El
socialismo portuense ha iniciado un nuevo ciclo con la elección de una
dirección local al frente de la cual se sitúa Marcos González Mesa, como
secretario general. La comisión ejecutiva está integrada por personas que
atesoran alguna experiencia orgánica y han desempeñado o están desempeñando
distintas responsabilidades públicas.
El nuevo ciclo comienza con el
partido en la oposición municipal, fruto del peor resultado cosechado en convocatorias
electorales desde la reinstauración de la democracia. Ese
hecho no es nuevo pero se produce ahora en un momento muy desfavorable para la
acción política, tan condicionada por la desafección y el rechazo que la crisis
se ha ido encargando de generar. Es el principal obstáculo al que se enfrenta
el órgano ejecutivo de los socialistas portuenses. No será fácil sortearlo.
Lo que va a de ayer a hoy: un
partido hegemónico que enarboló la bandera del cambio político en el municipio,
tomó la iniciativa, rescató los valores progresistas históricos y tradicionales
de la mayoría de la población, se convirtió en referencia sólida para la
ciudadanía tanto por su acción de gobierno como por su implantación social y
concatenó victorias electorales desde 1979 a 1995, se ha convertido ahora, con la más exigua
representación institucional de su historia democrática (6 concejales), en una
organización más debilitada, con dificultades para sostener la credibilidad y
con menor capacidad de movilización y
persuasión.
Errores propios, unidos a una falta
de generosidad y visión política, han contribuido a la situación actual. De la
voluntad de autocrítica y del firme propósito de no repetir los yerros ni los
métodos políticos basados en los unipersonalismos, los clanes y las
exclusiones, dependen las posibilidades de superación. El valor de la historia
intramuros del PSOE es ese: aprender las lecciones de la crisis una vez se
extendiera (no irremediablemente, pero…) y ocurriera lo que a otras
agrupaciones locales del PSC-PSOE: se desata hasta generar una fractura
militante y difícilmente levantan cabeza.
Pero bueno: importa más en este
artículo hablar del porvenir. Tan fundamental como que cicatricen heridas es
evitar tendencias de continuismo en los modos de hacer política. De ahí que
otorguemos perfil alto al relevo generacional. Seguimos con atención las
palabras del nuevo secretario general cuando, como candidato aún, hizo su
declaración de intenciones: “Trabajemos en un mismo rumbo”, “Pido que se venga
a votar una idea”, “Rescatemos las cosas buenas del pasado”, “Abogo por la
integración de las distintas inquietudes”, “¡Cómo vamos a proyectar fuera si no
creemos en el partido!”, “Quiero impulsar una participación real y efectiva”,
“Hay que desarrollar políticamente la mayor horizontalidad posible” y “La nueva
ejecutiva está conformada desde el consenso con perfiles muy aprovechables de
las personas que la integran”. Estas frases sirven para ir midiendo y
descubriendo las intenciones.
Ya se verá pero a todo grupo humano
que se inicia hay que concederle la oportunidad de acreditar estos valores,
pese a que la inexperiencia sea un
factor siempre condicionante y que, además, hace dudar. Se verá cuál es el plan
de trabajo y el desenvolvimiento de quienes asumen las arduas tareas de
dirección de una organización política que ha pasado de tenerlo todo a verse
muy mermada. Hay que incrementar, por ejemplo, el número de afiliaciones. Ojalá
que en ese plan se ponga énfasis en la formación cuya carencia ha sido uno de
los grandes males que ha caracterizado el desarrollo del personal y de la
organización misma. Y ojalá que se entienda que la política no es una panacea
personal sino una herramienta para trabajar con vocación, para acrecentar la
solidaridad y la cohesión social. Más ideología, menos ambiciones.
Con las circunstancias presentes,
todos convendrán en que el reto es muy difícil. Se trata de levantar esto, por
emplear una expresión coloquial. Pero por fin la palabra reto cobra su
auténtico significado. Levantar significa en este caso recuperar espacios
políticos y apoyos electorales; pero también valores personales de lealtad,
confianza y cohesión interna.
Hay que escribir nuevas páginas, en
definitiva. Por ahí ha empezado el nuevo ciclo. Hay que ganar al desencanto y
al desapego. Sin incidir en nostalgias porque algunos resultados no se
reeditarán. Eso tiene más peso que reverdecer laureles electorales, que duran
lo que duran. Lo que debe prolongarse, lo que debe enquistarse en la sociedad,
es una obra prolongada y sostenible de ideología, programa y presencia. Los
nuevos tiempos exigen que la política sea algo más que un ejercicio
voluntarista o una vía de acceso al mercado laboral.
Lo dicho: suerte y aciertos para el
nuevo ciclo.
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