Una importante agencia de
noticias, Associated Press (AP), se
dispone a reemplazar a periodistas que cubran información de resultados
empresariales con robots. Como lo leen: con robots. No nos lo tomamos en serio
hace unos meses, cuando el rotativo Los
Angeles Times publicó la exclusiva de un terremoto a raíz de que uno de sus
robots programado para empezar a trabajar cuando se produce un fenómeno
sísmico, y miren: ya están aquí. Entonces, en la ciudad norteamericana el
debate sobre la funcionalidad se saldó cuando “Quakebot”, un algoritmo concebido
para extraer datos y seguimiento del Servicio Geológico de Estados Unidos que,
tras el adecuado procesamiento, empezó a vomitar información. Nunca mejor
dicho: privilegiada. Para colmo, un periodista, Ken Schwencke, era el padre de
la criatura.
El caso es que, si algo faltaba para ensombrecer aún más los
horizontes de la profesión, ahí tenemos los robots sustitutos. Han empezado por
el ámbito empresarial, por las cuentas periódicas de resultados, pero, a estas
alturas de la evolución tecnológica y de la destrucción de empleo en el sector,
a ver quién niega que la opción robótica siga creciendo y termine cubriendo
hasta las liquidaciones de los presupuestos de las comunidades autónoma o de
las corporaciones locales.
Los ejecutivos de AP se han apresurado a calmar las incertidumbres:
tranquilos, las máquinas dejarán más tiempo disponible para que reporteros y
profesionales cultiven sus fuentes, elaboren trabajos de mayor calado y hasta
terminen especializándose. Pero claro, el dato subsiguiente es atronador: se
multiplicará por más de diez el volumen de información sobre balances
económicos de compañías y corporaciones. No se ha dicho pero no es de extrañar
que también se esgrima la transparencia como valor añadido.
Más tiempo para estudiar, para investigar, para documentarse,
para escribir con más seguridad y más rigor: esa es la contrapartida, dicen.
Más periodismo, menos procesamiento de datos, parece ser el lema que, a la
postre, inspira la sustitución. Y para que el lector o usuario de la
información sepa a qué atenerse, bastará la adaptación al libro de estilo de la
agencia y un logo o señal similar que advierta del origen o de las claves del
sistema automatizado de información.
La
traducción de la producción en cifras es abrumadora: hablan en la citada
agencia de trescientas historias escritas manualmente (¿se podrá decir
artesanalmente?), por lo que ahora, con este método automático, se podrá
alcanzar las cuatro mil cuatrocientas en un trimestre. Es imposible evitarlo:
asombroso.
Los pesimistas, que los hay, recurrirán a una frase hecha:
no somos nadie. Y cuando sepan que la cosa empezará a funcionar así este mismo
mes, empeorará su estado.
Porque no es para tomárselo a broma, desde luego.
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