Unas
cuantas personas de las decenas concentradas en el exterior de las casas
consistoriales del Puerto de la Cruz abuchearon e increparon al presidente del
Cabildo Insular de Tenerife, Carlos Alonso, quien salía de una reunión, la
enésima, para estudiar y tratar el proyecto de construcción de la
infraestructura marítimo-portuaria del municipio. A su lado, el alcalde de la
ciudad, Lope Afonso, que hubo de actuar como escudo atemperador, flanqueado por
policías locales, se supone que alertados ante la evidente alteración de
ánimos. Ya en la salida, según cuentan, hasta el coche del presidente sufrió
alguna brusquedad de los más enardecidos. Carlos Alonso habrá pasado un mal
trago, sin duda, del que igual obtiene aleccionadoras consecuencias, entre
ellas, no seguir alimentando monstruos que terminan volviéndose en contra. Ya
ocurrió en el pasado con determinados compañeros de su formación política que
se dieron cuenta tarde y reaccionaron como pudieron aunque el daño ya estaba
hecho y el descontrol era irreconducible. De nada valía, además, el acto de
contrición: demasiado tarde.
De todos modos, sin arrogarnos
representación alguna, habrá que pedir disculpas al presidente del Cabildo:
Perdón, presidente, los portuenses no somos así. No es una frase nueva: la hemos
empleado en otras ocasiones, cuando la destemplanza quebró los valores de
tolerancia y respeto que han caracterizado a los lugareños, incluso en tiempos
de régimen político poco o nada democrático. Lo escribimos en octubre de 2009,
en aquel paisaje tras la censura a la alcaldesa Dolores Padrón; en agosto de
2013, tras una abrupta reunión en el salón de plenos del Ayuntamiento durante
la que fue presentado el proyecto de remozamiento del paseo San Telmo, para
decir que la idiosincrasia de los portuenses es otra; y más recientemente, en
septiembre del pasado año, cuando hablamos de vandalismo reprobable a raíz de
lo ocurrido con el incendio del coche del portavoz del Grupo Municipal
Socialista.
Han sido episodios violentos, o casi,
que, secuenciados, igual se interpreta que entran en contradicción con el
pensamiento anterior: los portuenses no somos así. Entonces, ¿por qué ese
encono? ¿Por qué esa radicalidad? ¿A cuenta de qué ese fundamentalismo
inapropiado? Es como si los virus de la sinrazón hubieran inoculado sin remedio
en capas de la población y las soflamas teledirigidas, convertidas poco menos
que en arengas delirantes, ya causan efectos contraproducentes hasta liquidar
las cualidades de nuestra forma de ser.
Es válido lo que escribimos en agosto de
2013: “Puede que el estado de ánimo, la
decepción ante la incapacidad de la ciudad para despegar y superar la gestión
pública, el desencanto ante la gestión pública y el conformismo privado
influyan negativamente y generen no solo desconfianza o recelo sino también rechazo. La falta de soluciones prácticas y la
insensibilidad para identificarse con los hechos propios han desembocado en una
incredulidad que va adquiriendo, por lo visto, estas inquietantes formas de
repulsa…”.
Ahora ocurre que muchos portuenses
creen que la construcción de un puerto deportivo-pesquero-comercial es la
panacea de las penurias que padece la ciudad. Es respetable esa creencia,
aunque la racionalidad práctica de las soluciones y otros apremios del
municipio discurran por otras vías. Si la pretendida panacea es sacudida o aderezada
con ensoñaciones de cruceros o similares, es fácil que la ilusión se
desvanezca. Y que la secular aspiración de la sociedad portuense siga
resultando una fuente de frustración.
El presidente del Cabildo ha sido
abucheado e increpado en público por unas cuantas personas justo después de
exponer, en el marco adecuado, en el Ayuntamiento, la documentación que
sustancia la iniciativa y sobre la que aún mucho hay que hablar, seguro, entre
otras cosas, para ver si hay financiación y si el patrimonio municipal, fruto
de notables esfuerzos, se valora como es debido. Ya sabe Carlos Alonso lo que es
el fuego amigo y por tanto debe ir pensando cómo ponerse a cubierto si es que
quiere recobrar credibilidad. Porque lo lastimoso es que los avances que se
hayan podido registrar, tanto desde el punto de vista político como técnico,
quedan minimizados porque la noticia es esa salida un tanto accidentada, con
gente que le grita ¡mentiroso! y le insta a no volver, en un episodio nada
edificante.
Sirva lo ocurrido para palpar la
frustración y para ofrecer en el futuro hechos o realidades.
1 comentario:
Lope debería hablar seriamente con Manolo, su jefe, para que le explique cómo desde una emisora municipal se permite el fomento de estas acciones.
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