Anda el Gobierno de
Mariano Rajoy tan necesitado de “vender” una buena noticia, de apuntarse un
éxito, que se ha apresurado a destacar que la reducción del número de parados
del mes de marzo trae causa de sus políticas laborales. Que éstas son
acertadas, vaya. ¡Cómo sería si de verdad determinadas medidas o programas
conllevasen frutos palpables de mejoría en sectores o en productividad! Es lo
que está deseando el derechío mediático: tener algo bueno que contar, algo
positivo que magnificar, con ese alarde triunfalista y propagandista que tanto
le caracteriza, especialmente cuando en un período de vacas flacas se suceden
las tribulaciones, las de la crisis y las otras derivadas de cualquier
escandalete.
Hombre, hay que alegrarse
siempre de que se reduzca el número de desempleados. Nada más gratificante que
alguien, necesitado de un medio de vida o de un ingreso estable para sacar una
familia adelante, encuentre lo que cada vez cotiza más alto. Es cierto: pocas
informaciones pueden ser acogidas con más agrado que la disminución de los
parados.
Por eso, choca que el
Gobierno haya querido “lucirse” con esos casi cinco mil parados menos, fruto,
como en años anteriores, del efecto estacional de Semana Santa. Choca porque,
en un asunto de especial sensibilidad, autoatribuirse esos logros llega a
confundir. Baste un elemento ejercicio comparativo para darse cuenta de que no
hay que lanzar campanas de fiesta: el paro aumento en casi doscientas ochenta y
cinco mil personas con respecto al mismo mes del pasado año. Y por segundo mes
consecutivo, se supera la cifra global récord de cinco millones.
Más registros para no ser
tan triunfalistas ni exitosos: el paro sólo descendió en el sector Servicios,
en las zonas turísticas, concretamente. En todos los demás sectores, subió.
Mientras el efecto estacional de la Semana Santa en marzo de hace cinco años
hizo que catorce mil personas dejaran de ser desempleadas, y en abril de 2012,
fueran seis mil las que encontraran trabajo, ahora la cifra no llegó a los
cinco mil.
Esto es lo preocupante:
que haya cada vez menos contratos y cada vez menos indefinidos, según se
desprende de los datos aportados por el Servicio Público de Empleo. Por
ejemplo: que los contratos indefinidos el pasado mes de marzo hayan sido un
16,5% menos que el mismo mes del año anterior, revela que no son tan acertadas
las políticas gubernamentales y mucho menos las derivadas de la reforma
laboral.
Hay un millón menos de
afiliados a la Seguridad Social y casi son seiscientos trece mil parados más
desde que el Partido Popular accedió al Gobierno.
No, decididamente no es
para apuntarse tantos ni para presumir de nada. Se comprende el estado de
necesidad de un Gobierno abrumado; pero los hechos tozudos y las cifras, tanto
registradas como comparadas, dejan muy poco espacio –por no decir ninguno- para
la satisfacción y la autocomplacencia.
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