El
sector turístico tinerfeño vive desde la tarde-noche del pasado
domingo la natural desazón que deriva de los hechos y las
circunstancias que concurrieron en una jornada complicada que
requirió de una gran esfuerzo de coordinación de las prestaciones
de los servicios públicos, mientras las apetencias de fiesta
carnavalera producían confusión y desconcierto, sin saber muy bien
qué priorizar. Las cosas se agravaron el lunes, cuando el
descubrimiento de dos casos de coronavirus en turistas italianos que
se alojaban en el sur alimentó más desasoiego que, en la tarde del
martes alcanzó su máximo nivel, entre la impotencia, las
informaciones entrecruzadas en las redes sociales y casi todo el
mundo queriendo conceder a su whatsapp
el mayor o el único crédito. La comparecencia del presidente del
Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, vino a atemperar los
ánimos y a aportar, desde la oficialidad de la versión con
testimonios técnicos sensatos y cualificados, la indispensable
serenidad para afrontar con voluntad de solución los procesos de
alternativas que se requieren, dada la naturaleza de los hechos que
nos afectan.
En
el maremágnum proceloso, se desata una vez más el fenómeno de las
redes sociales, caracterizado en este caso por el afán de
protagonismo de algunos y hasta por una cierta iniquidad de otros a
los que parece traer sin cuidado las consecuencias de las falsedades
o de la deformación de los acontecimientos. El que todo discurriese
en jornadas festivas, a caballo entre el apremio social y el derroche
carnavalero, complicó aún más las gestiones y las medidas para
salir del trance y adelantarse con los preparativos. Pensemos en que
se trata de una de las semanas de mayor movimiento en aeropuertos y
puertos y de más alta ocupación en hoteles y establecimientos
alojativos.
Lo
ocurrido debe servir de experiencia a los usuarios de redes sociales.
No todo es válido, no todo es fiable. Y como es fácil dejarse
llevar por el alarmismo, cuando éste explota, a ver cómo se
reconduce o se controla. Es más, hay una tendencia a comentar
precipitadamente las consecuencias o hacer predicciones pesimistas,
como si eso fuese un acto de valentía con el que alcanzar antes las
salidas. Es ahora cuando llegado el momento de contrastar que
funcionaron los protocolos (o en qué fallaron), procede hacer los
análisis correspondientes y debatir sobre las necesidades de
prevenir y disponer de programas que han de ejecutar tanto el
personal que atiende en un primer o segundo punto las llegadas como
clientes y visitantes que se alojan y necesitan disponer de
información y métodos para saber cómo desenvolverse y poner a
salvo su salud o su integridad física. Mucha protección civil es lo
que hace falta.
Posición
de la FAPE
Y
en cuanto a la información, ante
el surgimiento de nuevos casos de enfermos por el coronavirus, la
Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) ha hecho
un llamamiento a todos los medios de comunicación para que informen
con rigor y datos reales, verificados y contrastados sobre este
problema, sin recurrir a enfoques amarillistas o sensacionalistas que
solo pueden crear situaciones de miedo generalizado.
Igualmente,
pide a las administraciones, ya sean estatales como autonómicas, y a
los responsables de los centros médicos que informen con puntualidad
y transparencia sobre esta enfermedad a fin de que los ciudadanos
reciban un bagaje de conocimientos que les permitan enfocar el
problema con serenidad y apliquen las medidas de autoprotección que
recomienden las autoridades sanitarias.
Es
conveniente reproducir la posición de la FAPE al respecto. En ese
sentido, recuerda a los periodistas que el Código Deontológico nos
reclama que, sin perjuicio del derecho de los ciudadanos a la
información, respetemos el derecho de las personas a su propia
intimidad e imagen, sobre todo en el tratamiento informativo de los
asuntos en que medien elementos de dolor o aflicción en las personas
afectadas.
En
estos casos, el periodista evitará la intromisión gratuita y las
especulaciones innecesarias sobre los sentimientos y circunstancias
de las personas afectadas, sin olvidar que las restricciones sobre
intromisiones en la intimidad deberán observarse con especial
cuidado cuando se trate de personas ingresadas en centros
hospitalarios o en instituciones similares.
La
función social que protagoniza el periodismo en provecho de la
comunidad tiene su máxima expresión en las crisis y los conflictos.
Reconocida nuestra influencia en la formación de la opinión
pública, debemos ser conscientes de que los titulares y las noticias
alarmistas, sensacionalistas o amarillistas siembran la desconfianza
y pueden crear un estado de alarma que no se corresponda con la
realidad.
En
las situaciones de catástrofes o de epidemias, la disciplina de la
verificación y el recurso a fuentes fiables, elementos fundamentales
del periodismo, cobran un imprescindible relieve especial y son el
mejor antídoto contra la difusión de noticias falsas o engañosas
que, en casos como el que estamos abordando, proliferan en las redes
sociales, planteando estrafalarias explicaciones sobre el origen del
coronavirus o recetas milagrosas para su cura.
También
hay que señalar que en las situaciones de crisis es cuando los
medios tienen la posibilidad de demostrar a los ciudadanos que pueden
confiar en nuestro trabajo y que el periodismo de calidad, es decir,
el veraz, el que verifica, contrasta y se asienta en valores éticos,
es un bien valioso que conviene preservar.
En
el caso del coronavirus, ese bien se afianza si trabajamos para
aumentar el conocimiento del público mediante informaciones que
eduquen, avisen e informen con datos reales. Cuanto mayor y mejor
conocimiento sobre el coronavirus tengan los ciudadanos con nuestro
trabajo, más se reducirá la sensación de miedo y de histeria que
puede derivar de una información alarmista, basada en especulaciones
y conjeturas sin fundamento.
1 comentario:
Excelente análisis de una situación que requiere mimbres en todos los ámbitos. Del peligro de las redes sociales, y de la liviandad en el tratamiento de los asuntos, algo también hemos comentado. Y del contagio que los medios de comunicación tradicionales vienen padeciendo, asimismo. Casualidades, o no, en mi artículo de hoy escribo algo del buen hacer de nuestro presidente autonómico y de mis serias dudas sobre la deriva informativa en este triste particular del coronavirus. Buena reflexión que recomiendo al gremio. Se nota que la presidencia de la APT nos reclama seriedad, sosiego y algo tal elemental como ir a beber en todas las fuentes.
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