Siempre hicimos ver a quienes reclamaban textos breves para
todo (desde una publicación digital al boletín de una organización política o
cultural, pasando por alguna edición institucional) y muchos contenidos
gráficos, que eso no podía ser interpretado al pie de la letra, que no debía
ser aplicado como si de un principio inamovible se tratara. Eran -y son,
seguro- los convencidos de que la gente no lee; en otras palabras, que la
letra, con gráficas entra. Menos textos y más fotos, para resumir en lenguaje
coloquial.
No es así
por razones bastante obvias: hay hechos noticiosos que no se pueden ni se deben
despachar con un texto de pocas líneas o con la redacción de un más o menos
bien condensado pie de foto. Y además, incitar a no leer, con ese “método”
(menos textos, más fotos) tan peculiar, está muy lejos de ser una buena
solución. Se puede entender el valor de los álbumes, la preferencia de muchas
personas a visualizar imágenes y la práctica del coleccionismo, pero abreviar
al máximo, hasta reducir a la mínima expresión, creyendo que con tal fórmula se
obtiene un buen producto y los destinatarios quedan encantados, además de
completamente informados, dista de ser la mejor solución, dicho sea en tono muy
genérico.
Pero es una
tendencia muy extendida, se admite; de ahí que sea necesario perseverar en
invertirla en cuanto contribuya a mejorar contenidos y los propios productos
informativos. El periodismo de nuestra época está aquejado de unos cuantos males
que solo los profesionales están en condiciones de superarlos a base de rigor y
tratamientos adecuados. Malo que la comunicación -y, sobre todo, la
información- estén a expensas de políticas editoriales pacatas: hay que lograr
que las circunstancias negativas sean una adversidad permanente que deje el
periodismo como algo superficial y anodino.
El
periodista y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú, Alberto
Munive, especialista en géneros periodísticos y nuevas tendencias de la comunicación,
hace un pormenorizado análisis de esta preocupante tendencia en los medios de
su país. Muy buena parte de su interpretación, a la que añade consideraciones
suplementarias que acentúan tal preocupación, se podría aplicar en nuestra
órbita más cercana. Porque aquí también padecemos noticias fragmentadas, una
especie de raquitismo textual que llega a ser, en algunos caso, auténticamente
obsesivo. “Eso explica -escribe Munive- por qué géneros como la crónica o el
reportaje ya no encuentran espacio en las páginas de estos [medios] impresos”.
Identifica y
llama ‘ultiminutismo’ el autor peruano a la inmediatez, a la información en
tiempo real, ser los primeros en ofrecer la noticia. Ya hemos hablado sobre los
riesgos del particular, las consecuencias de algunos casos de precipitación que
terminan mermando la credibilidad. La verificación previa, el contraste, como
regla de oro. Con razón dice Alberto Munive que “por esa vía se hace pasar como
contenido periodístico desde rumores hasta información institucional y
publicidad. Las redes sociales y no pocos portales on line viven hoy del ultiminutismo”. Hay decenas de ejemplos,
desde luego.
Este
periodismo de superficie, como él mismo llama, sufre otro mal, una verdadera
plaga: la ‘declaracionitis’, es decir, un exceso de testimonios que son, en su
mayoría, una versión parcial e interesada de las fuentes. Claro: “Este
periodismo de declaraciones difunde opinión en vez de información”, señala
antes de concluir con una inquietante realidad: “Cientos de reporteros no saben
hoy cómo buscar y transmitir hechos, y muchos menos, contar historias. Han sido
adiestrados para andar a la caza de dichos y reacciones”.
Entre las
equívocas preferencias o indicaciones de promotores y responsables de
ediciones, orientadas a la máxima brevedad textual y al predominio gráfico, y
las otras tendencias apuntadas, está claro que la crisis ha causado estragos y
que hay razones para el escepticismo sobre el futuro del periodismo en general,
especialmente en el ámbito laboral. Será complicado, desde luego, lograr, con
tantos condicionantes, productos creíbles y de calidad.
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