Miquel Pellicer y Marta
Franco nos invitan. Optimismo para
periodistas (Editorial UOC), es el título de su libro, en el que contemplan
la botella medio llena, como si quisieran estimular los valores de la profesión
periodística, ahora agrupados en torno a un nuevo concepto, periodismo
emprendedor, esto es, la experimentación y la multiplicidad de opciones para
desarrollar iniciativas que cuajen en buenos y nuevos productos que, a su vez,
terminen convirtiéndose en vía de realización personal y profesional, en medio
de vida, vaya.
De sus respuestas en una entrevista aparecida en trecebits.com, llama la atención que
partan de esta premisa: “El poder ahora no está en la información sino en cómo
la compartimos”. Consideran que es una clave para que el periodismo siga siendo
el oficio más bonito del mundo. Aquella vieja y tradicional idea, quien tiene
la información, tiene el poder, varía sustancialmente: hay que saber
administrarla, hay que acertar a la hora de distribuirla y compartirla porque
eso significará enriquecerla, además de proporcionar solidez y fiabilidad.
“Contamos con una audiencia omnipresente interconectada que
quiere participar”, afirman Pellicer y Franco que ‘sueñan’ (literalmente) con
seguir explicando “historias cotidianas
con ética y compromiso social teniendo a la gente más cerca que nunca”. Y ahí
despliegan todo el abanico de la interacción porque es verdad que nunca antes
hubo tanta información como ahora, nunca tantos canales abiertos, nunca tanto
consumo fácilmente accesible. Y lo que es más: los periodistas, como no lo
habían hecho en otro tiempo, disponen de
instrumentos de todo tipo para aprender, para contrastar, para inspirar y
formar a los destinatarios de sus productos. Contactar con teórica facilidad
con sus fuentes y compartir su contenido completan un ejercicio apasionante:
informar y comunicar; hacerlo, además, sabiendo que hay que estar a la altura
de las exigencias de nuestro tiempo.
Por ahí destilan su optimismo, entre otros factores, los
autores de este libro que piden olvidarse del muro de las lamentaciones erigido
en las redacciones el cual impide “reinventarnos”. Y es que, admiten, Internet
ha venido para revolucionar no solo la propia realización de la profesión sino
los formatos y los contenidos, en definitiva, la misma relación con las
audiencias.
Hay razones. Cuestión de asimilarlas y de dar un salto. La
nueva era lo requiere.
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