Ambiente romero y ciudad museal que se barrunta. El Puerto,
siempre lleno de contrastes. Aunque no lo parezca. Aunque la monotonía o la
escasez de actividades acentúe la decadencia. Precisamente eso: que la tónica
se vea alterada por hechos festivos inusuales o porque cuente dentro de poco
con un nuevo reclamo es un aspecto sobre el papel positivo. Ya se verán los
resultados y las respuestas pero rescatar o innovar allí donde languidece un
espíritu otrora dinámico y a menudo refulgente es de agradecer.
El profesor José Javier Hernández García se empeñó en
recuperar la romería de los esperanceros al Puerto de la Cruz y lo ha
conseguido. Hay que agradecerle ese estudio minucioso y silente, sin
concesiones a la galería, que desde hace años viene realizando en ámbitos
religiosos y costumbristas. Su empeño, siempre riguroso, es digno de encomio.
Estamos, según algunos testimonios, ante la primera romería
documentada. Se vuelve a celebrar más de un siglo después. Los habitantes de El
Rosario venían entonces al Puerto para conmemorar la festividad de su patrona.
Algo muy sencillo: llegaban cantando en las vísperas, se detenían en el muelle
para buscar piedras de sílex que los barqueros y pescadores empleaban como
lastre, se alojaban en el antiguo convento de Santo Domingo y luego culminaban
su participación con una romería, uniendo así lo rural y lo marítimo, que
culminaba, seguramente, en los exteriores de la iglesia de la Peña de Francia.
Esta recuperada romería de los esperanceros saldrá en la
tarde del sábado desde El Peñón y recorrerá las calles del centro portuense
hasta detenerse en la pequeña capilla de la Virgen del Carmen en el refugio
pesquero, antes de seguir hacia la plaza de la Iglesia y allí hacer una ofrenda
y cantar el ángelus ante la imagen de la Virgen del Rosario.
De nuevo la ciudad envuelta en ese ambiente romero al que no
está acostumbrada, pese a que en los últimos años, con motivo del Día de
Canarias, ha estado atenta a un paseo romero que, al menos, ha impregnado de un
sabor folklórico y colorista a calles y avenidas.
Y dentro de poco, según se cumplan los planes de los
promotores, un museo de cera que albergará el antiguo cine Chimisay. El Puerto
necesita atracciones, reclamos, y éste puede ser uno de ellos. Ojalá se
exitoso. La céntrica localización facilita, en principio, las cosas. Hasta la
calle San Juan recobraría, probablemente, la frescura de hace unos años. Es
más, el futuro museo se uniría a otros que figuran en una ruta de escasos
kilómetros: el Museo de Arte Contemporáneo (MACEW), el Museo Arqueológico
Municipal (MAM), la sala de arte del Instituto de Estudios Hispánicos de
Canarias (IEHC) y la dotación que finalmente se haga en la Casa de la Juventud
de la calle Pérez Zamora. La relación da para idear un circuito a pie que
resulta muy atractivo casi a cualquier hora del día.
El nuevo museo, independientemente de la distribución y
calidad de los contenidos, debe convertirse en un elemento que enriquezca la
oferta cultural del municipio. En las ciudades donde existen los de este género
son una visita obligada para turistas, nativos, estudiantes y gente de toda
condición social. Por ahí debería explorarse el valor añadido de una estimable
composición cultural en el destino turístico diferenciado.
Tradición -que habrá que cultivar y mantener- y atracción
museística. Reclamos para una ciudad que los necesita.
Suerte y éxito para sus mentores y realizadores.
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