¿Por dónde deberían empezar
los socialistas algo que, dadas las circunstancias, quedaría
conceptuado como la reconstrucción?
A
pensar en positivo, por ejemplo, aquellos que aún conserven la fe
militante y sean leales al compromiso ideológico. Todo lo ocurrido,
cargado de tantos errores, es el ejemplo de lo que no se debe hacer
en una organización política en la que primen los personalismos,
antepuestos a estrategias que, sin sólidos elementos, solo pueden
conducir a desastres. Inválidas, por tanto, para acceder al poder.
Podrían
comenzar por asumir la inutilidad de debates (principalmente en redes
sociales) que empiezan con “y tú más” y terminan con un cruce
de insultos y descalificaciones, cuando no de infamias. Muchos
socialistas han malgastado tiempo e ideas en vilipendiar a compañeros
cuando lo que se requería era una aportación de cordura y sosiego,
de respeto y de alternativas hechas desde la racionalidad. Pensando
más en la persuasión para ganar espacios políticos y respaldos
socielectorales antes que en el desprestigio o el aniquilamiento de
los propios.
Deberían
profundizar en su sustrato ideológico para hacer frente a problemas
como la corrupción o el contagioso desapego a la política con un
bagaje en el que haya algo más que la algarada populista, el
radicalismo negacionista o la desacreditación soez. Más autoestima
y menos inquina, que del encono ya se encargan otros, para los que
todo vale. Ya habrán comprobado que sobran los dedos de la mano para
contar a quienes han expresado un reconocimiento a la actitud
constructiva de querer desbloquear la situación e impedir unas
terceras elecciones en plenas celebraciones navideñas. Y miren que
había sectores y opinadores que clamaron y presionaron para que el
Grupo Parlamentario Socialista se abstuviera, como así ocurrió con
parte de su composición, prolongando la catarsis. La política, ya
lo hemos escrito, es una colección de ingratitudes.
Habrían
de hacer todos los ímprobos esfuerzos con tal de recuperar valores
con los que volver a vertebrarse, sintiéndose parte proactiva de una
organización que es alternativa de poder, que tiene una sólida
experiencia gubernamental y de oposición, que es sostén del sistema
de convivencia democrática, que sigue acaparando la confianza de
miles de ciudadanos y que ha desempeñado, en esas coordenadas, un
papel protagónico en la historia de España.
Practicarían
más respeto y menos intolerancia, conscientes de que hay cualidades
que se aprenden y se cultivan dentro. Ya han visto la sangría de
descontentos y deserciones (la vía más fácil) y habrán comprobado
que con recelos y flagelos en modo multiplicación no se avanza; al
contrario, se contribuye a ampliar la fractura. Más lealtad y menos
vicios en los que predominen los codazos.
Es
un proceso arduo el que se avecina para el socialismo español, entre
la búsqueda del liderazgo, la dirección cualificada y la
reconquista de la credibilidad. Pero no hay otra opción que
afrontarlo, teniendo muy presentes los tropiezos y los errores. Y que
hay que hacer honor -no lo olviden los más jóvenes y los más
descontentos- a una organización centenaria.
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