Hay
imágenes que están predestinadas a ser eternas. Y una de ellas es
cuando tomó posesión, pasó revista a las tropas y dio su primera
orden:
-¡Capitán,
mande firmes!
Lo
hizo con tanta sutileza que hasta cabría retirar los signos de
interjección.
Una
mujer embarazada pasando revista a tropas. Si alguien dudaba de la
subordinación al poder civil o cómo demostrar el principio de
igualdad preconizado en mil y un discursos, la imagen lo decía todo.
Icónica.
Allí
estaba Carme Chacón, serena, consciente, responsable, seria,
predispuesta para la misión política que le habían encomendado:
ser ministra de Defensa. Era impensable para muchos pero a Carme no
le hacían falta otros estímulos que los de servir a su país y
acreditar que la mujer también también está preparada para otros
cometidos.
Lo
demostró con creces hasta el punto de ganarse no solo el afecto sino
el respeto de muchas personas, entre ellas los adversarios políticos.
Puede que algunos que entonces no comprendieran y hasta rechazaran
aquel nombramiento de Rodríguez Zapatero ahora hayan callado cuando
María Dolores de Cospedal, por decisión de Mariano Rajoy, le
sucediera al frente del ministerio. Ironías -que no heroínas- de la
política.
Luego,
aún embarazada, cuatro días después de haber asumido la cartera,
fue aquel largo viaje para visitar a los destacamentos españoles en
Afganistán con una alocución interrumpida cuando sonó una alarma.
Anécdota al margen, lo mejor, ahora que los hemos visto repetidos,
fueron los testimonios expectantes e ilusionados de los mandos y del
personal femenino.
Años
después, otro desplazamiento muy comentado: a la isla italiana de
Cerdeña, donde había más de medio millar de militares españoles,
desplegados en una misión internacional aprobada por la Organización
de Naciones Unidas (ONU), conocida como Operación Protector
Unificado de la OTAN sobre Libia, concebida para frenar los ataques
de Gadaffi sobre su pueblo.
La
entereza de Chacón, su vena política, cobró relieve cuando decidió
competir en unas elecciones internas a la secretaría general del
Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que terminó cediendo a
Alfredo Pérez Rubalcaba por veintidós votos. Cuentan algunos
asistentes que su intervención aquel día no fue del todo afortunada
y hasta es probable que, a raíz de ella, más de un indeciso se
inclinase por el veterano político socialista. Alfredo fue un
caballero en la victoria y Chacón una noble derrotada, sin
estridencias ni descalificaciones. Siguió en el partido y en la
política sabiendo que había que trazar otros horizontes pues ya
había pasado para ella el tren del poder.
Tuvimos
oportunidad de tratarla en dos ocasiones: en un viaje a Lanzarote,
donde no quiso utilizar la sala de autoridades del aeropuerto, pese a
que todo estaba dispuesto, como le correspondía; y en un acto en un
hotel del Puerto de la Cruz, enero de 2012, recién estrenada la
comisión ejecutiva municipal que habría de afrontar el futuro
inmediato de los socialistas portuenses.
“Un
honor para los españoles tener las Fuerzas Armadas que tenemos”,
dijo en Radio Caracol, en la última entrevista concedida. Una
declaración que realza su estatura política. En unos momentos
convulsos para el socialismo español, inmerso en un proceloso oceáno
de diferencias y resquemores, todos lloraban su pérdida. Al menos,
una tregua. Igual se acordaron de aquella sutil orden de Chacón:
-¡Capitán,
mande firmes!
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