Hay que estar cada vez más pendientes de los foros donde se
debaten los problemas del periodismo, del presente y del futuro, de la
profesión misma. No es la cantidad y la
pluralidad de los puntos de vista que se contrastan lo que interesa sino las
perspectivas que contribuyen a trazar un panorama de indudable interés tanto
para los profesionales en activo como para los docentes y para quienes cursen
estudios con intenciones de incorporarse al mercado laboral.
Uno de esos
foros es el Laboratorio de Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid
(APM), de cuya decimosexta edición, dedicada a los estudios de periodismo, se
dio cuenta en la última entrega de este boletín. Algunas conclusiones son
reveladoras. Por ejemplo, Fernando González Urbaneja habló del problema de la
masificación y de la necesidad de ser más críticos para que la carrera sea más
difícil, “de mucho prestigio”, hasta el punto de que su titulación debiera
acreditar fehacientemente que el estudiante sirve para la profesión que
pretende ejercer.
Los
estudiantes hablan de desánimo. Acaso vean demasiado sombrío el horizonte,
entre asignaturas plúmbeas, masificación, escasez de prácticas e
inestabilidades académicas varias, pero principalmente por la precariedad
laboral que sigue in crescendo. Nos consta el esfuerzo de algunos alumnos que
se esmeran, por su cuenta, para ampliar conocimientos y tratar de llevar al
terreno más próximo o al que les han contado, el caudal teórico y experimental
que van adquiriendo, superando limitaciones de recursos tecnológicos o
exprimiendo las opciones de acercarse al mundo real, queriendo innovar o hacer
algo más allá de la cotidianeidad política. Tendrán que perseverar, forjar
alguna continuidad y ser autocríticos con los resultados. Y no únicamente con los
de trabajos de fin de curso o de carrera,
siempre con un cierto sabor a liquidación.
Por eso, no
es de extrañar que en este foro de Madrid hayan reivindicado planes de estudio
más cercanos al ejercicio de la profesión. Quieren que se les enseñe a
gestionar la información. Y aspiran a que sus profesores tengan una mayor
experiencia profesional. La voz del estudiantado empieza a ser primordial para
interpretar adecuadamente el periodismo de hoy y de mañana. Cuando tantas
sombras se ciernen, cuando tanto desconcierto predomina, cuando se intenta
superar el escepticismo -y se agradecen, en ese sentido, las aportaciones de
quienes aún ven luces encendidas en el porvenir-, esa voz tiene que ser
dinámica, crítica y con iniciativa. La voz que no calle las inquietudes
estudiantiles. Para mejores prestaciones profesionales, para cualificar la
propia actividad y para dar un salto que esté a la altura de las exigencias del
siglo XXI.
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