En el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), tuvo lugar la segunda presentación del libro 'COLO, por Julio Santaella Benítez'. Entre la nutrida asistencia, el ex presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Hicimos la siguiente introducción:
"El 22 de diciembre de
1938, en Berlín, el director de química del Instituto Kaiser Wilhelm, Ottho
Hahn, y su equipo, consiguen la primera fisión nuclear de la historia. Se firma un acuerdo italo-británico, en
virtud del cual el Reino Unido reconoce la soberanía italiana sobre la invadida
Etiopía e Italia compromete a retirar sus tropas de España al término de la
guerra incivil. En Italia, precisamente, se aprueba una Ley que limita a las
mujeres a ocupar solo el 10% de los trabajos mejor pagados en la industria y la
Administración. En esa fecha, la poeta chilena Gabriela Mistral, que sería
premio Nobel de Literatura en 1945, publica su libro Tala. Y ese día vino al mundo Julio Santaella Benítez, fruto de la
unión matrimonial entre Augusto Santaella Cayol, “temperamental caballero” (no
lo digo yo; es la definición de su hijo), y Julia Benítez Arnay, “bondadosa señora”,
como él mismo la adjetiva.
De modo que la criatura abre los ojos y empieza a llorar
cuando los españoles se disparaban entre sí; los alemanes iban ya, nada
más y nada menos, que por la reacción
nuclear operada en el núcleo atómico donde se dividían los subproductos para
liberar energía; ingleses e italianos se repartían todo un país y las mujeres
de la bella Italia ya padecían lo que eran límites y cuotas salariales. Menos
mal que la autora chilena parecía augurar hechos positivos:
“Se acabaron los días divinos
de la danza delante del mar,
y pasaron las siestas del viento
con aroma de polen y sal,
y las otras en trigos dormidas
con nidal de paloma torcaz”.
¿Cuál de estos acontecimientos pudo influir más en la vida
de quien, con el paso del tiempo, sería conocido popular y coloquialmente como
Colo, un apelativo que, por sí mismo, invita al afecto? A quienes sostienen
la teoría de que algo de lo que ocurrió
el día del nacimiento termina siendo una tendencia de la trayectoria vital, se
les brinda la oportunidad de interpretar si alguno de estos hechos marcó el
itinerario del autor del libro que hoy presentamos.
Al cabo de sus trescientas dieciocho páginas, uno se
quedaría con los versos de la Mistral pues no es que Colo sea un apasionado de
la poesía pero la delicadeza intimista de la autora chilena se identifica con
el temple, con la manera de ser de alguien que enfrentó duros trances y los
resolvió con la dignidad y la entereza de quienes no se rinden jamás por muy
adversa que sea la situación. Por eso marcó a Gento con solvencia. Por eso
compartió las mieles de aquel título liguero ganado en la última jornada de la
temporada 1965-66, cuando nadie lo esperaba, en el desaparecido Sarriá y por el
que cada jugador del Atlético de Madrid se embolsó veinticinco mil pesetas de
entonces.
Pero no solo de fútbol vivió Colo y no solo de fútbol se
habla en este volumen. Es el hombre, es la persona, Julio Santaella Benítez,
quien relata su vida, la que ha lidiado al margen de los estadios cuando fue
jugador profesional y de los despachos cuando ejerció funciones de dirigente.
Sin ser un juego de palabras, ello explica el título de la obra: Colo habla del
hombre; Julio Santaella Benítez habla de Colo.
Es la vida de un luchador, digámoslo sin ambages. Si se
fijan, al autor le han favorecido “las siestas del viento” de la Mistral: no
tiene arrugas. O casi. Y es que nunca se arredró. ¿Cómo va a hacerlo quien se
autodefine como “matemático empedernido, ingeniero frustrado… luchador nato,
mal perdedor…”? En sus propias palabras, página 185, a propósito del
fallecimiento en 1976 de su hija Nuria, de apenas dos años:
“…Fue una gran tragedia, inicio de una serie de desdichas
concatenadas que dejaron muy tocado mi estado de ánimo, sin fuerzas suficientes
para sobreponerme y poder afrontar con firmeza las múltiples dificultades que
me tenía reservada la vida.
“Le eché un pulso a mi destino. Y gané por goleada…”.
Vaya que sí. Hasta cuando las empresas familiares -otro
episodio- sufren un duro revés que era como ir perdiendo el partido por una
diferencia insalvable. Eso también lo cuenta, con detalles, quien se sobrepuso
y tuvo que buscar nuevos rumbos en el ámbito profesional. Era consciente de que
el pulso se gana por constancia y resistencia. El investigador español Luis
Señor dejó escrito que “la constancia es un puente entre el deseo y la
realización”.
Colo lo cruza, al hablar de todas estas cosas, sin
pretensiones literarias. El suyo es un relato autobiográfico llano cuya lectura
descubre la personalidad de quien ha querido rendir cuentas sin resquemores ni
ánimos revanchistas. Habla siempre de los demás y de todas las situaciones con
respeto. Destila, además, ese afecto que sabe dispensar a quienes se lo
merecen. El relato va desgranando fases, vivencias, determinaciones y cauces
que desglosa con gratitud hacia quienes decidieron compartir sus afanes.
Entre ellos, el inolvidable Luis Aragonés, con quien mantuvo
una estrecha amistad hasta el último día de su vida. Colo, junto a “el sabio de
Hortaleza” y Miguel Martínez, fue protagonista de un sonado traspaso del Real
Betis Balompié al Atlético de Madrid. El autor de este libro era el compañero
de habitación de Martínez, cuando a éste le sobrevino la parálisis que le
mantuvo inmóvil, en un sueño del que jamás despertaría.
A Luis, su segundo padre, a “Luisón”, le dedica un muy
sentido último adiós en uno de los capítulos. Con verdadero cariño, evoca la
figura de su hermano Tuto. No oculta su desgarro con la desaparición de su hijo
Alejandro. Cuenta con fruición sus veranos en el Puerto de la Cruz, ciudad en
la que echó raíces. Recuerda a paisanos como Manuel Torres y Vicente Molina que
le atendieron en Caracas en las concurrencias internacionales del club
rojiblanco. Su etapa como presidente del Club Deportivo Tenerife la califica
como “aventura inconclusa”. Y confiesa el transcurso plácido de su vida al lado
de los suyos, desde la oficina a cuyo balcón se asoma para escudriñar la
siempre efervescente plaza del Charco.
Valores
y sinsabores de Colo, de Julio Santaella Benítez a quien conocimos en Radio
Popular de Tenerife donde, en un programa en directo, sin anestesia, le
preguntamos para empezar:
-¿Duermes tranquilo?
Hoy en día, el recio defensor, el hombre curtido, contestaría
afirmativamente aquella pregunta tan directa de los años setenta.
Y es que, de sonrisa obsequiosa y mirada sana, esta tarde ve
culminado el deseo de ver publicada su vida, su trayectoria, sus peripecias,
sus experiencias. Escrita en primera persona, sin muchos prejuicios en
trescientas dieciocho páginas, con un amplio índice onomástico y con una serie
fotográfica muy bien distribuida -parte de la cual ha servido para la composición
gráfica de la portada- el autor ve desfilar el caleidoscopio de la vida, de
grana, de albiazul, de verdiblanco y de rojiblanco. Lo hace además, aquí, en la siempre prestigiosa tribuna del Instituto como antes en el
Club Náutico de sus sempiternas querencias, donde disfrutó tantos días divinos
con aroma de polen y sal, por terminar con versos de Gabriela Mistral que,
efectivamente, si nos permiten la licencia, marcaron la vida de Colo, en este
caso contada por Julio Santaella Benítez".