Claro que por
muy entrecomillados que aparezcan los términos salvar y moderar, leídos
sin más dejan abiertas a la interpretación muchas incógnitas. Cierto que las
relaciones entre el poder político y las empresas mediáticas han girado siempre
en torno a eso, una negociación y unos pactos no escritos, que se van
construyendo en una cultura de trueque o intercambio: ‘tú me das a cambio de…’
y hasta el próximo conflicto, cuando haya que revisar, de facto, estos
acuerdos. Pero de ahí a admitir, sin más, que en esas alturas
político-mediáticas se zanjan las controversias de esa manera, cuesta
tragárselo.
El caso es que
ni líneas editoriales ni tratamientos informativos ni columnas o tribunas
críticas con tal o cual actuación gubernamental han escapado de decisiones
drásticas con tal de salvar equis ayudas. Existió el fondo de reptiles. Surgió
el chantajismo confidencial. Están los concursos para garantizar ciertos
ingresos. Y siguen vigentes las ayudas (legales, claro) para subsistir en
tiempos de crisis.
Pero, en la
sociedad de la información, en la democracia española que no termina de
madurar, por lo que se ve, y en pleno siglo XXI, en fin, todavía el negocio se
mueve así. Y cuando el apuro se acrecienta, venga a tocar a las puertas del
ejecutivo. Cuando le corresponde a éste mover ficha, utiliza la que o las que
le queden: ¿ustedes quieren licencias? Vale, que sea a cambio de un ‘trato
amable’, por seguir entrecomillando. Es decir, menos críticas, que se están
pasando, Wyoming, Cintora y Évole, por personalizar. Igual hasta piden las
cabezas pero eso, por ahora, es materia reservada.
Ya el pasado
mes de mayo, los dos operadores expresaron su malestar al tener que irse a
negro algunos de los canales que de ellos dependían y que estaban
consolidándose como productos alternativos. Vasile, el presidente de Mediaset, llegó a hablar de “atropello,
una expropiación injusta y cruel”. Dicen que con un decreto-ley se hubiera arreglado lo que
consideraban un defecto o error de forma, pero lo cierto es que hubo cierre y
tente tieso.
Ahora, cuando
hay riesgos de que se reedite la medida, la pelota está en el alero. Hay que
medir muy bien los pasos antes de despejarla o impedir que caiga. Conscientes
de que hay muchos intereses en juego, nos cuesta creer que esto ocurra hoy en
día pero en la España de Rajoy todo es posible. Trato amable, críticas
bonancibles… para que sigan emitiendo. A ver cómo lo visten, de todos modos.
A lo peor está
expresado muy llanamente y seguro que a partir de muchas lagunas, de esas
incomprensibles; pero todo da a entender, salvo desmentidos tajantes, que las
negociaciones, a la espera de conclusiones -nada menos que en vísperas
electorales- no conocen pudor.
¿Quién dijo que
el fin justifica los medios?
lunes, 20 de octubre de 2014
MERCADO ALEMÁN
Habrá que estar atentos con la evolución económica de
Alemania, un país emisor determinante para el turismo español y más
concretamente para Canarias. Un crecimiento económico del 1,2%, inferior al
previsto (1.6%) por el Gobierno de Angela Merkel, hace que se hable ya de
resfriado. Si la coyuntura se suma a la fuerte caída del mercado ruso, en las
islas hay que estar preocupados.
Son dos
hechos que frenan la racha favorable que caracteriza al sector en los últimos
tiempos. Cierto que las autoridades alemanas hacen gala de prudencia, aun
cuando reconocen el bache que, para el ministro de Economía, Sigmar Gabriel,
“no es una catástrofe”. Y es que, según Gabriel, Alemania sigue su curso de
crecimiento y las perspectivas negativas no son más que una fase de debilitamiento.
La tranquilidad que supone el mantenimiento de la tasa de inflación (0,8%) en
los mismos niveles de julio y agosto hace que las alarmas no se hayan
disparado. Pero para 2015 las previsiones de crecimiento del Producto Interior
Bruto (PIB) son del 1,3%, algo lejos del 2% inicialmente anunciado.
Leamos
algunos datos para contrastar la situación. Según Turespaña, la llegada de
turistas alemanes a España, de enero a agosto del presente año, se incrementó
en un 7,5%. El gasto total subió en torno al 7%, en tanto que las
pernoctaciones hoteleras crecieron solo un 1,3%. Las estadísticas de Aena, por
otro lado, registran un aumento de seiscientos cincuenta mil asientos, un alza
del 6,7%. Aquí aparece Canarias con unas cifras destacadas pues con un crecimiento
de doscientos ochenta y cinco mil asientos (un 20% más) encabeza, por delante
de Madrid y Baleares, las subidas en ese capítulo. En volúmenes globales, la
variación interanual de las rutas Alemania-España aumentó un 3,3% en
septiembre, pero descendió, en lo que llevamos de octubre, un 1,7%.
Algunos
expertos y profesionales, en efecto, habían advertido las incógnitas que
entrañaba el flujo emisor germano no solo por la marcha de su productividad
económica sino por los contingentes que prefirieron el Campeonato Mundial de
Fútbol en Brasil, donde los estadios fueron vistas importantes cantidades de
aficionados alemanes. Y es que el Instituto de Investigación Turística de aquel
país (FUR), en un estudio del que se hace eco Turespaña, “el consumidor alemán
mantiene el viaje vacacional como una prioridad con poca dependencia de la
coyuntura económica, especialmente si se trata del viaje principal del año”. El
problema, según fuentes empresariales, es que los turistas de Alemania empiezan
a interesarse y a preferir los denominados “destinos de largo radio” y citan
Marruecos, México, República Dominicana y Emiratos Árabes como países que ya
registran estimables cifras de afluencia y gasto germánicos.
Quedan dos
meses para acabar el año y estas tendencias determinarán el curso de un mercado
emisor que para nuestro país, después del Reino Unido, es el más importante. Los
alemanes dan estabilidad en todos los sentidos, solía decir el propietario de
un establecimiento hotelero que trabajaba todo el año con ellos. A ver si se
mantiene la tónica.
sábado, 18 de octubre de 2014
LAS PRIMITIVAS PRIMARIAS
Una parte del socialismo español acude mañana a la prueba de
elecciones primarias, abiertas o internas, para escoger candidatos con vistas a
los comicios autonómicos o locales de mayo del año próximo. Es una prueba
democrática y todo un avance en la vida de las organizaciones políticas. Ya se
verán los resultados, sobre todo tras un examen autocrítico muy importante para
madurar y perfeccionar el proceso. La política requiere, precisamente, de
impulsos serios que estimulen la participación. Esta convocatoria de los
socialistas es un reclamo: el hecho de que en algunas federaciones (por
ejemplo, la canaria) el censo de simpatizantes supere en número al de
militantes refleja, cuando menos, un grado de interés y de movilización para la
recluta. Ahí no acaba la cosa, claro: ahora se trata de cultivar esa simpatía
para fidelizarla y ver cómo se plasma a la hora de las urnas electorales
próximas.
Estas elecciones
primarias tuvieron sus antecedentes en el Puerto de la Cruz. Sin grandes
aparatos ni reglamentos de organización como ahora, la Agrupación Socialista
del Puerto de la Cruz emprendió rumbo a la resolución democrática de sus
candidaturas locales en 1987, cuando sus afiliados tuvieron que decidir entre
Félix Real González y José Manuel Afonso Carrillo. Este aparecía como candidato
de la comisión ejecutiva. La asamblea, máximo órgano de la Agrupación, reunida
en los antiguos “Apartamentos Las Torres”, eligió a Real después de que ambos
candidatos expusieran sus respectivos programas y hasta sus previsiones de
candidaturas. Fue una emotiva jornada democrática. Tras conocerse los
resultados y una vez proclamado Félix Real candidato a la alcaldía del Puerto
de la Cruz por primera vez, la comisión ejecutiva, lógicamente, anunció su
dimisión, de modo que fue la mesa de la asamblea la que asumió en aquellos
mismos momentos la condición de gestora.
Ocho años después, en
1995, la historia se repitió. Esta vez en el hotel “Puerto Palace”. La
dirección de la agrupación de entonces, encabezada por Juan José Acosta, se
planteó una renovación y propuso a quien suscribe como candidato a la alcaldía.
Félix Real, con quien manteníamos una excelente relación personal, repetía.
Salvo algunos episodios puntuales, fue una noble lid, planteada con limpieza
(interventores, cabinas de votación y todo) y con resultados de participación
altísimos, hasta entonces desconocidos en la política insular. A nuestro lado,
siguiendo el escrutinio voto a voto, estuvo Juan Manuel Bethencourt, entonces
redactor-jefe de Diario de Avisos. Y también Gutiliano González, el inolvidable
Pineo. La victoria cayó de nuestro lado. Recordamos muchas caras de aquella
noche memorable, un auténtico antecedente de un proceso de elecciones primarias
internas que acreditaban el talante democrático de los socialistas del Puerto
de la Cruz.
Ambas citas, con ocho
años de diferencia, constituyeron las primitivas primarias.
viernes, 17 de octubre de 2014
EL POLÍTICO INCOMBUSTIBLE
Fue siete veces candidato a la alcaldía en representación de
ATI-CC. En dos ocasiones accedió a ella previa interposición de una moción de
censura, apoyada en ambas por el Partido Popular. La desempeñó durante trece de
los últimos diecinueve años. A ello habría que sumar su etapa edilicia del
régimen anterior y su alcaldía durante la Transición política, tras la
enfermedad de Antonio Castro. Dicho así, sin otros añadidos de
responsabilidades públicas, que las tuvo, se diría que Marcos Brito,
políticamente hablando, era incombustible. Con todo lo bueno y malo que eso
significa.
Desde luego,
es uno de los políticos con más tiempo de desempeño en el ámbito municipalista.
Desde que se afincó en el Puerto de la Cruz, tuvo en la docencia y en la
política una doble gran causa a la que dedicar un quehacer casi indesmayable.
En el tercer intento, cuando en su partido ya le daban por amortizado, hizo
realidad una aspiración convertida en obsesión: acceder a la alcaldía. Después,
quiso hacerlo por la voluntad mayoritaria de los ciudadanos pero no hubo votos
suficientes y en 2003 tuvo que volver a entenderse con el PP, ‘el pacto
natural’ como solía decir.
Hombre de
ideas fijas y convicciones firmes, procuró esmerarse en la gestión del día a
día, en la resolución puntual de los problemas mediante criterios o medidas
prácticas, aunque bordeasen la norma. Siempre concedió prioridad a esos
asuntos, antes que los planteamientos ideológicos o participativos. Con ese
modo de entender la política, o sea, con ese estilo muy unipersonal y
acaparador, intransigente en las distancias cortas, discrepamos -a veces,
frontalmente- en la relación política que mantuvimos. Son otros los que habrán
de valorar si fue un antagonismo sano. Sin eufemismos ni mentiras piadosas, sin
incurrir en lisonjas ni fingimientos oportunistas, hemos dicho lo mismo que en
vida. Con un añadido: el respeto recíproco en lo personal y en lo familiar,
hasta cultivarlo y hacerlo intocable. Quizá por eso nos hizo pregoneros en
julio del año pasado. Una funcionaria, en cierta ocasión, comentó que Brito y
un servidor solo teníamos dos cosas en común: las horas de trabajo que
dedicábamos a la institución y la afición por el Real Madrid.
En el salón de plenos y en las actas
de las sesiones quedan los debates y las controversias. También, haber
compartido afanes inexpugnables, por el bien de una ciudad y de sus
gentes. El Puerto le podía. El
municipio, su obsesiva porfía desde que echara raíces. Adiós al político incombustible.
jueves, 16 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
INFORMAR EN TIEMPOS DEL ÉBOLA
La crisis del ébola está siendo durísima en todos los sentidos, también en el informativo. La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) había instado la semana pasada a ejercer el periodismo informativo sobre el particular con la máxima responsabilidad y el máximo rigor, “evitando en todo momento la comercialización del sufrimiento ajeno”, pero como que no se han seguido sus sugerencias o sus indicaciones en algunos casos.
Ni tampoco las de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) que pidió ofrecer una información rigurosa y contrastada; evitar los bulos, los rumores y la especulación; seleccionar fuentes expertas, suficientemente acreditadas desde el punto de vista técnico y clínico como portavoces; respetar la intimidad de los afectados, de su familia y de su entorno y poner al frente de la información de esta crisis a profesionales especializados en salud.
Si dos medios publicaron la noticia del fallecimiento de la enfermera Teresa Torres, es evidente que no fueron tenidas en cuenta lo que eran algo más que recomendaciones. Si fue necesario crear una comisión científica para coordinar la crisis en una decisión gubernamental que implicaba poner al frente de la gestión a la mismísima vicepresidenta, está claro que la sombra del desastre planeaba hasta entonces sin control de ningún tipo. Si las contradicciones y los vacíos de cargos políticos responsables se concatenaban con los testimonios de afectados y allegados obtenidos ‘in extremis’, era consecuente que predominase el desconcierto y que la confusión se apoderase de propios y extraños. Si las redes sociales ardieron a cuenta del sacrificio del perro de la enfermera, en una inusual controversia dentro de una delicada situación, es que la sensibilidad alcanzaba niveles significativos. Si en Alcorcón (Madrid), localidad donde reside la sanitaria, se constata el miedo que padecen vecinos -algunos de los cuales se han trasladado-, no hay duda de la incertidumbre desatada. Parecía como si un hecho tan grave y no atajado del todo desde el punto de vista de salud se convirtiera en un espectáculo, en un circo en el que circulaban sin orden ni concierto las atracciones más inesperadas.
Con razón, la ANIS consideró en su comunicado que “aprovechar esta crisis para coinvertir la información en espectáculo con el objetivo de ganar audiencia, anula la credibilidad de los medios y su función de servicio público y deja a los ciudadanos indefensos cuando están más necesitados que nunca de recibir datos verídicos, rigurosos y debidamente contrastados”.
Pero la gran verdad es que alarmismos y sensacionalismos fueron creciendo en medio de un problema serio de salud pública y de responsabilidad política que, a la espera de ser analizado con más perspectiva, está dejando una preocupante estela sobre el papel de los medios de comunicación, incluso por ese hecho que supone enterarse de sucedidos antes que las propias autoridades. Habrá que ver cuáles son las aplicaciones de los códigos deontológicos.
Ni tampoco las de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) que pidió ofrecer una información rigurosa y contrastada; evitar los bulos, los rumores y la especulación; seleccionar fuentes expertas, suficientemente acreditadas desde el punto de vista técnico y clínico como portavoces; respetar la intimidad de los afectados, de su familia y de su entorno y poner al frente de la información de esta crisis a profesionales especializados en salud.
Si dos medios publicaron la noticia del fallecimiento de la enfermera Teresa Torres, es evidente que no fueron tenidas en cuenta lo que eran algo más que recomendaciones. Si fue necesario crear una comisión científica para coordinar la crisis en una decisión gubernamental que implicaba poner al frente de la gestión a la mismísima vicepresidenta, está claro que la sombra del desastre planeaba hasta entonces sin control de ningún tipo. Si las contradicciones y los vacíos de cargos políticos responsables se concatenaban con los testimonios de afectados y allegados obtenidos ‘in extremis’, era consecuente que predominase el desconcierto y que la confusión se apoderase de propios y extraños. Si las redes sociales ardieron a cuenta del sacrificio del perro de la enfermera, en una inusual controversia dentro de una delicada situación, es que la sensibilidad alcanzaba niveles significativos. Si en Alcorcón (Madrid), localidad donde reside la sanitaria, se constata el miedo que padecen vecinos -algunos de los cuales se han trasladado-, no hay duda de la incertidumbre desatada. Parecía como si un hecho tan grave y no atajado del todo desde el punto de vista de salud se convirtiera en un espectáculo, en un circo en el que circulaban sin orden ni concierto las atracciones más inesperadas.
Con razón, la ANIS consideró en su comunicado que “aprovechar esta crisis para coinvertir la información en espectáculo con el objetivo de ganar audiencia, anula la credibilidad de los medios y su función de servicio público y deja a los ciudadanos indefensos cuando están más necesitados que nunca de recibir datos verídicos, rigurosos y debidamente contrastados”.
Pero la gran verdad es que alarmismos y sensacionalismos fueron creciendo en medio de un problema serio de salud pública y de responsabilidad política que, a la espera de ser analizado con más perspectiva, está dejando una preocupante estela sobre el papel de los medios de comunicación, incluso por ese hecho que supone enterarse de sucedidos antes que las propias autoridades. Habrá que ver cuáles son las aplicaciones de los códigos deontológicos.
martes, 14 de octubre de 2014
LA SONRISA DEL NIÑO
Juan Cruz Ruiz, como si no se agotara su recorrido por el territorio de la memoria, desveló otra de las intimidades de su infancia: la mirada, la suya, en realidad la de su madre, la que transmitía lo que estaba pasando ahí fuera y la que atravesaba los cristales del ventanal hasta llegar a la montaña de Las Arenas, en el límite del Puerto de la Cruz natal. Ahora, décadas después, es Oliver, el nieto del escritor, el que mira, el que balbucea y el que inspira esta intimista entrega El niño de las siete (las seis en Canarias), (Diego Pun Ediciones), presentada en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) -lleno hasta agotar las sillas suplementarias- en ese ambiente que tanto gusta a Cruz, que toma apuntes sobre la marcha, evocando el préstamo de sus primeros libros y la redacción corregida por Analola Borges quien advirtió que una expresión malsonante había echado a perder la categoría del trabajo. Estaban los familiares -solo echamos en falta a Oliver y a sus padres- y los amigos de Juan, los de siempre, los que agradecen la ruptura del academicismo para descubrir con absoluta naturalidad cómo la hija de José Rodríguez Barreto se identifica entre el público cuando el pintor José Luis Fajardo (autor de las pinturas que aparecen en el libro), desvela parte de sus correrías y del republicanismo que atesoró a principios de los años sesenta en aquel Skandinavia de recuerdo imperecedero, como lo prueban las pocas palabras suecas que repetía con tanta gracia. “Entonces, ¿tú eres la hija de don José?”, se preguntó incrédulo un Fajardo que revelaba las reconfortantes sensaciones de la mañana, cuando acompañó a Juan Cruz Ruiz en el acto durante el que se materializaba la concesión de su nombre al colegio de enseñanza infantil primaria de La Vera y un niño -al que veía por primera vez en su vida, claro- se acercaba para abrazarle y preguntarle: “Oye, ¿tú eres Diego Pun?”. El pintor afirmó porque advirtió la ingenua ignorancia de la criatura y porque acaso pretendía prolongar la calidez que imprimió a sus pinturas cuyos originales Cruz fue exhibiendo de forma deshilvanada. Para rigor, ya habíamos contrastado el de Benigno León Felipe, profesor de la Universidad de La Laguna, con una explicación del intimismo de la obra y de la dimensión editorial. Y Ernesto Rodríguez Abad, de Diego Pun Ediciones, imprimió con ribetes de teatralización perfecta, la que tanto ambiciona en sus cuentacuentos, la lectura del perfil biográfico de los autores de El niño de las siete (las seis en Canarias) que un día, si lee este artículo o le digan cómo fue el acto, es probable que se pregunte qué hizo para merecer esos honores y esas apreciaciones críticas y afectuosas que, en todo caso, respondían a una calidad bien ganada en todos los órdenes.
lunes, 13 de octubre de 2014
HORA DECISIVA PARA EL SOCIALISMO
Solemos recurrir a la expresión ‘el día después’ para apelar
a la reflexión o a la previsión de las consecuencias que sucedan a cualquier
toma de decisión, mejor dicho, de aquélla que entrañe un significado especial o
implique una trascendencia fuera de lo común. Ahí lo pedimos prestado a
Nicholas Meyer, el director de la célebre película así titulada “El día
después”, ese en el que no se suele reparar, simplemente para llamar la
atención de cuantos participan en una determinación o un resultado y va a haber
unas repercusiones colectivas que influirán de forma directa en la organización
y el ámbito en que se desenvuelve.
El
socialismo español se apresta para otra jornada (el próximo domingo) de tales
características: la convocatoria para elegir, en modo de primarias abiertas o internas, los
candidatos que han de representarlo en los comicios autonómicos y locales de la
próxima primavera. Si importante es esa fecha para candidatos que han sido
proclamados, lo es también para militantes y simpatizantes y para toda la
organización a la que nadie podrá negar, desde luego, la voluntad de dar pasos
para incentivar los cauces de participación y conectar mejor con la sociedad
que, por múltiples razones de amplio análisis, se ha ido alejando.
Pero no
basta con decir que ha sido un avance considerable, que se han democratizado
algunos métodos o que las demás organizaciones políticas tendrán que inventarse
dispositivos similares si es que no quieren ser acusadas de anticuadas, poco
transparentes o escasamente democráticas: el PSOE tendrá que desmenuzar los
pormenores del funcionamiento de este sistema con el fin de perfeccionarlo. Ya
son conscientes sus dirigentes de que los vientos soplan en contra, de que la
política no es actividad que atraiga -aunque viendo algunas luchas y algunos
episodios, hay que relativizar esa apreciación- y de que, tal como evolucionan
las exigencias de la vida pública, es indispensable estimular la formación de
los militantes y el apego a la política si es que de verdad se quiere fomentar
la participación activa en procesos de esta naturaleza.
Por lo
tanto, lo que importa de verdad es el próximo lunes, no solo para hacer
recuento y repasar actuaciones sino para contrastar los efectos de la
movilización del partido y hasta dónde han llegado los niveles de incorporación
de los simpatizantes. Vienen luego unos meses en que hay que completar el
proceso y compatibilizar las tareas orgánicas con las institucionales. Y
preocupa también el día después qué van a hacer los derrotados y sus
seguidores: conocemos bien algunos casos de reacciones intempestivas, de
resquebrajamiento y de ruindades posteriores en cualesquiera forma de
desentendimiento y de críticas malsanas en foros inapropiados extendiendo un
reguero de descontento que revierte sobre muchísima gente.
En eso es en
lo que deben afanarse los candidatos: en aleccionar a sus seguidores de modo
que, ocurra lo que ocurra, al día siguiente estén en plena predisposición de
respaldar al ganador. Será entonces cuando cobren vigencia conceptos como el compromiso
y la responsabilidad, demostrables con hechos, siquiera refugiándose en labores
domésticas como ensobrar candidaturas, intervenir en redes sociales o asistir a
algún acto público.
¿Serán conscientes los militantes
socialistas de lo que representa ese paso? ¿De que es suya, y exclusivamente
suya, esa responsabilidad? Hacen tabla rasa (al menos, formalmente, para
ciertas decisiones), deciden libremente y habrán de continuar con un ejercicio
comprometido y consecuente. Ojalá eso haya servido también de actitud
reflexiva, es decir, para darse cuenta de que hay que enterrar el cainismo y
cultivar el compañerismo. A ver si se percatan de que son reprobables ciertos
métodos sectarios y ciertas prácticas excluyentes. Un partido político -en
realidad cualquier organización colectiva- se construye con la suma de
esfuerzos y de aportaciones, con lealtad probada a los principios ideológicos y
a los postulados programáticos. Nada de eso impide la autocrítica, la
pluralidad de criterios y los enfoques diversos pero que, desnaturalizados con
los personalismos y las ambiciones individuales o grupales (más tarde o más
temprano terminan aflorando), producen efectos muy nocivos.
Más autoestima y menos flagelo, que
esa es otra. Así como la primera no debe ser entendida como complacencia o base
de frágiles y acomodaticias convicciones, que esté claro que el látigo
esgrimido para castigar a aquéllos con los que se discrepa o no se simpatiza es
el mismo con el que se hace sufrir a una causa o a una organización que bastante
recibe ya de adversarios políticos, medios y sumideros que no reparan en gastos
para doblegar al socialismo.
El asunto se resume en que el PSOE
tiene que superar el viejo dicho de que el enemigo lo tiene en casa. Y que
tantas energías derrochadas para superar al compañero aspirante solo sirven para
fortalecer a los antagonistas. Será entonces cuando, después de tantos años, se
pueda hablar de madurez.
sábado, 11 de octubre de 2014
SIN ALUMBRADO PÚBLICO
La zona alta del
municipio sigue sufriendo problemas de deficiencias en los servicios públicos.
Hace unos meses, recordemos, el suministro de agua potable fue irregular y
riesgoso, aunque la población aguantara tres semanas con ánimo estoico y sin
mayor alarde que una manifestación de apenas quinientas personas cuando la
población afectada superaba los diez mil habitantes. La empresa concesionaria y
el propio Ayuntamiento se las vieron y desearon, si bien al final encontraron
una solución cuyas repercusiones económicas se conocerán algún día. Porque
alguien tendrá que pagar, no nos engañemos.
Ahora es La Vera la que padece la
interrupción del servicio de suministro de energía eléctrica. Desde la alcaldía
han justificado la consecuencia de una obsolescencia del sistema y de una
avería que ya está en vías de solución. Bien. ¿Pero por qué no se informó con
previsión, por qué no fueron advertidos los vecinos de que era necesario
proceder a cortes graduales hasta que el suministro quedara repuesto con
garantías?
Es lo inexplicable. Así, varios días a
oscuras -siete, según información periodística- para desplazarse o para dejar
los residuos sólidos en los contenedores ayudados por linternas y embutidos en
chalecos reflectantes. Y hasta murió una cabra atropellada de las dos que
escaparon de una finca de los alrededores.
Pónganse en lo peor si se hubieran registrado víctimas personales.
Que los vecinos afectados se sientan
abandonados, aunque parezca exagerado, es normal. Cuando se prolonga una situación
anómala, una falta de cobertura en la prestación de un servicio básico, es
consecuente el malestar. Se supone que constatada la deficiencia y contrastados
los riesgos para la integridad física, era necesario informar y prevenir. Y
miren que hay sistemas o dispositivos para hacerlo.
Pero no: siete días sin alumbrado
público y con apenas tardías explicaciones para justificar el corte. Claro que
sí: razones para quejarse. Pero en este Puerto, ya se sabe: como si de
indolencia o anestesia colectiva se tratase.
jueves, 9 de octubre de 2014
miércoles, 8 de octubre de 2014
ALFONSO TRUJILLO, REPUTADO DOCENTE OROTAVENSE
Se cumplen
hoy treinta y cinco años del fallecimiento de Alfonso Trujillo Rodríguez,
maestro y profesor universitario de La Orotava, investigador y autor de varias
publicaciones.
Precisamente, el hallazgo de una de
ellas, en la enésima reordenación de la biblioteca, dedicada personalmente,
inspira este recuerdo a quien durante los últimos años de bachillerato, en el
colegio Gran Poder de Dios, nos había enseñado latín, griego, literatura e
historia del arte. “Para que tengas constancia de que hubo un ‘Puerto de
Orotava’”, escribió Trujillo en el interior de aquella monografía, editada con
motivo del tributo a Elías Serra Rafols que le dedicó la Universidad de La
Laguna con el título Algunos aspectos
económicos del valle de La Orotava en el siglo XVIII (Secretariado de
publicaciones).
Don Alfonso -siempre le llamamos así,
permitan que en esta semblanza también lo hagamos- descargaba su fina ironía en
la rivalidad que entonces, finales de los años sesenta del pasado siglo,
caracterizaba, principalmente en el deporte, la relación entre La Orotava y
Puerto de la Cruz. A sus clases íbamos para aprender, naturalmente, las
materias que impartía; pero también otras ramas del saber, más domésticas o más
cercanas, para las que siempre tuvo alguna ocurrencia graciosa, a veces más de
un sarcasmo.
Era su personalidad, su forma de ser.
Le gustaba bromear, a partir de cantares o de frases hechas. Sus alumnos
aprendimos pronto que cuando lucía gafas negras se acentuaba en su rostro un
rictus de tristeza. “La procesión va por dentro”, dijo una vez, pero no nos
atrevimos a preguntar el significado de aquella expresión.
Hay recuerdos de aquella etapa que se
concatenan. Con un modesto Wolkswagen, color beis, matrícula TF-40018, se
desplazaba a todas partes, desde La Orotava, para cumplir con sus cometidos
profesionales. Él fue quien, a muy temprana hora, una lluviosa mañana de
noviembre de 1968, nos avisaba de las graves repercusiones de un aluvión que no
cesó en toda la noche. Estábamos unos pocos alumnos en el porche del colegio,
junto a la plaza de la Iglesia. Desde el coche, preguntó “¿qué hacen aquí?
Vamos a suspender la clase de hoy, hay que estar pendientes de lo que sucede en
la barriada, allí residen muchos compañeros de ustedes que igual necesitan
ayuda. ¡Venga!, métanse en el coche, a ver hasta dónde podemos llegar”.
En la clase siguiente, aún con el
impacto de haber visto un hombre descabezado en las cercanías del puente del
Salto del barranco, cada quien contó su peripecia.
En otra ocasión, un domingo por la
tarde, coincidimos en el exterior del campo El Peñón (paseo Luis Lavaggi), a la
terminación de un Puerto Cruz-Orotava. Ya uno escribía crónicas deportivas.
“Voy a medir tu imparcialidad”, dijo don Alfonso, pendiente de leer nuestra
reseña y de seguir nuestra vocación periodística. Y se fue a conducir su
Wolkswagen. Aquella fue una breve e inolvidable lección.
Un
día, mientras explicaba el romanticismo en la literatura española, le requirieron
desde secretaría. Interrumpió su relato y se ausentó, hecho que aprovechamos
los alumnos para curiosear en los cuadernos que había dejado sobre la mesa. Ahí
descubrimos cómo calificaba en una hojas cuadriculadas: de cero a cinco, ponía
vocales, algunas acentuadas y otras con una coma al pie. No supimos el
significado de aquella peculiar forma de poner notas.
“Ex libris. ATrujillorum”, era su sello
inconfundible en las obras que prestaba o ponía a disposición en plena clase
para ejercicios prácticos o comentario de textos. Se le veía dichoso cuando
enseñaba historia del arte, cuando desmenuzaba las características de un
cuadro, de una escultura o de un estilo determinado. Le debemos, desde luego, el amor que quiso
inculcar en cada explicación para que nos aficionásemos al arte. Nos hubiera
gustado, por supuesto, someter a su consideración y corrección cualquiera de
los textos que hemos escrito para las presentaciones de exposiciones.
Nacido en La Orotava (diciembre, 1932),
fue profesor adjunto de quien fuera rector lagunero, Jesús Hernández Perera.
Tenía 46 años cuando dejó de existir, un 8 de octubre de 1979. El Ayuntamiento
villero instituyó un premio con su nombre. Siempre hemos lamentado su
fallecimiento y siempre albergamos la idea de que había pendientes unas líneas
que glosaran su trayectoria de buena persona y excelente profesor en aquellos
años de bachillerato superior de letras. Deuda saldada.
martes, 7 de octubre de 2014
SILBIDOS DE ALARMA
Ha saltado la Asociación Hotelera y Extrahotelera de Tenerife
(ASHOTEL) en demanda de un impulso a los convenios firmados para materializar
varias actuaciones en el marco del Plan de Modernización y Mejora del Puerto de
la Cruz, aparentemente bloqueadas en sede de la Comisión de Ordenación
Territorial y Medio Ambiente de Canarias (COTMAC). La patronal hotelera pide a
la consejería de Obras Públicas, Transportes y Política Territorial que ponga
fin a un estancamiento que reedita sombras de incertidumbre en un destino
turístico que debía ser consciente de que el Consorcio de Rehabilitación
Turística, con recursos presupuestarios propios, era el último tren que pasaba
para su relanzamiento.
Pero el
Consorcio se quedó sin gerente después de importantes avances en materia de
planificación y, lo que es más, de sensibilización de unas conciencias
empresariales y profesionales que nunca sobresalieron por su emprendimiento y
por su capacidad de gestión más allá de la concentrada en sus propios
establecimientos. Aún al día de la fecha, la baja de Senante (han pasado ocho
meses) no ha sido cubierta, el Consorcio no produce noticias, las actuaciones
no han pasado de meros anuncios o de proyecciones sin sostén ni seguimiento y
el propio sector turístico aparece entre descorazonado y desentendido, sin fe y
resignado a convivir con estos parones que oscurecen el sombrío panorama de la
ciudad. La marca Puerto de la Cruz, esa que aún sigue cotizando al alza en el
concierto de la oferta turística, se resiente, como si nadie quisiera apiadarse
de ella. Algo tan elemental a estas alturas como mejorar la competitividad se
ha convertido en un objetivo difícilmente alcanzable.
De ahí que
la queja de ASHOTEL sea consecuente. Su vicepresidente, Enrique Talg, está
comprobando lo que en el pasado le costaba aceptar: lento funcionamiento de las
administraciones, dudosos efectos reactivos y propensión a la incredulidad
entre la propia gente del sector. Una lástima porque había recursos y algunos
avances se habían producido, incluso haber propiciado una interactividad
orientada a un mejor conocimiento y a una identificación con lo que se estaba
haciendo y con lo que se quería hacer, es decir, que se viera una acción
sostenida más allá de las coyunturas o de los desentendimientos políticos.
“El
Consorcio es vital para la dinamización y modernización del Puerto de la Cruz
como destino turístico”, ha dicho Talg, casi como un intento desesperado de
reimpulsar su ejecutividad. La petición de desbloquear treinta y cuatro
convenios, ya firmados, hay que contextualizarla ahí. Diez de esos acuerdos,
por cierto, inciden en actuaciones de carácter urbano; los otros veinticuatro
estriban en mejoras de equipamiento privado. Bien que se reivindique ante el
Gobierno autonómico y ojalá haya respuestas ágiles. Porque ojo, el tiempo se
agota, las consignaciones presupuestarias pueden volver a sufrir reajustes a la
baja en tanto las previsiones se desfasan, el escepticismo del sector turístico
local se acentuará y la oportunidad del tren del Consorcio se perderá como
otras muchas cosas en un destino turístico que todavía no ha entendido que no
se puede vivir eternamente de las rentas.
Los silbidos
de alarma ya han sonado.
lunes, 6 de octubre de 2014
RECUPERACIÓN, TAMBORES LEJANOS
El ministro Montoro habló de
los Presupuestos Generales del Estado para el año próximo como los de la
consolidación de la recuperación. Pero hasta los más suaves críticos con la
gestión económico-financiera del Gobierno ponen en duda buena parte de esa
recuperación.
Porque,
en efecto, para el pensionista al que incrementan en un porcentaje irrisorio
(0,25%), para el funcionario al que han vuelto a congelar sus retribuciones,
para el contribuyente que paga más tasas e impuestos, para el enfermo crónico
que abona un 10% de su tratamiento, para los parados de larga duración o para
quienes están en el umbral de la pobreza o en riesgo de exclusión social (o
sea, unos 2.5 millones de personas), la palabra recuperación les debe sonar a
tambores lejanos, en unos cuantos casos, insultante.
Es
cierto que va a haber más inversiones en infraestructuras (un 8,8% más que en
2014), por primera vez en este capítulo desde que la crisis hizo acto de
aparición y frenó no pocas actuaciones. Y como es cierto, igualmente, que las
transferencias del Estado a las comunidades autónomas crecerán un 7,8%, en
tanto que los recursos para los ayuntamientos crecerán un 2%. Montoro trató de
ser persuasivo en sus explicaciones, con mensajes como la necesidad de contener
el gasto público o lo que es igual no gastar más de lo que crece la economía.
Estas,
y todo el conjunto de previsiones presupuestarias, como es sabido, son para un
año electoral. Eso siempre condiciona. Recordemos, en ese sentido, que está en
marcha una reforma fiscal que ya asoma las aristas de la controversia:
mientras, por un lado, se habla de una reducción de tributos para un 10% de la
población, al 90% restante se le suben los impuestos indirectos. Lo peor es que
en este altísimo porcentaje de ciudadanos, hay que incluir a quienes verán recortadas
las ayudas y prestaciones sociales. Por tanto, se puede advertir desde ya una
cierta desigualdad que se aprecia también en los niveles de inversión para la
cohesión social, insuficientes, desde luego, para hablar con propiedad de
recuperación económica, tal como hacen los miembros del Gobierno.
Son
unas tres millones trescientas mil las personas en situación de desempleo que
no perciben protección alguna. El incremento de esta cantidad, desde enero
2010, casi alcanza los dos millones. Y es ahí donde también se refleja el
desequilibrio del que hablamos: el Gobierno del Partido Popular (PP) reduce,
por un lado, el gasto de atención al desempleo en más de cuatro mil millones de
euros; y por otro, prevé aplicar una reducción fiscal entre los niveles de ingresos
más altos cuyo importe se aproxima a la anterior cuantía: unos tres mil
setecientos millones de euros.
Claro
que el rodillo de la mayoría parlamentaria dará por buena esa desigualdad… y
todo lo demás.
sábado, 4 de octubre de 2014
¡TIENE UN VINO! NOS CLAVÓ CON LA CUENTA
Mucho
se ha hablado de vino estos días. Un fraude que no es nuevo pero que ha saltado
ahora a los medios, fruto, seguramente, de alguna maldad, que esta tierra, con
toda lo buena que es su gente (o de eso presumimos de vez en cuando), se las
gasta intencionadas cuando algún daño hay que hacer.
Por
el fraude y por el libro de Rafael Lutzardo, por cuyas páginas se pasa de un
tirón con ganas de saborear alguna de las sabrosas especialidades escogidas y
una cuarta -esa es la medida tradicional, ¿no?- de vino del país, que esta era
la forma de identificarlo o denominarlo antes de la expansión de los mercados y
del crecimiento de los guachinches que figuran ya, por cierto, hasta en la
literatura administrativa autonómica.
La
presentación del libro (véase nuestra entrada de ayer viernes 3) nos permitió
rescatar aquellos “lugares de perras de vino” del Puerto de la Cruz,
gradualmente desaparecidos a medida que el turismo iba imponiendo sus usos,
costumbres, ofertas y exigencias.
Los
portuenses fueron buscando otros rumbos para no perder la tradición de “visitar
altares” y dar continuidad a las meriendas o al vaso de vino sin más (bueno,
también con manises o aceitunas y queso blanco). Iban descubriendo sitios,
“partetas” que decían, que luego semiocultaban o hablaban de ellas muy
reservadamente, como para que nadie compartiera las “exquisiteces” aparecidas.
Y
así, empezaban a presumir luego de dos cosas: una, la calidad del caldo bebido.
Quizá no eran capaces de argumentar dos rasgos distintivos pero exclamaban:
“¡Tiene un vino!”. Eso servía para repetir la visita o como expresión
propagandística de ese sistema ‘boca-oído’ que tan buenos resultados ha
reportado.
La
otra era la cuenta. Memorizaban de corrido los artículos consumidos y la
recitaban, enfatizando el resultado final, sobre todo si aparentaba ser barato
para la calidad de lo que se había digerido. Quizá ahí comenzó a cobrar cuerpo
lo de la relación calidad-precio. En otras ocasiones, no: cuando la cantidad
parecía elevada y se distribuía entre los cuatro, seis o los comensales que
fuese, comentaban con fastidio: “¡Nos pegó una clavada!”.
He
ahí otras formas de interpretar el costumbrismo portuense. Se conservan estas
manifestaciones, es más, se van transmitiendo. Aunque haya vino adulterado y
algunos precios se han disparado.
viernes, 3 de octubre de 2014
TODO UN RITO
“Los guachinches es el lugar donde se saborean los mejores alimentos, se bebe el mejor de los vinos y se disfruta de la amistad más querida. El salir de guachinches es un sentimiento de fraternidad y su esencia es la compañía de aquellas personas que nos quieren y a quienes queremos”, escribe el abogado Manuel Jesús Hernández Herrera en una de las nueve entradas de opinión incluidas en el libro que hoy presentamos bajo el título “Amistad y guachinches: una relación para disfrutarla”.
Es una concisa descripción de estos lugares que han precisado de una regulación legal autonómica (que ya tiene un año de vigencia, por cierto) pero también de una publicación que define pormenorizadamente, con sentimientos y todo, los valores de este tipo de establecimientos tan integrados en la idiosincrasia isleña. Tanto, que hasta gozan de denominación distinta, según el territorio: guachinches en Tenerife y bochinches en la provincia oriental.
Si la descripción de Hernández Herrera condensa características y ambientación, no lo es menos la gráfica que ilustra la página 65, la única de las contenidas en el capítulo de “Fichas técnicas” que no plasma alguna de las sabrosas especialidades elaboradas en los veinticinco establecimientos reseñados.
Se ve, en efecto, la foto de un cartel pintado de forma artesanal con letras mayúsculas: “Guachinche Fariña. Vendo mi vino”.
Atinada selección y acierto del autor al insertarla pues refleja el espíritu de lo que son estos espacios muy vinculados al medio rural (“artilugios de la imaginación campesina”, feliz metáfora del periodista Román Delgado, otra de las destacadas rúbricas aparecidas en el libro), espacios/artilugios convertidos, con el paso del tiempo, para muchas familias y trabajadores de otros ramos, en medio de vida, en fuente de negocio o actividad económica productiva.
Es difícil encontrar mejor síntesis anunciadora o propagandística: la localización, el apellido y el producto, dicho este sin otro reclamo que el propio cultivo. “Vendo mi vino” y Fariña (en La Matanza de Acentejo) se gana el sustento y hace brindar con fruición a paladares muy diversos que habrán degustado, vayan ustedes a saber, especialidades hechas con esmero, con sus toques singulares para diferenciarlas. Son las que forman parte de un rico acervo gastronómico amasado o combinado con productos de la tierra hasta constituir una sólida tradición, no exenta de innovaciones, y una seña de identidad de los canarios.
Con todos estos elementos, y muchos más, desmenuzados en las páginas del libro, Rafael Lutzardo Hernández, nos invita a ir de guachinches… “y otras casas de comida”, una suerte de aditamento que colgó en el título de la obra para precisar y hasta para ilustrar a los desconocedores y curiosos.
Él reconoce haber vivido a plenitud entre cuestas, vericuetos, predios recónditos, decoraciones rudimentarias, sobrios mobiliarios, aromas inconfundibles y sabores apreciables, entre ambientes familiares y cercanos, no importa el día, en cualquier lugar, allí donde derivase, probablemente, del infalible sistema ‘boca-oído’.
Son sus vivencias, es su experiencia, la que ha querido plasmar en una obra modesta en la que da cabida a sus amigos, con quienes habrá coincidido o habrá conocido en alguno de estos establecimientos. De los fogones y las sartenes a las páginas de un libro, saboreando y distinguiendo caldos, conversando de lo que se tercie, animándose recíprocamente para el reencuentro. Lo confiesa, ha sido inmensamente feliz:
“No por menos -escribe el autor- he de dejar de mencionar que el guachinche enamora, seduce, porque encierra lágrimas que vuelven con recuerdos cogidos de la mano y risas que brotan al revivir momentos con amigos. Es una charca repleta de sentimientos…”.
¡Pensar que el Puerto también tuvo sus guachinches! Permitan que evoque y reproduzca una visión titulada ‘Lugares de perras de vino’ y publicada en enero de 2011 en el blog que editamos. Dice así:
“La eclosión turística, ya en los años 70 del pasado siglo, acabó en el Puerto de la Cruz con la costumbre de muchos de sus habitantes de echarse las perras de vino en lugares del propio municipio. Los propietarios o arrendatarios de pequeños y modestos establecimientos que se dedicaban a esta actividad fueron cerrando las puertas. El caso es que los turistas sí venían buscando tascas y lugares típicos. En cambio, los portuenses fueron abriendo otros horizontes, preferían ventas y bochinches especialmente de la ruta norte.
Puestos a evocar los lugares donde se despachaba vino o donde había unas pocas especialidades para comer, habría que citar el bar de Isidoro Torres, en la calle Doctor Ingram, donde servía lapas, burgados y pulpos. Los primeros peninsulares encontraron un buen refugio en casa de Liberia Baute, en la calle Cruz Verde. Muy cerca estaba el popularmente conocido bar “Basura”, regentado por Casimiro Rodríguez Delgado.
Por lo general, eran locales pequeños, con barra y mostrador y una elemental ornamentación. Alguna acuarela, algún objeto típico o antiguo y almanaques que debían servir de un año para otro pues a menudo ni eran cambiados.
En la calle Santo Domingo, en el antiguo garaje de Francisco Machado, estaba Baute. Dicen que despachaba “chiclana”, con raciones de bogas y chicharros. En la misma calle, un bodegón se hizo muy popular entre los que gustaba “merendar”: “El Presidio”, dirigido por Juan Palmero. Con los años se convirtió en un restaurante de estimable nivel. Siguiendo el trayecto, en la Punta del viento, estaban “Los jesuitas” y en llegando a la Punta de la carretera, abría sus puertas “Casablanca”.
“La Gorda”, con dos accesos calle La Hoya y plaza de los Reyes Católicos, se convirtió en uno de los lugares más frecuentados, dicen que por la calidad de los caldos procedentes de cosechas privadas de la zona de Acentejo.
María Yanes, popularmente conocida como María “Campolimpio”, tenía una pequeña venta al principio de la calle Blanco, muy cerca de Las Cabezas. Sentada en una especie de trono, desde allí dirigía y observaba las operaciones de despacho de vino, chochos y manises.
Germán Molina Padrón tuvo un pequeño negocio -la fama de los tollos elaborados por su esposa Candelaria es imborrable- en la calle Lomo, esquina a Teobaldo Power.
Se convirtió en un clásico, como el de Francisco Fernández, ‘el Capitán’, enfrente de la antigua Casa Sindical. En la calle Lomo, por cierto, en un local de Lola García, Servando Pérez despachó cuartas y cuartas. Siguiendo esa ruta, en la esquina con Mazaroco, un local de nombre muy llamativo “Rompeyraja”. Otro emplazamiento de la calle Lomo, el de Vicente Torres Ortiz, popularmente conocido por ‘el Choli’.
Cercanías de El Peñón: allí estaba Mamerto Lorenzo, que se hizo localmente célebre los días de fútbol y entierro. Se hizo moneda corriente entonces echar una cuarta o una cerveza, acompañada de una tapa de chochos.
Agustín, el de El Templete, y Frasquita, popularmente ‘La abejona’, convirtieron sus locales y sus ocupaciones en medios de vida, lo mismo que sucedió con muchos de los mencionados.
Hasta que fueron envejeciendo y cediendo al desarrollismo que ya iba configurando una oferta de restauración distinta, con otras exigencias y otras preferencias entre los hábitos de los consumidores. Pero fue paradójico: los portuenses, en una era de esplendor económico, siguieron probando y encontrando sitios más allá del Botánico y de Las Arenas; los turistas que venían para disfrutar de una estancia placentera fueron hallando, en hoteles y restaurantes modernistas o especializados, una oferta gastronómica de altísima consideración”.
Hasta aquí, esa evocación. En el presente, los portuenses habituales de estos establecimientos, presumen de entender de vinos y rivalizan a la hora de destacar su calidad. “¡Tiene un vino!”, entre interjecciones admirativas, es una frase común que repiten al regreso de su confraternización familiar o amistosa. Luego, a menudo, discuten sobre el importe de la cuenta.
En cualquier caso, si tomamos al pie de letra el título del libro de Lutzardo, “¡Vamos de guachinches!”, contrastaremos que, en muchos casos, estaremos ante auténticos descubrimientos de valores: ambientales, agrícolas, gastronómicos, profesionales y hasta culturales. El escritor y dramaturgo Cirilo Leal, quien hace una excelente aportación a este libro con un trabajo referido a la “Boca del muelle” santacrucero, donde sitúa a La Marquesina como el primer guachinche, dice haber aceptado “volver a un tiempo trasnochado para acompañar a Rafael Lutzardo en su empeño en rendir homenaje y reconocimiento a esos lugares de encuentros donde es más fácil combatir a la flamante dictadura silenciosa que pretender cambiar los rumbos de la existencia, las miradas y los gustos”.
Tiene razón, además, cuando afirma que el autor ha contagiado su entusiasmo por el recorrido de algunos de los más significativos guachinches de la isla, “precisamente donde el mestizaje es ley de vida, de puesta al día, sin que ello suponga renunciar o traicionar sus raíces, su identidad”, escribe Leal.
Ojalá, por cierto, que la necesidad de una regulación legal de estos establecimientos no merme el tipismo ni las peculiaridades que los caracterizan. Los guachinches, bochinches o buachinches, que así también se denominan, ya figuran en la literatura administrativa. Así, por ejemplo, en el Decreto 83/2013, de 1 de agosto, por el que se regulan la actividad de comercialización temporal de vino de cosecha propia y los establecimientos donde se desarrolla”.
En su introducción, señala la citada disposición, que tiene una vocación proteccionista de aquellos valores, que “la falta de regulación específica de esta actividad ha hecho proliferar una serie de establecimientos… en los que no se comercializa vino de la cosecha propia de su titular, la apertura no se vincula con la existencia del vino cosechado y producido u ofrecen una carta amplia de comidas y bebidas y, por todo ello, no van a resultar amparados por el presente Decreto, debiendo cumplir, en consecuencia, las disposiciones aplicables a los establecimientos turísticos de restauración”.
En su obra, Rafael Lutzardo incluye también la certificación de un acuerdo adoptado al respecto por el Consejo de Gobierno Insular del Cabildo tinerfeño en octubre de 2009.
Completa de esa forma una edición en la que puede encontrarse una guía breve de guachinches, tascas, casas de comida, bodegones, bares y restaurantes así como un glosario del habla canaria muy apropiado para entender el significado y el uso de términos que son comunes o habituales en los establecimientos de los que se ocupa.
“¡Vamos de guachinches!” con Rafael Lutzardo, como íbamos a desayunar hace más de cuarenta años en las cercanías del Callejón del Combate o a corregir pruebas de crónicas deportivas y sucesos cuando compartíamos las primeras inquietudes periodísticas en el desaparecido vespertino “La Tarde”.
Las circunstancias han querido que ahora, después de trayectorias dispares, coincidamos en este acto de alumbramiento de un libro al que dedicó alma, corazón y vida para concluir que ir de guachinches es todo un rito.
Es una concisa descripción de estos lugares que han precisado de una regulación legal autonómica (que ya tiene un año de vigencia, por cierto) pero también de una publicación que define pormenorizadamente, con sentimientos y todo, los valores de este tipo de establecimientos tan integrados en la idiosincrasia isleña. Tanto, que hasta gozan de denominación distinta, según el territorio: guachinches en Tenerife y bochinches en la provincia oriental.
Si la descripción de Hernández Herrera condensa características y ambientación, no lo es menos la gráfica que ilustra la página 65, la única de las contenidas en el capítulo de “Fichas técnicas” que no plasma alguna de las sabrosas especialidades elaboradas en los veinticinco establecimientos reseñados.
Se ve, en efecto, la foto de un cartel pintado de forma artesanal con letras mayúsculas: “Guachinche Fariña. Vendo mi vino”.
Atinada selección y acierto del autor al insertarla pues refleja el espíritu de lo que son estos espacios muy vinculados al medio rural (“artilugios de la imaginación campesina”, feliz metáfora del periodista Román Delgado, otra de las destacadas rúbricas aparecidas en el libro), espacios/artilugios convertidos, con el paso del tiempo, para muchas familias y trabajadores de otros ramos, en medio de vida, en fuente de negocio o actividad económica productiva.
Es difícil encontrar mejor síntesis anunciadora o propagandística: la localización, el apellido y el producto, dicho este sin otro reclamo que el propio cultivo. “Vendo mi vino” y Fariña (en La Matanza de Acentejo) se gana el sustento y hace brindar con fruición a paladares muy diversos que habrán degustado, vayan ustedes a saber, especialidades hechas con esmero, con sus toques singulares para diferenciarlas. Son las que forman parte de un rico acervo gastronómico amasado o combinado con productos de la tierra hasta constituir una sólida tradición, no exenta de innovaciones, y una seña de identidad de los canarios.
Con todos estos elementos, y muchos más, desmenuzados en las páginas del libro, Rafael Lutzardo Hernández, nos invita a ir de guachinches… “y otras casas de comida”, una suerte de aditamento que colgó en el título de la obra para precisar y hasta para ilustrar a los desconocedores y curiosos.
Él reconoce haber vivido a plenitud entre cuestas, vericuetos, predios recónditos, decoraciones rudimentarias, sobrios mobiliarios, aromas inconfundibles y sabores apreciables, entre ambientes familiares y cercanos, no importa el día, en cualquier lugar, allí donde derivase, probablemente, del infalible sistema ‘boca-oído’.
Son sus vivencias, es su experiencia, la que ha querido plasmar en una obra modesta en la que da cabida a sus amigos, con quienes habrá coincidido o habrá conocido en alguno de estos establecimientos. De los fogones y las sartenes a las páginas de un libro, saboreando y distinguiendo caldos, conversando de lo que se tercie, animándose recíprocamente para el reencuentro. Lo confiesa, ha sido inmensamente feliz:
“No por menos -escribe el autor- he de dejar de mencionar que el guachinche enamora, seduce, porque encierra lágrimas que vuelven con recuerdos cogidos de la mano y risas que brotan al revivir momentos con amigos. Es una charca repleta de sentimientos…”.
¡Pensar que el Puerto también tuvo sus guachinches! Permitan que evoque y reproduzca una visión titulada ‘Lugares de perras de vino’ y publicada en enero de 2011 en el blog que editamos. Dice así:
“La eclosión turística, ya en los años 70 del pasado siglo, acabó en el Puerto de la Cruz con la costumbre de muchos de sus habitantes de echarse las perras de vino en lugares del propio municipio. Los propietarios o arrendatarios de pequeños y modestos establecimientos que se dedicaban a esta actividad fueron cerrando las puertas. El caso es que los turistas sí venían buscando tascas y lugares típicos. En cambio, los portuenses fueron abriendo otros horizontes, preferían ventas y bochinches especialmente de la ruta norte.
Puestos a evocar los lugares donde se despachaba vino o donde había unas pocas especialidades para comer, habría que citar el bar de Isidoro Torres, en la calle Doctor Ingram, donde servía lapas, burgados y pulpos. Los primeros peninsulares encontraron un buen refugio en casa de Liberia Baute, en la calle Cruz Verde. Muy cerca estaba el popularmente conocido bar “Basura”, regentado por Casimiro Rodríguez Delgado.
Por lo general, eran locales pequeños, con barra y mostrador y una elemental ornamentación. Alguna acuarela, algún objeto típico o antiguo y almanaques que debían servir de un año para otro pues a menudo ni eran cambiados.
En la calle Santo Domingo, en el antiguo garaje de Francisco Machado, estaba Baute. Dicen que despachaba “chiclana”, con raciones de bogas y chicharros. En la misma calle, un bodegón se hizo muy popular entre los que gustaba “merendar”: “El Presidio”, dirigido por Juan Palmero. Con los años se convirtió en un restaurante de estimable nivel. Siguiendo el trayecto, en la Punta del viento, estaban “Los jesuitas” y en llegando a la Punta de la carretera, abría sus puertas “Casablanca”.
“La Gorda”, con dos accesos calle La Hoya y plaza de los Reyes Católicos, se convirtió en uno de los lugares más frecuentados, dicen que por la calidad de los caldos procedentes de cosechas privadas de la zona de Acentejo.
María Yanes, popularmente conocida como María “Campolimpio”, tenía una pequeña venta al principio de la calle Blanco, muy cerca de Las Cabezas. Sentada en una especie de trono, desde allí dirigía y observaba las operaciones de despacho de vino, chochos y manises.
Germán Molina Padrón tuvo un pequeño negocio -la fama de los tollos elaborados por su esposa Candelaria es imborrable- en la calle Lomo, esquina a Teobaldo Power.
Se convirtió en un clásico, como el de Francisco Fernández, ‘el Capitán’, enfrente de la antigua Casa Sindical. En la calle Lomo, por cierto, en un local de Lola García, Servando Pérez despachó cuartas y cuartas. Siguiendo esa ruta, en la esquina con Mazaroco, un local de nombre muy llamativo “Rompeyraja”. Otro emplazamiento de la calle Lomo, el de Vicente Torres Ortiz, popularmente conocido por ‘el Choli’.
Cercanías de El Peñón: allí estaba Mamerto Lorenzo, que se hizo localmente célebre los días de fútbol y entierro. Se hizo moneda corriente entonces echar una cuarta o una cerveza, acompañada de una tapa de chochos.
Agustín, el de El Templete, y Frasquita, popularmente ‘La abejona’, convirtieron sus locales y sus ocupaciones en medios de vida, lo mismo que sucedió con muchos de los mencionados.
Hasta que fueron envejeciendo y cediendo al desarrollismo que ya iba configurando una oferta de restauración distinta, con otras exigencias y otras preferencias entre los hábitos de los consumidores. Pero fue paradójico: los portuenses, en una era de esplendor económico, siguieron probando y encontrando sitios más allá del Botánico y de Las Arenas; los turistas que venían para disfrutar de una estancia placentera fueron hallando, en hoteles y restaurantes modernistas o especializados, una oferta gastronómica de altísima consideración”.
Hasta aquí, esa evocación. En el presente, los portuenses habituales de estos establecimientos, presumen de entender de vinos y rivalizan a la hora de destacar su calidad. “¡Tiene un vino!”, entre interjecciones admirativas, es una frase común que repiten al regreso de su confraternización familiar o amistosa. Luego, a menudo, discuten sobre el importe de la cuenta.
En cualquier caso, si tomamos al pie de letra el título del libro de Lutzardo, “¡Vamos de guachinches!”, contrastaremos que, en muchos casos, estaremos ante auténticos descubrimientos de valores: ambientales, agrícolas, gastronómicos, profesionales y hasta culturales. El escritor y dramaturgo Cirilo Leal, quien hace una excelente aportación a este libro con un trabajo referido a la “Boca del muelle” santacrucero, donde sitúa a La Marquesina como el primer guachinche, dice haber aceptado “volver a un tiempo trasnochado para acompañar a Rafael Lutzardo en su empeño en rendir homenaje y reconocimiento a esos lugares de encuentros donde es más fácil combatir a la flamante dictadura silenciosa que pretender cambiar los rumbos de la existencia, las miradas y los gustos”.
Tiene razón, además, cuando afirma que el autor ha contagiado su entusiasmo por el recorrido de algunos de los más significativos guachinches de la isla, “precisamente donde el mestizaje es ley de vida, de puesta al día, sin que ello suponga renunciar o traicionar sus raíces, su identidad”, escribe Leal.
Ojalá, por cierto, que la necesidad de una regulación legal de estos establecimientos no merme el tipismo ni las peculiaridades que los caracterizan. Los guachinches, bochinches o buachinches, que así también se denominan, ya figuran en la literatura administrativa. Así, por ejemplo, en el Decreto 83/2013, de 1 de agosto, por el que se regulan la actividad de comercialización temporal de vino de cosecha propia y los establecimientos donde se desarrolla”.
En su introducción, señala la citada disposición, que tiene una vocación proteccionista de aquellos valores, que “la falta de regulación específica de esta actividad ha hecho proliferar una serie de establecimientos… en los que no se comercializa vino de la cosecha propia de su titular, la apertura no se vincula con la existencia del vino cosechado y producido u ofrecen una carta amplia de comidas y bebidas y, por todo ello, no van a resultar amparados por el presente Decreto, debiendo cumplir, en consecuencia, las disposiciones aplicables a los establecimientos turísticos de restauración”.
En su obra, Rafael Lutzardo incluye también la certificación de un acuerdo adoptado al respecto por el Consejo de Gobierno Insular del Cabildo tinerfeño en octubre de 2009.
Completa de esa forma una edición en la que puede encontrarse una guía breve de guachinches, tascas, casas de comida, bodegones, bares y restaurantes así como un glosario del habla canaria muy apropiado para entender el significado y el uso de términos que son comunes o habituales en los establecimientos de los que se ocupa.
“¡Vamos de guachinches!” con Rafael Lutzardo, como íbamos a desayunar hace más de cuarenta años en las cercanías del Callejón del Combate o a corregir pruebas de crónicas deportivas y sucesos cuando compartíamos las primeras inquietudes periodísticas en el desaparecido vespertino “La Tarde”.
Las circunstancias han querido que ahora, después de trayectorias dispares, coincidamos en este acto de alumbramiento de un libro al que dedicó alma, corazón y vida para concluir que ir de guachinches es todo un rito.
jueves, 2 de octubre de 2014
miércoles, 1 de octubre de 2014
INQUIETANTE TARJETA ROJA
Cuando leemos en titulares que “el gran periodismo ha sido
expulsado de los medios de comunicación” no se puede por menos que experimentar
un cierto escalofrío, una desazón inquietante en medio de la crisis que se
arrastra desde hace algún tiempo y que ha significado, entre otras cosas, el
cierre de cabeceras, la supresión de programas y títulos, la quiebra de
trayectorias profesionales sobresalientes y, en definitiva, dicho de modo
llano, la pérdida de empleo para tantos compañeros valiosos que vieron truncada
tanto su estabilidad laboral y vital como sus expectativas.
Lo ha dicho
Ramón Lobo, ganador de una edición del Premio de periodismo ‘Cirilo Rodríguez’
y especialista en conflictos internacionales cuya firma ha aparecido en
numerosos medios del país. Las circunstancias lo condicionan todo. Y por
faltar, hasta tiempo. Ello repercute en la pérdida de la capacidad de análisis
y de investigación. ¿Dónde fue a parar aquel periodismo de investigación, tan
en boga hace apenas un par de décadas? Alguien dirá que sí interesa pero no se
puede tener un redactor ocupado en determinadas tareas cuando apremia el cierre
y todas las manos son pocas para concluir la edición.
En efecto, es
como si las empresas editoras no quisieran complicarse la vida, como si los
periódicos tratasen de cerrar las páginas cuanto antes sin importar demasiado
el contenido, el producto final. Ha ido labrándose entonces un periodismo
adocenado, muy doméstico, en el que falta audacia y en el que, salvo contadas
excepciones, predomina la monotonía. De ello también tienen culpa los
profesionales, cuya estabilidad y cuya capacidad de superación se ven muy
supeditadas a los factores derivados de la crisis. El propio Ramón Lobo habla,
en su queja, de periodistas de cortar y pegar.
Por lo
tanto, hay que hacer todo un esfuerzo para recobrar la ilusión, para hacer un
periodismo más fresco que responda a las exigencias de una sociedad sacudida
por la saturación de informaciones sobre corrupción política o por sucesos de
crueldad infinita o por inacabables conflictos sociales o por negociaciones de
instancias y foros que se resumen en un tanto vales, tanto pesas. Lobo, autor
de dos títulos interesantísimos en los que contrasta su propia experiencia
sobre procelosos y bélicos terrenos, El
héroe inexistente e Isla África, anima
a recuperar la ilusión. Y para ello, recomienda volver a salir a la calle como
método de trabajo con el que los ciudadanos y los lectores vuelvan a confiar en
las informaciones que se elaboren en el escenario de los hechos.
Porque ya
sea el género (reportaje) particularmente, o el periodismo como ejercicio
profesional, a los que se alude como expulsados del universo mediático, produce
desasosiego que en la sociedad de la comunicación, y más concretamente en
nuestro país, se tenga una impresión tan negativa de cómo están evolucionando
las cosas. No depende solo y exclusivamente de los periodistas pero éstos
tienen que revolverse y estimular el magín -sobre todo, a la hora de relacionarse
con la gente o con los actores sociales- para ofrecer contenidos y tratamientos
que, en sí mismos, sean un reclamo.
Es que si
no, la tarjeta roja acarrea una sanción preocupante de descrédito y
marginación.