Francisco Linares sustituye a Isaac Valencia, el alcalde
invicto, al frente del Ayuntamiento de La Orotava. Treinta años de hegemonía
política y siete mayorías absolutas tienen un nuevo rostro. Era, si se quiere,
la crónica de un relevo anunciado: solo alguna duda en el pasado, cuando Juan
Donis tenía legítimas aspiraciones y parecía disputarle la sucesión, quedó
definitivamente aparcada. El propio Donis, ejerciendo ya como portavoz de su
grupo municipal, lo dejó caer en alusión a su compañero de filas: “Nacido para
ser alcalde”. Linares se lo ha venido trabajando, principalmente a lo largo del
presente mandato, cuando ha oficiado sin reservas, cuando ha sido alcalde en
lugar del alcalde, si se nos permite la licencia.
Pero,
asegurada sin sobresaltos la continuidad en el escenario político,
probablemente en el momento más adecuado, y dando por sentado que Linares
volverá a ser candidato en 2015, no es menos cierto que se inicia un nuevo
ciclo político en el que se pone a prueba la misma capacidad de los
nacionalistas orotavenses, ahora que Isaac no está. Aun contando la solidez de
la estructura local de Coalición Canaria y su implantación en barrios y núcleos
de la Villa -otros partidos están a años luz de esa circunstancia-, la verdad
es que en Valencia hubo una referencia personalista considerable a la hora de
decidir quién encabezaba el gobierno municipal. Aceptando que el estilo -y a su
modo, el carisma- del anterior alcalde forjó simpatías, confianza y hasta
lealtades, ello se tradujo en respaldos electorales indiscutibles. El propio
Isaac Valencia, en su intervención de apertura de la última feria de Pinolere,
lo dijo sin tapujos, como si de un aviso para el futuro alcalde se tratare.
Pero ya no
está el alcalde invicto y puede que ciertas ataduras queden liberadas. Hay
muchos antecedentes: gente que ya no se siente obligada, a la que no gusta el
continuismo, gente que recela y aprovecha para producir un cambio y casos en
los que hasta se pierde el miedo.
En esas
coordenadas empieza a librarse la incertidumbre del futuro inmediato. Bueno, en
esas y en las que sean capaces de trazar los partidos que compitan con
Coalición Canaria que, hasta ahora, han visto caer uno tras otro sus sucesivos
candidatos y tienen en común la imposibilidad de haber arrebatado la mayoría
absoluta. El conservadurismo villero también se inclinó desde 1983 por otorgar
su confianza al nacionalismo devenido del ‘localinsularismo’ y las izquierdas
van venido desangrándose sin visión de futuro ni generosidad política ni
respiración asistida siquiera para una opción común experimental. Puede que en
los análisis teóricos se tenga presente ese hecho: que sin Valencia, el
escenario es distinto y que las oportunidades, aún sin abanico, se incrementan.
Pero para
eso, para pensar, por ejemplo, en una pérdida de la mayoría absoluta, hay que
trabajar mucho y persuadir más. Conscientes, ante todo, de que los recursos del
rival no son moco de pavo.
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