A propósito de los giros y las ironías paradójicas de la
política, alguien utilizaba en cierta ocasión, como ejemplo más claro, el de
Manuel Fraga Iribarne, quien se oponía con rotundidad al Título VIII de la
vigente Constitución (De la organización territorial del Estado) y unos años
después se veía en la presidencia de la Comunidad Autónoma de Galicia. Seguro
que hay más casos, en el ámbito político, de contrasentidos y de
contraposiciones, pero el de Fraga vale para constatar que nunca se sabe lo que
depara el destino y que éste tiene reservadas algunas situaciones propias de la
tragicomedia.
Turno en ese
sentido para el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien, días pasados,
ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU),
argumentaba la contribución más reciente de España a distintas causas
internacionales para avalar las aspiraciones de nuestro país a ocupar un sitio
en el Consejo de Seguridad de la organización durante el período 2015-16.
Claro, en
esa contribución, donde destaca “la prevención de los conflictos como uno de
los principales instrumentos para afrontar la paz y seguridad internacionales”,
hubo de aludir al “lanzamiento de la Alianza de Civilizaciones”; y a la
creación, “junto a Austria y Arabia Saudí, del centro internacional Rey
Abdullah para el diálogo interreligioso”, dos hechos en los que desempeñó un
papel protagónico el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que son las
cosas: aquel conejo de la chistera (así definió Rajoy, en la oposición, la
iniciativa de la Alianza) dejó de ser una ocurrencia con la que salir de cierto
trance para convertirse en uno de los soportes que sustancian el bagaje de
opciones, experiencias y méritos de un país que quiere formar parte del Consejo
de Seguridad.
No, en
serio, si no parece mal ni se reprocha que el actual presidente haya expuesto
tales razones -y algunas otras, como el Fondo de Cooperación para el Agua y el
Saneamiento promovido en 2008 o el Fondo para el logro de los Objetivos del
Desarrollo del Milenio que empezó a funcionar un año antes- para explicar la
aportación española. Al revés, siempre es bueno descubrir contenidos de la herencia
y darles continuidad para apreciar su auténtico valor. Aunque en principio
rechine que el presidente Rajoy hable ahora bien -ni más ni menos que en el
principal foro de la ONU- de lo que criticó y vituperó en el pasado en nuestro
país, y aunque no cite la paternidad de algunos logros, siempre es gratificante
contrastar la seriedad, la consistencia, la iniciativa y hasta el buen
funcionamiento de algunas ideas.
Aunque eso signifique otra ironía
paradójica de las que, en política, no se está exento. Y es que otros vendrán
que bueno te harán…
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