Tiene tantas ganas el
Partido Popular de exprimir una buena noticia que va el ministro de Hacienda y
señala que “algo se mueve en las entrañas de la sociedad española” a propósito
del dato del descenso del desempleo en el mes de diciembre.
Antes, no. Antes, todas
esas mareas, blanca, verde y negra, todas esas movilizaciones, todas esas
protestas y todos esos rechazos -alguno, como el de los operadores judiciales,
de llamativa unanimidad- no eran fruto de algo sembrado. Bueno, igual para Montoro,
ni siquiera eran las entrañas.
Ahora sólo le ha faltado
decir que la reforma laboral empieza a dar sus frutos. Pero ni los empresarios
han querido alzar un poquito la voz para razonar que cincuenta y nueve mil
personas menos en las listas del desempleo -nos alegramos por ellas, desde
luego- son el fruto del incremento de la actividad en el sector servicios
propio del mes de diciembre de cada año, coloquialmente conocido como la
campaña navideña.
De modo que sería buena
una moderación en los mensajes, que igual en enero, tras la cuesta, las
entrañas han dejado de moverse, por seguir con el símil Montoro. Y sobre todo,
porque en el conjunto anual de 2012, son más de cuatrocientas veintiséis mil
personas (un aumento de 9,64%) las que pasaron a estar paradas, hasta superar
los cuatro millones ochocientas cuarenta y ocho mil, una cantidad por supuesto
escalofriante.
También sería recomendable
esa mesura si tenemos en cuenta los registros de la Seguridad Social: unos
ochenta y ocho mil cotizantes menos en diciembre con respecto al mes anterior;
más de sesenta y tres mil, por cierto, profesionales vinculados a las
prestaciones de la Ley de Dependencia que, por decisión gubernamental, dejaron
de cotizar.
O sea, alegría por la
reducción decembrina pero contenida. Nadie se cree que el ‘austericidio’, de
buenas a primeras, haya causado efectos positivos. No: la contención y las
restricciones seguirán estancando. Y como seguimos sin modelo alternativo, pues
habrá que ser cautelosos, por muchas ganas que se tengan de estrujar un dato al
que aferrarse para lanzar el ¡Viva Cartagena! que algunos conservan sin que se
note demasiado.
Pero conservan.
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