Las redes sociales son un hervidero desde que despunta el alba. La información del diario ‘El País’, con reproducción de anotaciones contables manuscritas del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, es demoledora. Hoy no se hablará de otra cosa -bueno, hablarán algunos, todos, menos el presidente del Gobierno- mientras aumenta el desasosiego -que ya no es tal sino asco- del personal. Simpatizantes y militantes de esa formación política aparecen también en las redes expresando su contrariedad. Les resulta muy difícil, por no decir imposible, mantener el tipo. Han llegado demasiado lejos. Algunos ya han declinado. A los corifeos mediáticos, por cierto, les está saliendo muy caro todo esto. Y no todos los días hay ‘mulas’ que ayuden a salir del trance.
Aquí hablamos de guerra sorda y sin cuartel. Las batallas se siguen librando. Ni en las peores pesadillas de los dirigentes del Partido Popular aparecía este apocalipsis. Parece de película todo esto pero es la realidad, ahora que se van conociendo manuscritos. Y lo que rondará morena, según se perfila, según se atisba. A la espera de auditorías que no aportarán nada, y de casos que se destapen en otras formaciones políticas, las pesadillas, deformes y agigantadas, se van sucediendo en un país azotado por los males del desempleo y de las economías estancadas en tanto la mayoría absolutista va despachando a conveniencia las reformas olvidándose de que la fiscalización, si no llega por una vía, aparecerá por la mediática.
Mientras todo eso sucede, la política sigue imparable su curso de desprestigio y rechazo. Esa política, tan necesaria, para la convivencia humana y para los avances sociales.
Desde la sede Génova, desde La Moncloa, desde las instituciones públicas con gobiernos del PP, hay un inevitable mensaje de desespero:
-May day, may day! Tenemos un problema.
El problema es que no hay solución.
jueves, 31 de enero de 2013
miércoles, 30 de enero de 2013
FUNAMBULISMOS, LOS JUSTOS
Vale: si la reforma laboral no era para crear empleo sino para evitar su destrucción, se sigue lejos del objetivo. Y encima, la ministra del ramo se sigue encomendando a la divinidad, recurriendo a cifras propias que cuesta digerir frente a la contundencia de otros registros periódicos.
A ver si en medio de la refriega política, gobierno y oposición encuentran un hueco para converger en la búsqueda de medidas que alivien la tragedia del paro. Si para la banca hubo, en su día, cuarenta mil millones de euros, que los socialistas pidan ahora un fondo de veinte mil es consecuente: quieren que las empresas y emprendedores tengan acceso al crédito y puedan desarrollar su actividad creando empleo.
Ya se sabe que siempre perdemos los mismos pero hay que esforzarse para descargar la tragedia. En momentos que el país se desangra, hay que buscar y explorar, efectivamente, esas “zonas de acuerdo”. Porque la emergencia social se palpa. Y no es cuestión de seguir caminando sobre el alambre. Funambulismos, los justos.
A ver si en medio de la refriega política, gobierno y oposición encuentran un hueco para converger en la búsqueda de medidas que alivien la tragedia del paro. Si para la banca hubo, en su día, cuarenta mil millones de euros, que los socialistas pidan ahora un fondo de veinte mil es consecuente: quieren que las empresas y emprendedores tengan acceso al crédito y puedan desarrollar su actividad creando empleo.
Ya se sabe que siempre perdemos los mismos pero hay que esforzarse para descargar la tragedia. En momentos que el país se desangra, hay que buscar y explorar, efectivamente, esas “zonas de acuerdo”. Porque la emergencia social se palpa. Y no es cuestión de seguir caminando sobre el alambre. Funambulismos, los justos.
martes, 29 de enero de 2013
EL GRITO DESESPERADO DE RNE
Un grupo de trabajadores, unidos con el título colectivo Salvemos RNE, lanza un grito
desesperado. “Esta no es la radio que queremos hacer”, dicen en el arranque de
una carta dirigida “a los ciudadanos de este país” que es bastante reveladora
de la experiencia que están viviendo desde que accedieron a la dirección los
actuales responsables.
No quieren intromisiones políticas ni sesgos. Por eso
rechazan también los que pudo haber en el pasado. Quieren la radio de los
últimos años, una etapa en la que “la ideología quedó al margen y pudimos
trabajar con libertad y con criterios exclusivamente profesionales… [Una etapa]
que ha sido reconocida dentro y fuera de España, y por gente de todas las
ideologías”.
Se ve que tampoco son buenos tiempos para la radio pública,
cuando sus trabajadores denuncian públicamente “la manipulación y el
sectarismo”, doble factor que conduce inevitablemente a la pérdida de
credibilidad y de calidad en la programación. La conclusión de su carta a la
ciudadanía es terminante: “Una radio en la que hemos pasado de la seriedad y la
exigencia, a la desorganización, el desconocimiento y la despreocupación”.
Tiene que ser durísimo trabajar en las condiciones que se
adivinan en este escrito, algunos de
cuyos párrafos hay que reproducir textualmente para apreciar el malestar que
anida en Radio Nacional de España. Por ejemplo, éste, bastante significativo:
“…Deben saber que estamos hartos de que a los trabajadores se nos tenga por un
ejército que está ahí para obedecer las instrucciones de unos o de otros aunque
sean opuestas, ilógicas e injustas. Estamos agotados de que nuestras carreras
profesionales fluctúen o ni existan por razones ajenas a nuestro trabajo. Por
no aceptar órdenes políticas o porque otros las aceptan demasiado. Y lo que es
peor: estamos tristes porque sabemos que no hay mayor mal para una radio que
estar cambiando constantemente las voces, los programas y las formas. Porque
así es imposible fidelizar oyentes. Y ahora que habíamos empezado a
conseguirlo, volvemos a tirarlo por tierra”.
Es fácil deducir que se trata de un grito desesperado.
Conocemos la casa. Colaboramos en los informativos de la
radio pública en la segunda mitad de la década de los ochenta. Y luego, siendo
José Antonio Pardellas director del Centro Emisor del Atlántico, tuvimos,
gracias a su generosidad y confianza, la oportunidad de conducir un programa de
opinión que, con frecuencia semanal, se mantuvo ininterrumpidamente durante
tres años en antena. Nunca hubo una consigna ni una indicación: invitamos a
quienes quisimos y el programa fue un desfile de testimonios que reflejaban la
pluralidad política a la vez que un enfoque riguroso de la actualidad canaria y
de más allá. Recordamos, por ejemplo, cuando en un día de reflexión de campaña
electoral y era norma no emitir opiniones ni valoraciones, hicimos un programa
en directo que, pletórico de datos relativos a la jornada de comicios en
Canarias, mereció, nada más terminar, el reconocimiento de los estados mayores
de organizaciones políticas que nos terminaron pidiendo los datos que ¡ellos no
poseían!
Gran elenco de profesionales el de aquella época en Radio
Nacional de España en Canarias. Su cobertura era una garantía. Ahora, jubilados
una buena parte de ellos, asistirán atónitos a esta situación. Y los actuales,
pendientes de una reorganización interna sobre la que pende las incertidumbres
de alguna supresión.
Hoy en día, las penurias caracterizan la radio pública que
cumplía hace nada setenta y cinco años. Escriben sus trabajadores que han
desaparecido la espontaneidad, los debates, la tensión informativa. Se ha
apagado la redacción. “Todo ha desaparecido para dar paso a un silencio
motivado por el miedo a las represalias”: cuando hacen una afirmación de este
tipo, no son necesarias muchas explicaciones más.
Pero no se rinden. Y es entonces cuando aplaudimos su
resistencia y su espíritu disconforme que no busca situaciones funcionariales
acomodaticias sino dignidad profesional, un ejercicio libre en una cadena de servicio
público que logró en el pasado altas cuotas de respeto y de credibilidad. Además
de esta carta a los ciudadanos españoles, ya están activos en las redes
sociales donde alzan su voz para no ceder ante la presión y la manipulación.
Anuncian que no se agotarán con tal de elevar el nivel y de situar a la emisora
donde realmente tiene que estar, a la altura de las que compiten y elaboran un
esmerado producto radiofónico.
Animo y suerte.
lunes, 28 de enero de 2013
DESAZÓN EMPRESARIAL
Pues frente al lamento resignado del Gobierno, no más, es
Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general del PSOE, quien toma la iniciativa
para tratar de producir una alternativa allí donde los vericuetos del desempleo
se agudizan.
Nada nuevo en el
diagnóstico (paro masivo y situación de emergencia social) pero sí en el
tratamiento del asunto como hasta ahora no se había planteado: un gran acuerdo
político y social que genere una política económica distinta, capaz de superar
el estancamiento y los bloqueos derivados de la actual. La gente está cansada
de ofertas de este tipo y de planteamientos teóricos, quiere hechos tangibles,
pero al menos la propuesta del secretario general de los socialistas tiene
fundamentos para ser tenida en cuenta y estimada.
La creación de un fondo público para la financiación de empresas,
autoempleo y emprendedores, dotado con veinte mil millones de euros en el presente año, resulta
ser, a la espera de conocer en su totalidad el documento que los socialistas
habrán de remitir al Gobierno, empresarios y sindicatos, la medida
sobresaliente de esa iniciativa con la que intentar reactivar la economía
productiva. Según ha indicado Pérez Rubalcaba, el fondo propiciaría la
movilización del crédito que, a su vez, impulsaría el desarrollo de proyectos
empresariales mediante convenios con las entidades financieras a un tipo de
interés bonificado.
Será interesante conocer la respuesta empresarial. Después de que
en un solo año se hayan destruido ochocientos cincuenta mil empleos; después de
que el registro de parados haya alcanzado los cinco millones novecientos
sesenta y cinco mil y después de que la tasa de desempleo, subiendo más de tres
puntos, se haya situado en el 26,02% -esta cuesta de enero no la supera el
Gobierno popular ni con todos sus refuerzos mediáticos- se pone de relieve que
las políticas de Rajoy son un fracaso estrepitoso. Basadas exclusivamente en el
ajuste, la subsiguiente reforma laboral sólo ha servido para abaratar el
despido, recortar las políticas activa de empleo… y poco más.
Por eso quedamos a la expectativa de la reacción de los
empresarios. Que aplaudieran la reforma, se puede entender. Que algunos sigan
con la matraquilla de la necesidad de adelgazar el sector público, es
recurrente. Que otros hayan ajustado sus cuentas de resultados con las
herramientas legales de la reforma, es consecuente. Pero que pasen los meses y
que con los mismos mimbres no haya avances, se traduce en situación
inquietante, como se desprende de los resultados del denominado Barómetro Empresarial: un 52% de los
empresarios encuestados valoran negativamente el primer año del Gobierno de
Rajoy en el que legítimamente confiaron. Ni lo más fieles, el 24% que habla de
un balance positivo, supera al mismo porcentaje que habla de un efecto nada
significativo en las políticas del ejecutivo.
Curiosamente, el 47% de los empresarios consultados coincide en
destacar y considerar positiva la reforma laboral. Pero se constata que no
sirve para generar empleo, ahora mismo el principal problema de la población,
castigada también últimamente por una oleada de corrupción política a la que no
parecen ser ajenos señalados empresarios que deberían ser llamados, mejor,
hombres de negocios.
El mundo empresarial empieza a impacientarse. No le gustan los
incrementos impositivos para los reajustes presupuestarios. Y es consciente de
que una reducción incesante del gasto público contribuye a la contracción del
crecimiento. Los horizontes, con informes de organismos internacionales poco
sospechosos, siguen estando cargados de negros nubarrones. La recuperación
puede esperar: ya no se volverán a fiar de más brotes verdes.
De ahí la oportunidad de la propuesta de Rubalcaba, a ver si entre
tantos registros negativos y tanta desesperanza puede verse una luz en el
túnel.
No baja el paro cuando Rajoy gobierna, frase que, al revés, empleó
el actual presidente cuando se fotografió para la prensa amiga delante de una
cola que aguardaba en el exterior de una oficina del INEM. Luego hay que asirse
a una propuesta constructiva como parece ser esta que comentamos.
sábado, 26 de enero de 2013
TRES MOMENTOS DE LA VENTA DE PESCADO
Tres momentos, tres, para evocar la actividad pesquera de la
ciudad, de las pescadoras, para ser concretos. Hoy, tal actividad ha quedado
sensiblemente reducida; menos embarcaciones y menos personas que se dedican a
faenar. Y hay menos vendedoras -prácticamente, no hay- porque los tiempos, los
enfoques, los hábitos y los métodos son muy distintos.
La pescadería estaba tan cerca de la orilla del muelle que
alguna vez se vio invadida, cuando las mareas de luna llena producían una
crecida y el oleaje llegaba hasta su interior. O cuando algún temporal violento
producía algunos daños materiales. La cercanía era también admirable: desde
allí se dominaba el horizonte y donde terminaban las modestas defensas de un
refugio, siempre tan llamativo y poblado de gente, desde las primeras luces del
alba. Pero admirable también era que las canastas o cestas con el género recién
capturado y recién llegado a tierra pasaran, en apenas unos pasos, a las
bandejas de exposición, a los puestos de venta de aquella singular lonja que,
de vez en cuando, aparecía entristecida porque no había pescado, no había
género.
La pescadería tenía unas barandas de madera, pintadas de
verde, al menos en la época que uno la recuerda. Allí había unas pizarras que
detallaban los precios. Y las balanzas o pesas que estaban muy visibles. Allí
las vendedoras vociferaban también las variedades de género y el coste de cada
una de ellas. Los extranjeros no paraban de disparar sus cámaras y algunos se
asociaban a esa actividad cotidiana que daba vida a este rincón de la ciudad.
Aquella vieja pescadería cedió en el desarrollismo de los
años sesenta, cuando se produjo el traslado al nuevo mercado municipal
construido en la calle Lonjas, cerca de El Penitente, en la explanada que hoy
es la plaza de Europa, y cuando el suelo donde se ubicaba, entre La Marina y el
bar “Cayaya”, fue aprovechado para construir un edificio de viviendas.
La pescadería fue escenario de historias personales
desgranadas entre la ilusión, el desconsuelo y las dificultades de subsistencia
personal y familiar. Desde allí salían vendedoras a protagonizar la economía
del trueque, a cambiar pescado por frutas u hortalizas o legumbres. A veces con
la cesta en la cabeza, recorriendo el pueblo o pateándolo hasta sus límites,
donde aguardaban otras familias y otros clientes. Fueron años difíciles y de
cuyas penurias se salía con la gracia que proporcionaba una oferta verbal
gritada espontáneamente o con una relación preestablecida que aseguraba de
alguna forma parte del sustento diario.
El segundo momento sería en ese mercado. Los puestos de venta
de pescado, no mucho más amplios que los anteriores, estaban en la planta baja,
en un lateral que miraba al mar y que se conectaba interiormente con el pasillo
donde accedían los vehículos de transporte. El muelle seguía estando cerca pero
los usos sociales empezaron a cambiar. Las vendedoras, envueltas los días de
frío en gruesas ropas de abrigo, se afanaban en seguir captando clientela y
hasta terminaron chapurreando algunas palabras de inglés y alemán para general
divertimento de los turistas que se asombraban de aquellas dotes de venta.
Ya no había cestas sobre la cabeza. Ahora había vehículos
-alguno dotado de megafonía- en los que se desplazaba la vendedora hasta las poblaciones
más cercanas. Pero también se había introducido la provisión a hoteles y
restaurantes. Eso alteró hábitos y técnicas de comercio. Los coches isotermo y
los frigoríficos ambulantes sirvieron para dinamizar esa provisión y la
conservación del género.
Pero los años fueron pasando y no se producía relevo
generacional. La instauración de nuevas técnicas de negocio, las exigencias de
la reglamentación sanitaria y el auge del género refrigerado, gran competidor,
fueron factores condicionantes, a los que habría que añadir el que la actividad
local marítimo-pesquera menguara progresivamente. Así se puso de manifiesto -tercer
momento- cuando fue construido el centro comercial “San Felipe-El Tejar” y el
viejo mercado de El Penitente cedía para que se configurara el espacio público
conocido por plaza de Europa.
El centro, que popularmente siguió conociéndose por mercado,
fue el primer intento serio de modernizar las estructuras comerciales de la
ciudad. Hablamos de la primera mitad de la década de los ochenta. El edificio
era flamante, espacioso, modernista. Y con el paso de los años mejoraron sus
dotaciones. Sin embargo, le encontraron peros, alguno de ellos totalmente
injustificado, como la ubicación. A otros les costó asimilar la compatibilidad
de ejercer la actividad de venta directa con géneros muy distintos y en
ambiente muy diferente.
Lo cierto es que se rompió la cadena de continuidad. Las
nuevas generaciones o los herederos no prosiguieron o tuvieron tantas
dificultades para hacerlo que terminaron desistiendo. La competencia se había
multiplicado, por supuesto. Y en las ciudades cercanas, las mismas a donde tres
o cuatro décadas antes se acudía, incluso caminando, para vender el género, ya
disponían de sus propios centros y de redes de proveedores. Las grandes y
medianas superficies, donde se podía encontrar pescado fresco, marisco y otros
frutos del mar, terminaron de apagar la llama de aquellas economías modestas,
de aquel medio de vida, mantenido a base de grandes sacrificios.
En la pequeña gran historia local quedan esos tres momentos,
descritos a grandes rasgos, como etapas de una actividad socieconómica que la
distinguió durante muchísimos años.
martes, 22 de enero de 2013
AHORA, DESESPERANZA
Anda el personal -hasta el más profano- muy entretenido y muy
convulso con todo lo que sucede en torno a las finanzas del partido
gubernamental pero no debería perder de vista las medidas que aplica para
seguir desmantelando el sistema de dependencia. Porque sí que es otro aspecto
relevante no solo para dar por liquidado el Estado del bienestar -lo
consiguieron en un año, qué diestros- sino para palpar las dificultades de
subsistencia que acumulan quienes se ven directamente afectados por tantas e
incesante restricciones.
Los datos
negativos son muy inquietantes. Por decisión del Gobierno, hasta cuatrocientos
mil dependientes moderados no han podido acceder al sistema el pasado 1 de
enero como en principio estaba previsto. Unos ciento cincuenta mil cuidadores
familiares han perdido la cotización a la Seguridad Social que hacía el Estado
por ellas. Y es que, claro, en cuestión de números, hay que rendirse a la
evidencia: de mil setecientos millones de euros presupuestados en 2011, se pasó
a mil cuatrocientos un año después y en el presente a mil ciento setenta
millones de euros. O sea que la aportación del Estado a la financiación de la
dependencia ha disminuido más de un 30%. Repercusión en esas personas que tanto
decían priorizar en campaña electoral: hay casi diez mil menos atendidas al
quedar excluidas del sistema.
Este es el
efecto más preocupante. Ya no es una sensación sino una realidad: las personas
más vulnerables, las familias en riesgo de exclusión social y las personas que
no se pueden valer por sí mismas se están viendo en situación de abandono. Sin
demagogias, porque las cifras saltan a la vista: ese apoyo que necesitan, y que
en el fondo es un derecho, se evapora. La atención a la dependencia y los
servicios sociales básicos empieza a menguar de forma considerable, como puede
contrastarse también con la práctica supresión del Programa de Teleasistencia,
que ha quedado sin consignación presupuestaria, y con una reducción del 65% con
respecto a 2011 de la dotación específica del Plan Concertado para financiar la
dependencia.
De modo que,
siendo importante y trascendente para la democracia, para la convivencia
política -y para la marca España, ¿o no?- todo lo que está sucediéndose en el
seno del partido gubernamental, que se tenga en cuenta el apremio y el
sufrimiento -sí, el sufrimiento- de quienes palpan en sus carnes la disminución
de la calidad de las prestaciones que reciben y de quienes, como familiares o
allegados, padecen un exceso de burocratización para dificultar y disuadir el
acceso a sus prestaciones.
Antes,
una conquista o un derecho. Ahora, una desesperanza
lunes, 21 de enero de 2013
GUERRA SORDA Y SIN CUARTEL
‘Corrupsoe en Miami’, decía un grafito
repetido en avenidas y calles de Madrid durante los años noventa, cuando una
sucesión de escándalos y sospechas ensombrecieron los logros de los gobiernos
de Felipe González. Ahora, apenas
cumplido un año del ejecutivo presidido por Mariano Rajoy, en las redes
sociales circula “Ay, Suiza patria querida!”, una composición interpretada por
Luis Eduardo Aute en el contexto del “Forgesound”, en plena transición
política, para escarnio de quienes padecen los efectos de un episodio lamentable
que, supuestamente, entremezcla la financiación de la organización con
presuntas prácticas políticamente reprobables. Lo de Juan Guerra, hermano del
vicesecretario y del vicepresidente entonces, a quien no pudieron probar
comisiones delictivas, se ha quedado en chiste de Jaimito al lado de cuanto
envuelve el “Barcenasgate”, por citar solo este caso de las sombras -¡y qué
sombras!- que envuelven al partido gubernamental.
La
cuesta de enero se está haciendo insoportable para el Partido Popular. Menos
mal que una situación solapa a la anterior y se difumina ante la incapacidad de
digerir tantos titulares gruesos de tanta información. Y menos mal que aún
queda derechío mediático para mitigar los daños, los directos y los
colaterales, pero, sobre todo, para socializar las pérdidas, es decir, extender
o generalizar los perniciosos efectos de la corrupción política. Cuando es el
PSOE, leña al mono que es de goma. Cuando le toca al PP sufrir “el
comportamiento irresponsable de algunos” (versión oficial que contradice el
buen hacer ensalzado en otro momento), entonces asistimos a un problema serio
de la democracia, del desprestigio de la política y de los partidos, del daño
tan grande que se causa a la convivencia. Se cuidan de no incluir la marca
España, pero… Ya no dispone de muchos recursos para desviar el foco de tamañas
presuntas fechorías pero está echando el resto, aunque no pueda atribuir culpas
a Zapatero y cuente con la sensata colaboración de Felipe González.
Lo
cierto es que, a la espera de que se vayan esclareciendo cuentas,
contabilidades, destinos, métodos, vicios, tramas y anexos, algunos percibimos
que asistimos a una guerra sorda y sin cuartel de dirigentes del partido
gubernamental. Una frase que patentamos hace unos años, en ocasión de un apasionante
debate consistorial, recobra inusitada vigencia: “En la derecha, todos se saben
lo de todos”. Y claro, cuando alguien se ve lesionado o ve peligrar su aparente
integridad, salta la chispa y ya es de difícil control. En seguida hay un
reguero de anomalías -por emplear un concepto benevolente- que suele terminar
en la atribución de culpas a los más débiles. Hace poco que se descubrió -y no
ha sido desmentido- que se espiaban, luego de qué se fían.
Todo
da a entender que estamos ante un presunto caso de financiación irregular que,
en el caso del Partido Popular, hay que identificar con Gürtel. ¿Qué dirán ahora los que ‘crucificaron’ al juez Baltasar
Garzón hasta expulsarle de la judicatura? Porque su señoría se había adentrado,
precisamente, en las cloacas. Con razón no querían que escuchara ciertas
conversaciones. Hay muchos lados oscuros aún en ese caso que ahora, por la
conexión suiza y por otras ramificaciones, barrunta movimientos telúricos.
Aunque por ahora, como se ve, otra frase doméstica se impone: “Al final, nadie
fue”.
Se
cumplen, el próximo mes de junio, diez años de aquella célebre vergonzante ausencia/abstención
de los diputados ex socialistas Eduardo Tamayo y Teresa Sáez en la asamblea de
Madrid para impedir la investidura del candidato Rafael Simancas como
presidente de la Comunidad. Sin querer hurgar en las entretelas de aquel
episodio, sólo había una explicación posible: la que usted, lector, se está
imaginando. Aunque no fuera demostrable.
Desde
entonces, una sombra de suspicacias con disfraz de corrupción política se ha
extendido por la vida política madrileña. Cierto que la hidra o los tentáculos
han ido extendiendo su veneno por otras comunidades y por otras organizaciones
sin que todas las medidas puestas en práctica, incluidas las penalizaciones
judiciales, hayan servido para
erradicarlo.
Sólo
queda el consuelo de afirmar que no todos son iguales. Aunque en eso también la
incredulidad se ha elevado exponencialmente.
sábado, 19 de enero de 2013
PARA SEGUIR HABLANDO CON LAS PIEDRAS
Amelia Piñas Pisaca ha
pintado un cuadro exquisito -muy en su madurez estilística- para la ocasión. El
Museo Arqueológico Municipal ha elaborado un rincón con aportaciones propias.
Particulares han contribuido con fotos y objetos de confección o colección propia.
El personal del área municipal de Juventud se ha volcado con un trabajo
indesmayable. Descendientes, familiares
y allegados respondieron con generosidad y gratitud. Compañeros, discípulos y
profesores rememoraron vivencias y situaciones en la primera exposición pública
del centenario. Jaime, su nieto, condensó la iniciativa y explicó algunos
contenidos de la misma.
Y así, con el calor humano
de una nutrida asistencia en la Casa de la Juventud, antiguos instituto Laboral
y de Formación Profesional, entendimos todos que el hombre sigue hablando con
las piedras, paráfrasis del cinematográfico título de Carlos Pinto Grote que
encabezó una bellísima semblanza del inolvidable Telesforo Bravo, el sabio
portuense, el naturalista por antonomasia, el científico en permanente estado
de humildad, el profesor excursionista, el observador y descubridor de rincones
insulares, el investigador que defendió los bajíos y los líquenes de Martiánez
hasta el último minuto, el leal asesor que advirtió los peligros de los desprendimientos
en los acantilados del mismo nombre, el sereno consultor que tranquilizó de
madrugada a toda una isla a través de las ondas radiofónicas cuando la tierra
tembló…
Allí, en las vitrinas,
mientras se reanudaba el diálogo con las piedras, estaban la medalla de oro de
su ciudad, el reconocimiento del Cabildo insular de Tenerife y el premio
Canarias de investigación. Y también los contratos con una multinacional
norteamericana para investigar la calidad del agua en Irán; los tomos de la Geografía Canaria, publicada por Goya
Ediciones; unas notas académicas del instituto y de la facultad; cuadernos de
viaje y estudio; gráficas inéditas de su vasta colección; la cámara fotográfica
y la pica del geólogo…
Satisfizo, desde luego,
que hubiera tanta gente joven interesada en esta exposición (permanecerá
abierta hasta finales de febrero) preparada con tanto esmero como entusiasmo y
que es una de las convocatorias más atrayentes del centenario cuyas actividades
se prolongarán a lo largo de todo el año. Telesforo Bravo es una figura que
debe ser recordada. No serán necesarios más honores, en ese sentido, sino la
perdurabilidad en forma de otras modalidades (investigación, concursos,
rescates, tertulias, audiovisuales, digitalización…) que nos hagan comprender
por qué “el hombre que hablaba con las piedras” lo sigue haciendo, enseñando el
lenguaje de la Naturaleza que tanto necesitamos.
viernes, 18 de enero de 2013
ETICA Y CIVISMO
Desazón. Cabreo. Rechazo. Asco. Incredulidad. Impotencia. Dolor. Incertidumbre. Desastre. Daño.
Todo esto y mucho más es lo que produce la cascada de noticias e informaciones sobre la corrupción política. Precisamente, en circunstancias que reclaman, por encima de todo, valores, resulta que las cloacas están aflorando los frutos de los delitos, de los vicios, de las ilegalidades y de las transgresiones más rechazables y reprobables en el marco de la cosa pública.
Tremendo. Con razón, las encuestas más recientes reflejan esta preocupación ciudadana como de las primeras y de las más apremiantes.
La política tiene que ser otra cosa. Y tiene que servir para otra cosa.
Cuando faltan palabras para resumir todo esto, brotan dos: ética y civismo.
Claro que no sabemos si hay solución.
Es el otro gran problema.
Todo esto y mucho más es lo que produce la cascada de noticias e informaciones sobre la corrupción política. Precisamente, en circunstancias que reclaman, por encima de todo, valores, resulta que las cloacas están aflorando los frutos de los delitos, de los vicios, de las ilegalidades y de las transgresiones más rechazables y reprobables en el marco de la cosa pública.
Tremendo. Con razón, las encuestas más recientes reflejan esta preocupación ciudadana como de las primeras y de las más apremiantes.
La política tiene que ser otra cosa. Y tiene que servir para otra cosa.
Cuando faltan palabras para resumir todo esto, brotan dos: ética y civismo.
Claro que no sabemos si hay solución.
Es el otro gran problema.
jueves, 17 de enero de 2013
CONDENA JUDICIAL=DIMISIÓN
Una sentencia condenatoria, una dimisión: es el caso de Agustín Padrón, ya ex alcalde de Valverde y ex parlamentario del Partido Popular por la circunscripción de El Hierro. Autor de un delito de prevaricación y malversación de caudales públicos. Según fue conocida la resolución, así fue presentada la renuncia a sus cargos, aunque aquélla sea apelable.
La secuencia, por tanto, es tan lógica como fluida. Es probable que a algunos llame la atención la dimisión ‘ipso facto’ y hasta que se alardee de ello como si fuera un ejemplar acto de heroísmo. No: ha ocurrido, sencillamente, lo procedente. Cierto que, acostumbrados a que la dimisión no se prodigue, a que haya exceso de tolerancia y de condescendencia en algunos casos, y a que se agoten los recursos con tal de hacer valer la presunción de inocencia y de aferrarse al poder, se viene aceptando y aguantando situaciones verdaderamente insólitas, de modo que cuando algunos toman determinaciones consecuentes -como la que ha hecho Agustín Padrón- ello resulte, cuando menos, atípico.
Si en el pasado, ese dejar hacer/dejar pasar, fue la tónica, las circunstancias del presente, con el rechazo hacia la política y los políticos al galope tendido, inspiran lo contrario. Sin mermar para nada la legítima defensa de cualquier encausado, la situación para los cargos públicos envueltos en contenciosos judiciales ha cambiado sustancialmente. Se les exige al máximo y no se le toleran desvíos o infracciones, sobre todo, cuando están probadas. De ahí que el paso dado por el ex alcalde y parlamentario herreño sea de lo más consecuente y natural.
Por cierto, la sentencia, que afecta también a un teniente de alcalde de la misma corporación responsable del urbanismo, ha tardado trece años en producirse.
Ese sí que es un problema grave.
La secuencia, por tanto, es tan lógica como fluida. Es probable que a algunos llame la atención la dimisión ‘ipso facto’ y hasta que se alardee de ello como si fuera un ejemplar acto de heroísmo. No: ha ocurrido, sencillamente, lo procedente. Cierto que, acostumbrados a que la dimisión no se prodigue, a que haya exceso de tolerancia y de condescendencia en algunos casos, y a que se agoten los recursos con tal de hacer valer la presunción de inocencia y de aferrarse al poder, se viene aceptando y aguantando situaciones verdaderamente insólitas, de modo que cuando algunos toman determinaciones consecuentes -como la que ha hecho Agustín Padrón- ello resulte, cuando menos, atípico.
Si en el pasado, ese dejar hacer/dejar pasar, fue la tónica, las circunstancias del presente, con el rechazo hacia la política y los políticos al galope tendido, inspiran lo contrario. Sin mermar para nada la legítima defensa de cualquier encausado, la situación para los cargos públicos envueltos en contenciosos judiciales ha cambiado sustancialmente. Se les exige al máximo y no se le toleran desvíos o infracciones, sobre todo, cuando están probadas. De ahí que el paso dado por el ex alcalde y parlamentario herreño sea de lo más consecuente y natural.
Por cierto, la sentencia, que afecta también a un teniente de alcalde de la misma corporación responsable del urbanismo, ha tardado trece años en producirse.
Ese sí que es un problema grave.
miércoles, 16 de enero de 2013
FALTÓ FRESCURA; SOBRÓ TIBIEZA
La entrevista de Jesús Hermida a Su Majestad el Rey don Juan Carlos no fue un dechado de creatividad, precisamente. Pero se entiende: ni era el género adecuado para conmemorar públicamente, desde el punto de vista mediático, el 75 cumpleaños del monarca, ni la ocasión se prestaba a experimentos. Demasiado acartonado el resultado final. No hubo frescura; sobró tibieza.
La entrevista estaba condenada antes de ser emitida. Se sabía que no iban a abordar asuntos de actualidad. Y como era grabada, más fácil deducir una edición revisada a conveniencia. Se notó tanto, que en las descompensaciones de sonido (preguntas y respuestas), hasta los más profanos adivinaron que había algo raro. Demasiados corsés para tan sugerente producto.
Los contenidos de la entrevista no dieron para mucho. Difícil encontrar un enganche en las respuestas de Su Majestad para convertir en noticia trascendente, para dar el relieve mediático adecuado y hacer honor a la celebración. Pese a ello, algunos que se acercaron hasta las aristas presuntamente políticas y las han interpretado. Pero sin alharacas.
Hermida hizo lo que pudo en el contexto. Era el mejor de los entrevistadores ‘generacionales’. Algunos compañeros le han defendido mientras encajaba todo tipo de ‘crochets’ tras su cuestionario empalagoso y descafeinado. Le faltó chispa al entrevistador, que tiene tablas de sobra y podía haber hecho de su veteranía un ejercicio elegante y pintiparado. Seguro que él hubiera preferido estar más cerca o ser lo mínimamente incisivo que cabe exigir a quien va a preguntar y a arrancar cosas. Pero ni el personaje ni las circunstancias se prestaban.
Pero hay que entenderlo. Claro que, en ese esfuerzo de comunicación para incentivar la credibilidad de la Monarquía y de la familia real, era una oportunidad en la que los expertos debieron tener otras perspectivas para lograr otros resultados. Seguro que con los vistos y los criticados no se quedaron satisfechos.
Y es que faltó creatividad.
La entrevista estaba condenada antes de ser emitida. Se sabía que no iban a abordar asuntos de actualidad. Y como era grabada, más fácil deducir una edición revisada a conveniencia. Se notó tanto, que en las descompensaciones de sonido (preguntas y respuestas), hasta los más profanos adivinaron que había algo raro. Demasiados corsés para tan sugerente producto.
Los contenidos de la entrevista no dieron para mucho. Difícil encontrar un enganche en las respuestas de Su Majestad para convertir en noticia trascendente, para dar el relieve mediático adecuado y hacer honor a la celebración. Pese a ello, algunos que se acercaron hasta las aristas presuntamente políticas y las han interpretado. Pero sin alharacas.
Hermida hizo lo que pudo en el contexto. Era el mejor de los entrevistadores ‘generacionales’. Algunos compañeros le han defendido mientras encajaba todo tipo de ‘crochets’ tras su cuestionario empalagoso y descafeinado. Le faltó chispa al entrevistador, que tiene tablas de sobra y podía haber hecho de su veteranía un ejercicio elegante y pintiparado. Seguro que él hubiera preferido estar más cerca o ser lo mínimamente incisivo que cabe exigir a quien va a preguntar y a arrancar cosas. Pero ni el personaje ni las circunstancias se prestaban.
Pero hay que entenderlo. Claro que, en ese esfuerzo de comunicación para incentivar la credibilidad de la Monarquía y de la familia real, era una oportunidad en la que los expertos debieron tener otras perspectivas para lograr otros resultados. Seguro que con los vistos y los criticados no se quedaron satisfechos.
Y es que faltó creatividad.
martes, 15 de enero de 2013
SALUD, NEGOCIO
La oposición profesional y social a la privatización de hospitales madrileños es digna de admiración. Una tenaz resistencia, tan digna como capaz de presentar un plan alternativo, hace de esa protesta un ejemplo de lucha: en el simbolismo de las batas blancas hay toda una invitación a no claudicar por muy ‘absolutistas’ que sean las decisiones de quienes tratan de imponer su modelo porque les da igual la salud de las personas con tal de hacer negocio con ella.
En el fragor de esa batalla aún inconclusa, brotó días pasados la noticia:la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando todavía Esperanza Aguirre presidía a los madrileños. Cuando renunció a su cargo, declaró que dejaba la política pero no se desvinculaba del PP.
La empresa a la que pertenece el ex consejero, informaba la cadena SER, podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó “por criterios de ahorro”, ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha adquirido por cinco millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en una Unión Temporal de Empresas), aumenta exponencialmente su red de gestión de servicios públicos sanitarios pues con anterioridad gestionaba los laboratorios del hospital de Torrejón en Madrid y de los hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.
Se han ido sucediendo las explicaciones y las excusas. Respetables, claro que sí. Pero, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación, es natural que planeen dudas éticas y sobrevuelen las interpretaciones sobre el régimen de incompatibilidades. “Plan de Infraestructuras Sanitarias: Una oportunidad de negocio”, era el título de la iniciativa que el propio Güemes trasladó en su día al sector, dejando la puerta abierta, naturalmente, a otros ámbitos privados ajenos al sanitario.
Un título bastante significativo del que puede deducirse la madre de todas las interpretaciones: la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios.Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, estas operaciones ponen al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.
No hay más vueltas: la gestión de los análisis clínicos en manos de quien privatizó tal asistencia, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.
Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.
Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.
En el fragor de esa batalla aún inconclusa, brotó días pasados la noticia:la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando todavía Esperanza Aguirre presidía a los madrileños. Cuando renunció a su cargo, declaró que dejaba la política pero no se desvinculaba del PP.
La empresa a la que pertenece el ex consejero, informaba la cadena SER, podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó “por criterios de ahorro”, ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha adquirido por cinco millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en una Unión Temporal de Empresas), aumenta exponencialmente su red de gestión de servicios públicos sanitarios pues con anterioridad gestionaba los laboratorios del hospital de Torrejón en Madrid y de los hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.
Se han ido sucediendo las explicaciones y las excusas. Respetables, claro que sí. Pero, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación, es natural que planeen dudas éticas y sobrevuelen las interpretaciones sobre el régimen de incompatibilidades. “Plan de Infraestructuras Sanitarias: Una oportunidad de negocio”, era el título de la iniciativa que el propio Güemes trasladó en su día al sector, dejando la puerta abierta, naturalmente, a otros ámbitos privados ajenos al sanitario.
Un título bastante significativo del que puede deducirse la madre de todas las interpretaciones: la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios.Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, estas operaciones ponen al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.
No hay más vueltas: la gestión de los análisis clínicos en manos de quien privatizó tal asistencia, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.
Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.
Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.
lunes, 14 de enero de 2013
ATASCO MUNICIPALISTA
El gozo, en un pozo.
Cuando parecía que estaban condenados a entenderse, Partido Popular (PP) y
Partido Socialista Obrero Español (PSOE) han vuelto a abonar su bilateral
territorio de desencuentros a cuenta de la reforma del régimen local. Los
acercamientos de las últimas semanas, a los que indirectamente contribuyó el
malestar de los propios alcaldes populares, se han diluido al considerar los
socialistas que los problemas del municipalismo continuarán sin solución a
tenor de la propuesta que hace el ejecutivo. El modelo es el mismo -según
fuentes socialistas- luego no habrá ahorro de costes ni de estructura. De no
producirse un vuelco en la negociación final o una reconsideración sustancial
de las posiciones que se mantienen, todo da a entender que lo local será el
escenario de un nuevo campo de batalla política en lo que resta de legislatura.
Una
lástima porque había indicios de entendimiento y los avances hacían presagiar
un resultado más o menos satisfactorio. En medio de la crisis política y de la
progresiva pérdida de credibilidad y de valores en el campo de la política,
hasta un acuerdo de mínimos posiblemente bastaría para tranquilizar las
controversias y que, trasladado a lo local, vendría a estabilizar los planos
desde los que proseguir la lucha a favor de los intereses generales de un
municipalismo que, fortalecido, ha de impulsar mejores condiciones para su
desarrollo.
Pero
negros nubarrones se han instalado en el horizonte que tiene en el próximo 25
de febrero una fecha significativa pues es la que ha anunciado el presidente
del Gobierno, Mariano Rajoy, para aprobar el proyecto de reforma de la actual
Ley de Bases. El secretario de Política Institucional del PSOE, Gaspar Zarrías,
ha declarado que mantiene abiertas las vías del diálogo, pero mucho habrían de
cambiar las cosas en el plazo de un mes para que, al final, saliera un texto
que contentara a las partes. Queda por ver, en ese sentido, el papel que han de
desempeñar en el resto del proceso otras formaciones políticas y la Federación
que agrupa a los ayuntamientos de toda España pero, tal como están las cosas en
otros frentes, no parece que vaya a atemperar lo que se precisa.
Los
socialistas, para fundamentar el ‘no’ en el tramo decisivo de las negociaciones,
se basan en un “desapoderamiento de las competencias municipales” que,
derivando de la externalización de servicios para favorecer lo privado y de la
tutela que para garantizar la eficiencia en las prestaciones practicarán las
diputaciones -quién las ha visto y quién las ve: de prácticamente desaparecidas
y repudiadas por inútiles a agentes garantes de unas políticas activas-, sólo
equivale a una merma de autonomía y hasta de calidad democrática que, en
efecto, de materializarse, significará un retroceso considerable en los avances
del conjunto del municipalismo de todos estos años.
De
ese modo, los objetivos en los que parecía existir convergencia política, esto
es, reasignación de competencias, racionalización de estructuras y dotación de
mecanismos presupuestarios y financieros estables, empiezan a aparecer lejanos.
Así
que, distanciándose de un hipotético acuerdo populares y socialistas, el
municipalismo español seguirá envuelto en una nebulosa incertidumbre. Sólo un
esfuerzo de última hora, una mayor generosidad y, sobre todo, una visión más
amplia de las perspectivas de futuro, de las necesidades reales de la
administración local para una mejor prestación de los servicios, impedirían un
atasco que sólo agravará las circunstancias de crisis que, desde hace unos
cuantos años, atraviesan los ayuntamientos.
sábado, 12 de enero de 2013
LA MENTIRA COMO LEYENDA URBANA
Fueron dichos o relatos
más o menos largos que fortalecieron las leyendas urbanas y sustanciaron
numerosas conversaciones en cualquier día, a cualquier hora, en cualquier
lugar. Han ido pasando de generación en generación, conservada su esencia,
puede que deformada por alguna exageración o por algún propósito implícito de
querer reforzarla.
Pero el basamento era la mentira. Para causar gracia.
Mejor: carcajadas. Para imaginar lo imposible. Para descubrir la personalidad
de quien la profería o había hecho de ella un instrumento habitual de
convivencia. Una tras otra; la siguiente, aún mayor que la anterior. Una
apuesta por lo increíble, una vida animada para suplementar las lenguas del
dicho.
Algunas de ellas: por ejemplo, la de los perros y el
dominó.
-Lo que más me impactó de aquella isla es que todo el
mundo jugaba al dominó. Hasta los perros jugaban.
-Pero eso es imposible. ¿Y cuándo tenían que pasar, cómo
hacían?- le preguntan.
-Golpeaban ligeramente sus patas sobre la mesa.
Otra: la del reloj sobre una caña.
-Estuve cortando caña. Y me quité el reloj, claro. Cuando
terminamos, me lo dejé allí olvidado, sobre la punta de una de ellas. Quedé
fastidiado pero un año después fuimos al mismo sitio y el reloj estaba en el
mismo lugar. ¡Y seguía andando!
Esa tendencia a la exageración se aprecia en esta otra:
-Estábamos jugando al fútbol en unos llanos muy largos.
En cierto momento pegué un salto para dar al balón con la cabeza y cuando me
elevé ví la torre de la iglesia de Icod el Alto.
Desde luego, por imaginación que no falte:
-Nunca pensé que hubiera tantas palomas en aquel palomar.
Compré un saco de millo, esparcí los granos y ni uno cayó al suelo, se los
comieron por el aire.
Pero acaso ninguna como la del chorro:
-Después de ganarle una apuesta, aquel negro corrió
detrás de mí por todo el pueblo, hasta que llegué a un callejón tapiado, sin
salida, Menos mal que había un chorro de agua. Me subí por él hasta la cima y
me quedé arriba, hasta que el negro se aburrió y se marchó.
En fin. La mendacidad por norma. O casi. Para reír, para animar,
para alimentar las leyendas urbanas.
viernes, 11 de enero de 2013
LA SANIDAD, NEGOCIO SIN ESCRÚPULOS
En la cadena SER, hoy, desde temprano, van procesando la noticia: la empresa a cuyo consejo de administración pertenece Juan José Güemes, ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó. Güemes fue consejero entre 2008 y 2010, cuando Esperanza Aguirre presidía a los madrileños.
En la lentitud de la cola de la autopista, la reflexión es clara, por muy legítima y ajustada a derecho que haya sido la operación: interpretan la salud como una mercancía. Les da igual todo con tal de obtener beneficios.
La empresa a la que pertenece Güemes -informan en la SER- podrá ahora beneficiarse de la privatización que él mismo aprobó en 2009 y que justificó "por criterios de ahorro", ya que con la compra efectuada por su empresa Unilabs (que ha comprado por 5 millones de euros el 55% que el grupo Balagué tenía en la UTE) aumenta exponencialmente su red gestión de servicios públicos sanitarios ya que con anterioridad gestionaba los laboratorios del Hospital de Torrejón en Madrid y de los Hospitales de Denia, Torrevieja y Elche en la Comunidad Valenciana.
Ahora llegarán las justificaciones y las excusas. Da lo mismo: en pleno proceso de privatización de la sanidad madrileña, con una protesta y una resistencia dignas de admiración, esta información pone al desnudo que la asistencia sanitaria, para muchos, y especialmente para la insufrible derecha gubernamental, es un negocio. Y ahí está el copago del euro por receta como prueba más reciente.
Pero ésta de ahora mismo, la gestión de los análisis clínicos en manos de quien la privatizó, revela que, ya puestos, y con voracidad insaciable, hay que seguir y seguir.
Después se quejan de que algunos hablemos de mayoría absolutista. Y de que la gente, profesionales a la cabeza, compruebe que no tienen escrúpulos y exteriorice su repulsión.
Al hecho (privatización) y a los métodos, por supuesto.
jueves, 10 de enero de 2013
LA NOBLEZA DE LORENZO SOSA
Tenía Manolo don de gentes. Atento, respetuoso, servicial, observador… Desde que le conocimos, allá por los años setenta, cuando se acercó al mundo de la comunicación y empezó a invertir en los medios su pasión por el deporte, especialmente durante los fines de semana, pudimos contrastar su predisposición, sus afanes, sus inquietudes.
Desde entonces, proyectó el nombre de su Villa amada. Porque era un enamorado de La Orotava, de su costumbrismo, de sus medianías, de su tipismo y de sus solemnidades. Del Camino Polo y de El Rincón. Ya lo hacía desde su etapa de eficaz y probo dependiente en el período floreciente del comercio tradicional villero. Y luego, cuando se hizo con un espacio en prensa, radio y televisión, trabajando denodadamente, a menudo por amor al arte, con celo y con eficiencia.
Firmaba Lorenzo Sosa. Se llamaba Eleuterio Manuel. Todos le decíamos Manolo. Aquel Manolo de gafas negras, trajeado, que formó parte del inolvidable Grupo XDC que, en Radio Juventud de Canarias, constituyó un sólido trampolín de colaboradores y periodistas que se iniciaron en el medio y en la información deportiva. Manolo fue, junto a Antonio Expósito Mesa, la voz de la Villa, la de los resultados y crónicas dominicales. Puntual, dinámico, observador: del fútbol, baloncesto, lucha canaria, atletismo y otras disciplinas. Hasta que fue entrando en terrenos de información general y empezó a firmar crónicas de la actividad orotavense. Fue un corresponsal destacado. Y en Diario de Avisos tuvo a su cargo secciones de información deportiva.
Lorenzo Sosa, atraído por la política y la democracia, fue también miembro de la corporación municipal durante dos mandatos en representación del centrismo. También fue directivo de la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife.
Después, volcó sus esfuerzos en el Liceo Taoro, del que llegó a ser presidente. Se esmeró en una gestión que se caracterizó por el impulso al quehacer cultural. La organización de la romería de San Isidro fue una de sus principales inquietudes. Participaba como uno más, vestido de mago, entre la seriedad de su fisonomía y la bondad de su carácter, también apreciadas cuando colaboraba con los alfombristas del Corpus y cuando asistía como cofrade a las procesiones y actos religiosos de la Villa.
Pero los medios le seguían atrayendo. Así, no fue ajeno al fenómeno de las televisiones locales y en una de ellas, Tele 21, que emitía desde Tacoronte, dirigió programas y coordinó tertulias. Sus participantes seguro que le recordarán como un hombre tolerante que daba mucho juego y que sabía moderar.
Su última etapa fue en Gente Radio, una emisora afincada en el Puerto de la Cruz. Con José Antonio Reyes, su propietario, mantuvo, pese a los quebrantos de salud, el compromiso de realizar un magacín diario, matutino o vespertino, según las necesidades de la emisora o de su propia disponibilidad. En estos años tomó el pulso a la actualidad y ante sus micrófonos desfilaron representantes de partidos, grupos políticos, organizaciones cívicas y a menudo oyentes, a los que daba paso para conocer sus demandas y sus impresiones.
Después de larga y penosa enfermedad, Lorenzo Sosa, Manolo, ha dejado de existir. A quienes le conocimos, nos va a doler esta ausencia pues sabíamos de su oficio y de su discreción para ejercerlo. Pero, sobre todo, de su nobleza, exaltada por su discreción. La Orotava se queda sin una de sus voces más características. Claro que le recordaremos.
Desde entonces, proyectó el nombre de su Villa amada. Porque era un enamorado de La Orotava, de su costumbrismo, de sus medianías, de su tipismo y de sus solemnidades. Del Camino Polo y de El Rincón. Ya lo hacía desde su etapa de eficaz y probo dependiente en el período floreciente del comercio tradicional villero. Y luego, cuando se hizo con un espacio en prensa, radio y televisión, trabajando denodadamente, a menudo por amor al arte, con celo y con eficiencia.
Firmaba Lorenzo Sosa. Se llamaba Eleuterio Manuel. Todos le decíamos Manolo. Aquel Manolo de gafas negras, trajeado, que formó parte del inolvidable Grupo XDC que, en Radio Juventud de Canarias, constituyó un sólido trampolín de colaboradores y periodistas que se iniciaron en el medio y en la información deportiva. Manolo fue, junto a Antonio Expósito Mesa, la voz de la Villa, la de los resultados y crónicas dominicales. Puntual, dinámico, observador: del fútbol, baloncesto, lucha canaria, atletismo y otras disciplinas. Hasta que fue entrando en terrenos de información general y empezó a firmar crónicas de la actividad orotavense. Fue un corresponsal destacado. Y en Diario de Avisos tuvo a su cargo secciones de información deportiva.
Lorenzo Sosa, atraído por la política y la democracia, fue también miembro de la corporación municipal durante dos mandatos en representación del centrismo. También fue directivo de la Asociación de la Prensa Deportiva de Tenerife.
Después, volcó sus esfuerzos en el Liceo Taoro, del que llegó a ser presidente. Se esmeró en una gestión que se caracterizó por el impulso al quehacer cultural. La organización de la romería de San Isidro fue una de sus principales inquietudes. Participaba como uno más, vestido de mago, entre la seriedad de su fisonomía y la bondad de su carácter, también apreciadas cuando colaboraba con los alfombristas del Corpus y cuando asistía como cofrade a las procesiones y actos religiosos de la Villa.
Pero los medios le seguían atrayendo. Así, no fue ajeno al fenómeno de las televisiones locales y en una de ellas, Tele 21, que emitía desde Tacoronte, dirigió programas y coordinó tertulias. Sus participantes seguro que le recordarán como un hombre tolerante que daba mucho juego y que sabía moderar.
Su última etapa fue en Gente Radio, una emisora afincada en el Puerto de la Cruz. Con José Antonio Reyes, su propietario, mantuvo, pese a los quebrantos de salud, el compromiso de realizar un magacín diario, matutino o vespertino, según las necesidades de la emisora o de su propia disponibilidad. En estos años tomó el pulso a la actualidad y ante sus micrófonos desfilaron representantes de partidos, grupos políticos, organizaciones cívicas y a menudo oyentes, a los que daba paso para conocer sus demandas y sus impresiones.
Después de larga y penosa enfermedad, Lorenzo Sosa, Manolo, ha dejado de existir. A quienes le conocimos, nos va a doler esta ausencia pues sabíamos de su oficio y de su discreción para ejercerlo. Pero, sobre todo, de su nobleza, exaltada por su discreción. La Orotava se queda sin una de sus voces más características. Claro que le recordaremos.
miércoles, 9 de enero de 2013
SENCILLAMENTE, MALA IMAGEN
Sería bueno comparar las audiencias de los programas deportivos en televisión, en su inmensa mayoría con contenidos futbolísticos, con los registros de los espacios radiofónicos nocturnos, esos con los que desde hace un montón de años se ponía punto final a la jornada laboral, para irse a la cama o para estar a la última en el plano deportivo. Comparar más que nada para comprobar si, en la coincidencia horaria, están arrebatando oyentes y están produciendo un vuelco en los hábitos sociales. Si así fuera, la primera duda que salta es si la radio está perdiendo esa batalla, al menos en tal franja horaria.
Pero la impresión es más bien la contraria. La radio, por muy convencionales y tradicionales que sean sus fórmulas, sigue atrayendo y sigue convocando, no sin esfuerzos de mejora tecnológica y de aciertos en la producción para disponer -si es posible, en directo- de los más relevantes testimonios: goleador, parada, expulsado, actuación brillante, destitución, decisión de dirigentes… Ese directo (desde zona mixta, autobús o avión), ese post partido en el contexto de la inmediatez, ese tercer tiempo en el que acabada la tensión y la pasión hay que dar paso al primer análisis, aún frescas las percepciones y no maniatadas por los mensajes y titulares que pudieran condicionar los juicios, constituyen reclamos suficientes como para continuar decantándose por el medio radiofónico.
Sobre todo, cuando la alternativa televisiva no da para mucho más que algunas discusiones que invitan a apagar o a cambiar de canal. Discusiones que, a menudo, no están siquiera sustanciadas en imágenes que se van comentando. Pierden el norte algunos intervinientes: hablan al unísono, irrespetan los turnos que teóricamente el moderador establece, discrepan de malas formas y hacen gala de un sesgo digno de mejor causa. Olvidan que están en pantalla y que todo ese comportamiento está siendo visualizado. Con razón muchos telespectadores desisten.
Porque si se trata de enganchar, de mantener la atención, hay otros esquemas. El diario El País lo planteaba el mes pasado como un dilema: las tertulias futbolísticas de la tele se hacen al toque o a pelotazos, señalaba un titular, es decir, las opiniones se expresan con mesura y sosiego, de la forma más razonada posible; o con el griterío y la desproporción de quienes se comportan como auténticos fanáticos haciendo ver de forma descarada las inclinaciones. El término medio o lo más próximo a la ecuanimidad y el equilibrio, como que no existe.
Allá cada medio con su filosofía, naturalmente. Con sus métodos para competir. Las cuentas de resultados determinarán, más allá de las preferencias de los televidentes cuya heterogeneidad es consecuente con las preferencias. Moviéndose en unas cuotas de pantalla cuya media no alcanza el 3%, la sensación es que no incentivan al gran público específico, salvo en contadísimas ocasiones.
Lo peor es que se desnaturalizan los contenidos y las propias fórmulas de debate o tertulia utilizadas. Más tarde o más temprano, aparecen las sinrazones y los personalismos entrecruzados a bases de epítetos o acusaciones que no se sostienen. El ¡y tú más! se convierte en moneda corriente. No interesa el criterio o la impresión sobre una disposición táctica o sobre el cambio de un jugador sino un vocablo despectivo, cuanto más grueso mejor. Por cierto, luego se permiten criticar severamente, hasta despedazarles, a algunos deportistas que no han tenido su día, se han excedido en incorrecciones o no se han conducido dialécticamente por el camino adecuado.
Creemos que lo deseable sería el análisis y la disección de lo ocurrido con una perspectiva tecnificada pero también desmenuzada desde otros enfoques, vinculados a hechos que no necesariamente tienen que haberse dado en la cancha. La primera la tienen profesionales, ex jugadores y técnicos que pueden aportar lo mejor de su experiencia. Queden en la otra vertiente las impresiones de periodistas y expertos que atesoren bagaje suficiente como para opinar sin tendenciosidad y sin apasionamientos fanáticos. Con respeto, sobre todo, que el fútbol no es una ciencia exacta.
Quizá los aficionados sigan decantándose por la radio, precisamente porque ese modelo, aunque no se vea o no lo palpe, está más al alcance. Y porque bastante cansados están ya de diatribas y dicterios en todos los órdenes como para tener que revivirlas y soportarlas en la pequeña pantalla después de cada partido o de cada jornada.
Sencillamente, mala imagen, ¿no?
Pero la impresión es más bien la contraria. La radio, por muy convencionales y tradicionales que sean sus fórmulas, sigue atrayendo y sigue convocando, no sin esfuerzos de mejora tecnológica y de aciertos en la producción para disponer -si es posible, en directo- de los más relevantes testimonios: goleador, parada, expulsado, actuación brillante, destitución, decisión de dirigentes… Ese directo (desde zona mixta, autobús o avión), ese post partido en el contexto de la inmediatez, ese tercer tiempo en el que acabada la tensión y la pasión hay que dar paso al primer análisis, aún frescas las percepciones y no maniatadas por los mensajes y titulares que pudieran condicionar los juicios, constituyen reclamos suficientes como para continuar decantándose por el medio radiofónico.
Sobre todo, cuando la alternativa televisiva no da para mucho más que algunas discusiones que invitan a apagar o a cambiar de canal. Discusiones que, a menudo, no están siquiera sustanciadas en imágenes que se van comentando. Pierden el norte algunos intervinientes: hablan al unísono, irrespetan los turnos que teóricamente el moderador establece, discrepan de malas formas y hacen gala de un sesgo digno de mejor causa. Olvidan que están en pantalla y que todo ese comportamiento está siendo visualizado. Con razón muchos telespectadores desisten.
Porque si se trata de enganchar, de mantener la atención, hay otros esquemas. El diario El País lo planteaba el mes pasado como un dilema: las tertulias futbolísticas de la tele se hacen al toque o a pelotazos, señalaba un titular, es decir, las opiniones se expresan con mesura y sosiego, de la forma más razonada posible; o con el griterío y la desproporción de quienes se comportan como auténticos fanáticos haciendo ver de forma descarada las inclinaciones. El término medio o lo más próximo a la ecuanimidad y el equilibrio, como que no existe.
Allá cada medio con su filosofía, naturalmente. Con sus métodos para competir. Las cuentas de resultados determinarán, más allá de las preferencias de los televidentes cuya heterogeneidad es consecuente con las preferencias. Moviéndose en unas cuotas de pantalla cuya media no alcanza el 3%, la sensación es que no incentivan al gran público específico, salvo en contadísimas ocasiones.
Lo peor es que se desnaturalizan los contenidos y las propias fórmulas de debate o tertulia utilizadas. Más tarde o más temprano, aparecen las sinrazones y los personalismos entrecruzados a bases de epítetos o acusaciones que no se sostienen. El ¡y tú más! se convierte en moneda corriente. No interesa el criterio o la impresión sobre una disposición táctica o sobre el cambio de un jugador sino un vocablo despectivo, cuanto más grueso mejor. Por cierto, luego se permiten criticar severamente, hasta despedazarles, a algunos deportistas que no han tenido su día, se han excedido en incorrecciones o no se han conducido dialécticamente por el camino adecuado.
Creemos que lo deseable sería el análisis y la disección de lo ocurrido con una perspectiva tecnificada pero también desmenuzada desde otros enfoques, vinculados a hechos que no necesariamente tienen que haberse dado en la cancha. La primera la tienen profesionales, ex jugadores y técnicos que pueden aportar lo mejor de su experiencia. Queden en la otra vertiente las impresiones de periodistas y expertos que atesoren bagaje suficiente como para opinar sin tendenciosidad y sin apasionamientos fanáticos. Con respeto, sobre todo, que el fútbol no es una ciencia exacta.
Quizá los aficionados sigan decantándose por la radio, precisamente porque ese modelo, aunque no se vea o no lo palpe, está más al alcance. Y porque bastante cansados están ya de diatribas y dicterios en todos los órdenes como para tener que revivirlas y soportarlas en la pequeña pantalla después de cada partido o de cada jornada.
Sencillamente, mala imagen, ¿no?
martes, 8 de enero de 2013
NO SOLO SUELDO DE EDILES
Pasados los festejos, hay que poner manos a la obra de la
reforma de la Administración Local, frenada en las últimas fechas del pasado
año después de generosas expectativas que hacían presagiar si no lo mejor, al
menos un acuerdo de máximos entre el Gobierno, la oposición y la representación
institucional de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). No
ha fracturado la negociación pero los socialistas han hecho saber que, con el
último documento enviado por los populares, aún mantienen distancias que no
hacen vislumbrar un entendimiento total o definitivo.
El caso es que
unos y otros, prácticamente todos, incluso los alcaldes de otras formaciones
políticas, convergen a la hora de señalar que, tal como evoluciona la crisis,
es indispensable afrontar, con voluntad de sostenibilidad, una profunda y
racional reforma administrativa en el ámbito local que ha visto cómo a lo largo
de los últimos se han multiplicado los problemas, no sólo los de la
financiación.
Estos, unidos a
una nueva delimitación de competencias, son, de hecho, los principales
obstáculos para el entendimiento. Las partes, por otro lado, han de tener muy
presente que la causa común en la que trabajan debe preservar los principios de
autonomía que fortalezcan el propio tejido municipal y no debiliten las
conquistas y las estructuras que han ido ganando desde abril de 1979, cuando se
celebraron las primeras elecciones locales tras la reinstauración de la
democracia.
Se trata, en efecto,
de encontrar nuevas fórmulas que permitan apreciar a los ciudadanos la eficacia
y la utilidad de su centro de poder político más cercano. Son los propios
munícipes quienes empiezan a dudar de tales cualidades, tal es el grado de
merma de recursos y restricciones presupuestarias que se ha alcanzado a lo
largo de los últimos años, el límite prácticamente para garantizar prestaciones
básicas. Eso también ha influido, quiérase o no, en la desafección y en el
descrédito que se han extendido entre la ciudadanía a la hora de relacionarse y
mantener la credibilidad en la política.
El
municipalismo es consciente de este rechazo, a menudo exteriorizado
demagógicamente, pero en el que late un fondo de descontento hacia al
mantenimiento de ciertas estructuras públicas o hacia el régimen retributivo de
alcaldes y concejales. Pero ojo, esa repulsa, en algunas casos comprensible, no
debe ser interpretada o aprovechada para ir menguando libertades, conquistas y
hasta representaciones democráticas. Esa austeridad en la que tanto se insiste,
y que tanto se quiere aplicar en la esfera político-administrativa, no debe
significar restricciones que hagan peligrar la propia calidad del sistema
pluralista y de convivencia política. Cuidado, porque ahí puede llegarse a unas
arenas movedizas de las que no sería fácil salir. Podrá ser el terreno más
cómodo y hasta más deseable para determinada ideología o fuerza política pero,
a la larga, el más gravoso y el más pernicioso para el sistema.
De ahí que si hay
que se deba seguir hablando del sueldo de ediles con absoluta transparencia
porque es posible un consenso -es previsible un desmarque de los nacionalistas
si con él mantienen un pulso- aun cuando haya diversidad de factores
poblacionales o presupuestarios para alcanzar el acuerdo. Pero tal es la
demanda de austeridad que llega desde la sociedad, que bastaría un gesto
simbólico de los principales partidos para sosegar. Porque eso no va a resolver
las carencias financieras de las corporaciones pero ayudaría a superar los
abusos y a sobrellevar las quejas.
Quejas que no
son las únicas. Hay que dedicar atención también, por ejemplo, a las tentadoras
privatizaciones de servicios prestados por las administraciones locales. Que
entiendan los ciudadanos que está muy bien que sus representantes, dedicados
por entero a la función pública, dispongan de unas retribuciones ajustadas a
los tiempos que corren; pero que no es menos preocupante lo que tendrán que
pagar en conceptos como atenciones a las toxicomanías, las dependencias, las
asistenciales o los servicios socioculturales en caso de que sean gestionados
de forma indirecta, entre otras razones porque privatizar no entraña mayor
calidad ni eficiencia en la prestación.
En fin, estas
cuestiones, así como el papel de las mancomunidades como alternativa a la
reducción/fusión de municipios, y la disminución del número de concejales en
los consistorios, hacen pensar que la negociación será aún costosa y que hay
ámbitos donde consensuar será un ejercicio que requiere, además de generosidad,
la visión de futuro que propicie un régimen local moderno, estable y eficaz.
lunes, 7 de enero de 2013
VENCER AL MARASMO
Se encuentra en trámite de información pública, cooperación
interadministrativa y exclusión del procedimiento de evaluación ambiental
estratégica (ver Boletín Oficial de Canarias 253, del pasado 28 de diciembre),
el Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad del Puerto
de la Cruz a cuyo acto de presentación, en el pabellón de congresos del Taoro,
tuvimos ocasión de asistir para contrastar, por un lado, los avances en los
trabajos del Consorcio para la Rehabilitación Turística de la ciudad; y por
otro, la falta de identificación que el sector parece dispensar a esta
iniciativa sobra la que ya hemos dicho que es una suerte de último tren para
intentar revitalizar el destino, hacerlo más competitivo y, de paso,
transformar la ciudad, preparándola para el presente y para el futuro tras
haber experimentado un período de decadencia. Hay que vencer al marasmo.
Que nadie
sea ajeno al procedimiento, que no parezca éste lejano o reservado sólo a
tecnócratas y promotores de diversa laya. Está ahí, además de para cumplir
normativas, para aprovecharlo, para exponer criterios e intentar introducir
aquellas apreciaciones que, supuestamente, contribuirán a alcanzar los
objetivos del Plan y, por ende, hacer una ciudad más atractiva y más
confortable, apta para responder a las exigencias de los turistas y de sus
propios habitantes. Sería bueno que el Consorcio insistiera entre los agentes
del sector y entre los directamente afectados con la mayor difusión posible de
los contenidos del Plan y con el estímulo de la participación, una manera
directa de superar esas dudas, esos mohínes o muecas de recelo que
emprendedores y profesionales hacen al terminar las reuniones para no expresar
abiertamente su escepticismo o su incredulidad. El Ayuntamiento también debería
implicarse más en ese campo después de haber superado los actuales gobernantes,
según se desprende de sus manifestaciones públicas, los desafectos políticos
que el Consorcio inspiraba.
El Plan de
Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad, dicho de forma muy
sintética, gira en torno a tres ejes: destino, promoción y gestión. La
implementación del primero, concebida como línea estratégica, engloba varias
actuaciones infraestructurales y dotacionales en el espacio público, esto es,
en el litoral, en el casco histórico y también en Punta Brava. Hay que añadir
la red de dotaciones cultuales y deportivas, además de la infraestructura de
movilidad. En la misma línea estratégica, hay que consignar la rehabilitación y
mejora de la planta de alojamiento así como las actuaciones en equipamientos
privados.
No sólo es
una cuestión teórica, de planimetría y de enfoques tecnológicos avanzados que
deslumbran en sesiones masivas: la ejecución del Plan -ya hablaremos de la
financiación- comporta cambios sustanciales en la geografía urbana, en la
movilidad y en el viario, en la remodelación urbanística y en las tipologías
edificativas. Y eso obliga a estudiar y a mojarse. Y en la medida de lo
posible, a identificarse.
sábado, 5 de enero de 2013
EXPECTATIVAS Y RÉMORAS
Estrena el año la ciudad
con las expectativas puestas en el impulso que el Consorcio de Rehabilitación
Turística pueda proporcionar al denominado Plan
de Modernización, Mejora e Incremento de la competitividad. No es que el
Consorcio esté haciendo un gran esfuerzo -fue creado precisamente para eso-
pero teniendo en cuenta las circunstancias de todo tipo que concurren en el
Puerto de la Cruz, hay que ponderar los intentos de sus responsables para
lograr que sea una referencia sólida de la transformación que precisa el
municipio en orden a revitalizar su condición de destino turístico diferenciado
y superar los anquilosamientos que condicionan la superación de su decadencia.
Ganar confianza en el
sector y hacer creíble la información que se vaya suministrando, basada más en
realizaciones físicas o tangibles que en proyectos tramitándose, hasta lograr
que el conjunto de la población se identifique con ellas y las haga suyas, es
ahora el siguiente paso. Y que el Ayuntamiento se vuelque, que los gobernantes
terminen de aportar todo el cariño que una iniciativa así se merece, sería otro
avance significativo.
Hay hasta tres propuestas
de actuación en ese Plan de Modernización. Una de ellas es la que contiene el Programa de actuaciones en el espacio
público, que se identifica con la línea estratégica de implementación del
destino. Incluye el programa una serie de actuaciones infraestructurales y
dotacionales, entre ellas las que habrán de acometerse en el casco histórico.
Bajo esas pomposas
titulaciones, aparece la realidad cotidiana, la que recorren a diario miles de
nativos y turistas. Y es en dos o tres de ellas donde queremos detenernos
porque requieren de una intervención rápida y porque el impacto estético y
funcional de ahora mismo es muy poco favorable. Seguro que los responsables del
Consorcio también habrán reparado en ello pero como quiera que andamos en fase
de exposición pública, igual sirven estas consideraciones para mejorar esa
realidad.
Ejemplo: el pavimento de
algunas vías. El estado de la calle Doctor Ingram, por ejemplo, es vergonzante
para ser una de las más transitadas en pleno centro de la ciudad. De la calle
Cupido, en el tramo que desemboca en Valois-Punta de la carretera, por donde
circulan a diario no sólo turismos sino guaguas y vehículos pesados, cabe decir
que si ahora es un quebradero de cabeza para los conductores, cómo lo será
cuando haya que levantarla para repavimentarla. Suerte que las lluvias no han
causado mayor mella.
En pleno casco, el
problema/drama de la estación de guaguas, de mayor dimensión, naturalmente, que
el reasfaltado de vías. Deben estar sufriendo lo suyo los habitantes de los
bloques de viviendas de Cruz del Pino. El cierre que se prolonga, la visible
estampa de abandono y erosión que significa, hacen aún más complicado el
problema.
Y por último, un asunto
que no es competencia estricta del Consorcio pero que igual si recibe quejas o
alegaciones haría bien en trasladarlas al gobierno municipal: la ocupación de
la vía pública, esa ocupación anárquica y desproporcionada, con zonas por donde
empieza a hacerse imposible transitar. Se ha desbordado, ha alcanzado en los
últimos dos años niveles de auténtico descontrol. Ni ordenanzas ni nada parecen
poder solucionar o paliar un problema que generará otros de mayor consideración
-incluida la crematística- si no se pone freno a ese afán de tener en la vía
pública un segundo local, hecho que confirma, por cierto, la revalorización del
suelo en el Puerto de la Cruz.
El año se estrena así: con
expectativas y con viejas y domésticas rémoras a las que hay poner fin,
siquiera para que no parezca que seguimos sumidos en el abandono.
viernes, 4 de enero de 2013
CAUTELOSOS QUE HAY QUE SER
Tiene tantas ganas el
Partido Popular de exprimir una buena noticia que va el ministro de Hacienda y
señala que “algo se mueve en las entrañas de la sociedad española” a propósito
del dato del descenso del desempleo en el mes de diciembre.
Antes, no. Antes, todas
esas mareas, blanca, verde y negra, todas esas movilizaciones, todas esas
protestas y todos esos rechazos -alguno, como el de los operadores judiciales,
de llamativa unanimidad- no eran fruto de algo sembrado. Bueno, igual para Montoro,
ni siquiera eran las entrañas.
Ahora sólo le ha faltado
decir que la reforma laboral empieza a dar sus frutos. Pero ni los empresarios
han querido alzar un poquito la voz para razonar que cincuenta y nueve mil
personas menos en las listas del desempleo -nos alegramos por ellas, desde
luego- son el fruto del incremento de la actividad en el sector servicios
propio del mes de diciembre de cada año, coloquialmente conocido como la
campaña navideña.
De modo que sería buena
una moderación en los mensajes, que igual en enero, tras la cuesta, las
entrañas han dejado de moverse, por seguir con el símil Montoro. Y sobre todo,
porque en el conjunto anual de 2012, son más de cuatrocientas veintiséis mil
personas (un aumento de 9,64%) las que pasaron a estar paradas, hasta superar
los cuatro millones ochocientas cuarenta y ocho mil, una cantidad por supuesto
escalofriante.
También sería recomendable
esa mesura si tenemos en cuenta los registros de la Seguridad Social: unos
ochenta y ocho mil cotizantes menos en diciembre con respecto al mes anterior;
más de sesenta y tres mil, por cierto, profesionales vinculados a las
prestaciones de la Ley de Dependencia que, por decisión gubernamental, dejaron
de cotizar.
O sea, alegría por la
reducción decembrina pero contenida. Nadie se cree que el ‘austericidio’, de
buenas a primeras, haya causado efectos positivos. No: la contención y las
restricciones seguirán estancando. Y como seguimos sin modelo alternativo, pues
habrá que ser cautelosos, por muchas ganas que se tengan de estrujar un dato al
que aferrarse para lanzar el ¡Viva Cartagena! que algunos conservan sin que se
note demasiado.
Pero conservan.
jueves, 3 de enero de 2013
EL FIASCO DE UNA TRANSMISIÓN
Era una excelente oportunidad para promocionar, para ganar mercados y para proyectar el nombre de la ciudad. Pero, lastimosamente, ha sido desperdiciada. La indignación de ayer de portuenses en el exterior y la registrada en alguna red social era lógica. En algún medio nacional pudo leerse que las imágenes de la desconexión para dar paso a la hora menos en Canarias habían sido ‘estupefacientes’. Todos, más o menos, hemos sentido vergüenza ajena.
El caso es que las campanadas de año nuevo, anunciadas y ofrecidas en directo por Televisión Española han sido el mayor fiasco que se recuerda en orden a transmisiones en directo. Desde el complejo turístico “Costa Martiánez”, ese Lago universal cuyo creador, César Manrique, por cierto, ni siquiera fue mencionado. Y con cámara fija sobre el reloj de la Peña de Francia, cuya cuadratura y cuyos efectos lumínicos, a propósito, hicieron dudar a más de uno de su autenticidad, fueron sucediéndose las imágenes, desabridas, sin chispa, arrítmicas, como si de una fiesta de barrio se tratara, con el alarde de un escenario-pasarela sobre la lámina de agua.
Pero ni flores ni adornos ni un fondo con el que jugar. Ni alguien que se lanzara al Lago, siquiera con traje de neopreno. Ni una émula de sirena para llamar la atención en los últimos minutos del año que decía adiós así, con mucha pena, con abono del austericidio, y sin ninguna gloria.
La cosa empezó en La 2 pero los momentos culminantes -¿se puede escribir culminantes en este contexto- también fueron vistos en La 1 y en el Canal Internacional. Unas imágenes sin sonido sobre la ciudad, se vio que tomadas con prisas y sin detenerse en espacios o lugares emblemáticos, ensombrecieron aún más la penosa transmisión.
Lo demás, taciturno, elemental, tristón, impropio… O acaso el reflejo de lo que es en estos momentos la producción de Canarias en Televisión Española.
El caso es que la oportunidad ha sido clamorosamente desaprovechada. Para una ciudad o un destino turístico que intenta remontar, opciones como ésta no pueden despacharse a la ligera. Se agradece el empeño de quienes pusieron en el intento su voluntarismo. Pero se requería algo más: desde una mejor preparación de los contenidos y de tan singular ‘atrezzo’, hasta el asesoramiento pertinente para que los locutores dijeran menos tópicos y menos reiteraciones que sonaban absurdas. Debieron estar más atentos y vigilantes los responsables municipales y más diestros los profesionales del medio.
Porque el resultado final ha sido una transmisión que ha llenado a miles de portuenses de vergüenza e indignación. Un episodio que será recordado de forma muy negativa.
Para lo que se vio, con sinceridad, hubiera sido preferible no hacer nada.
El caso es que las campanadas de año nuevo, anunciadas y ofrecidas en directo por Televisión Española han sido el mayor fiasco que se recuerda en orden a transmisiones en directo. Desde el complejo turístico “Costa Martiánez”, ese Lago universal cuyo creador, César Manrique, por cierto, ni siquiera fue mencionado. Y con cámara fija sobre el reloj de la Peña de Francia, cuya cuadratura y cuyos efectos lumínicos, a propósito, hicieron dudar a más de uno de su autenticidad, fueron sucediéndose las imágenes, desabridas, sin chispa, arrítmicas, como si de una fiesta de barrio se tratara, con el alarde de un escenario-pasarela sobre la lámina de agua.
Pero ni flores ni adornos ni un fondo con el que jugar. Ni alguien que se lanzara al Lago, siquiera con traje de neopreno. Ni una émula de sirena para llamar la atención en los últimos minutos del año que decía adiós así, con mucha pena, con abono del austericidio, y sin ninguna gloria.
La cosa empezó en La 2 pero los momentos culminantes -¿se puede escribir culminantes en este contexto- también fueron vistos en La 1 y en el Canal Internacional. Unas imágenes sin sonido sobre la ciudad, se vio que tomadas con prisas y sin detenerse en espacios o lugares emblemáticos, ensombrecieron aún más la penosa transmisión.
Lo demás, taciturno, elemental, tristón, impropio… O acaso el reflejo de lo que es en estos momentos la producción de Canarias en Televisión Española.
El caso es que la oportunidad ha sido clamorosamente desaprovechada. Para una ciudad o un destino turístico que intenta remontar, opciones como ésta no pueden despacharse a la ligera. Se agradece el empeño de quienes pusieron en el intento su voluntarismo. Pero se requería algo más: desde una mejor preparación de los contenidos y de tan singular ‘atrezzo’, hasta el asesoramiento pertinente para que los locutores dijeran menos tópicos y menos reiteraciones que sonaban absurdas. Debieron estar más atentos y vigilantes los responsables municipales y más diestros los profesionales del medio.
Porque el resultado final ha sido una transmisión que ha llenado a miles de portuenses de vergüenza e indignación. Un episodio que será recordado de forma muy negativa.
Para lo que se vio, con sinceridad, hubiera sido preferible no hacer nada.
miércoles, 2 de enero de 2013
ESCENAS POCO EDIFICANTES
Es tan poco edificante la escena del abandono de los miembros
de un grupo político del salón de plenos como la expulsión de éste de un
miembro de la corporación decidida por quien presida. A estas alturas de la
democracia y cuando la vida institucional se construye a base de acuerdos y
determinaciones que procuran el bien general, cuando se supone que ya hay
suficiente madurez para hacer las cosas con más racionalidad política, nada se
resuelve con espantadas ni con autoritarismos que no parecen sino que son
voluntades anacrónicas.
Hay maneras
de protestar y de excluir, veamos. Cierto que los incumplimientos formales o el
irrespeto reiterado de normativas y disposiciones reglamentarias por quienes
ejercen el poder y confunden el gobierno con el mando -especialmente aquellos
que se amparan en la mayoría absolutista- puede llegar a exasperar. Y que dan
ganas de reaccionar, hacer algo para frenar o poner en evidencia los desmanes. Cierto.
Pero marcharse del foro para el que has sido elegido no es el mejor modo.
Primero porque los ciudadanos te han puesto allí para trabajar, para aportar
ideas, para argumentar, para producir alternativas, para discrepar y para
fiscalizar. Y para aguantar, por qué no decirlo. Nada se gana marchándose de
ese sitio. Quizá es lo que provocan o buscan quienes se comportan de manera
poco democrática. ¿Cuánto dura ese efecto, de qué sirve el gesto, la protesta?
Hay que permanecer allí y concebir otros métodos que pongan en evidencia a
quienes abusan del poder.
Y ordenar la
retirada de un componente de la corporación, reclamando la concurrencia
policial, si es necesario, ya desborda el control de quien tiene que
acreditarlo y ejercerlo. Se pregunta uno si es necesario llegar a esos extremos
cuando incluso se dispone de mayoría absoluta. ¿Es ejercer la autoridad, aun
cuando hayas agotado los previsibles recursos reglamentarios (llamadas al orden
a los capitulares que supuestamente están conduciéndose de forma inapropiada)
para dirigir los debates y desarrollar el orden de las sesiones, indicar el
desalojo del salón de plenos mediante la intervención de la policía local? ¿Se
es más autoridad o se es más alcalde-presidente por eso?
En el primer
mandato democrático municipal (1979-83) hubo en muchos sitios de España
auténticas alteraciones del orden en el interior de las propias instituciones
locales. Natural, se podría decir. Salíamos del régimen dictatorial, había
escasa cultura democrática, había provocadores natos e inmaduros
correspondientes, se producía una colisión de normativa franquista con vacíos y
situaciones democráticas nuevas que era necesario resolver con sensatez,
primero que nada. Hubo momentos en que llegamos a temer: muchos ayuntamientos
se convirtieron en un campo de batalla política donde los radicalismos y las
intolerancias amenazaban claramente el diálogo y el consenso. También el
progreso. Por fortuna, con el paso del tiempo y con las experiencias que se
ganaban y acumulaban, la vida local superó esas circunstancias y se normalizó
allí donde entendemos que residen los centros de poder político más próximos y
por tanto, donde se preparan, tramitan y resuelven las cosas que nos son más
cercanas.
Por eso, a
estas alturas resultan tan negativos y tan paradójicos hechos como los
planteados al principio que son inaceptables. Las instituciones no se
enriquecen con abandonos o exclusiones. Se fortalecen con tolerancia y con
diálogo, con llamamientos a la reflexión, con actitudes cabales y consecuentes.
Lastimosamente, negar principios democráticos o distorsionar el funcionamiento
de órganos a base de martingalas e incumplimientos amparándose en la mayoría o
en la más que probable impunidad, es una muy dudosa cualidad.
Que lo sepan
quienes aún practican tales métodos.
martes, 1 de enero de 2013
IMAGEN DE CONTRICIÓN
Nos pidieron en una comparecencia televisiva que pone a prueba
la capacidad retrospectiva, condensada, además, en pocos minutos, una imagen
del año que concluyó, un momento determinado que merezca ser destacado y
recordado, que haya sido noticia y que haya entrañado una cierta trascendencia.
Y en la
memoria estaba, naturalmente, el perdón del rey don Juan Carlos, un hecho
insólito, un acto de contrición sin precedentes que sirvió al menos para
mitigar la controversia que alimentaba el desprestigio derivado del
comportamiento de algunos componentes de la familia real, entre ellos el del
propio monarca con aquella cacería de elefantes que tuvo el disgusto añadido de
la lesión tras una caída.
Fue una
imagen sobresaliente, sin duda. Como lo había sido aquella otra de hace unos
años, en el curso de una Cumbre Iberoamericana, cuando el rey, inopinadamanete,
le preguntaba al presidente venezolano Hugo Chávez por qué no se callaba. La
diferencia entre ambas es que así como la cuestión regia brotaba fresca y
espontánea, interrumpiendo incluso la intervención del mandatario bolivariano,
la petición de perdón había sido meditada hasta la saciedad, por mucho que
fuera dicha, aun portando muletas, en la planta del centro hospitalario donde
había sido atendido.
En el primer
caso, digamos que no estaba en el guión o que su majestad se saltó todo esquema
protocolario, hasta el punto de ganar simpatías. En su expresión de disculpas,
respondía a la única salida posible adivinada por la Casa Real en aquellos
momentos: las palabras justas, las frases exactas y ensayadas, la naturalidad
para hacerlas más creíbles y el volver a empezar, sabiendo que “no volverá a
ocurrir”, hasta el punto de producir un efecto condescendiente casi inmediato.
Fue una
imagen inusual, desacostumbrada, por supuesto, con un valor social y político
elevado, ahora que ya empieza a ser mirado con perspectiva en un país donde
cada vez se tolera más, pese a las reformas gubernamentales. Todo un rey, todo
un jefe de Estado, pidiendo perdón públicamente. Puede que ese día los que se
han proclamado como no monárquicos reafirmaran sus convicciones juancarlistas.
En una tertulia radiofónica, recordamos, alguien quiso acuñar el término
“monarcano”, una suerte de licencia dialéctica que daba a entender algo así
como respetuosos con la monarquía pero con esperanza republicana.
En el año
del retroceso -porque 2012 lo ha sido, desde luego- ese acto de contrición, esa
imagen, bien merece estar por encima de otros momentos que, como las lágrimas
de Obama, demuestran que las personas, por muy alto que sea su rango, son de
carne y hueso y las emociones les desbordan.
P.S.- Salud,
suerte y venturas para el año recién estrenado.
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