La noche que debutó con la
selección española (Sevilla, 1965), el niño al que apasionaba el fútbol y que
seguía el encuentro por la radio se sintió orgulloso de que un canario
defendiera la portería de la escuadra nacional. Le parecía todo un logro.
Antonio Betancort Barrera, portero del Real Madrid, entraba
en la leyenda y en la memoria futbolística de quien suscribe. Era quien
encabezaba una de aquellas alineaciones que se recitaba de corrido, con el esquema
del 3-2-5: “Betancort; Calpe, De Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Serena, Amancio,
Grosso, Velázquez y Gento”. Ese, sin él, fue el Madrid “ye-yé”, campeón de la
sexta Copa de Europa (Bruselas, 1966), partido que seguimos en diferido, blanco
y negro, junto a los hermanos Torres, en inolvidable tarde sabatina. Jugó
Araquistain en su lugar, por una lesión (tirón muscular) que le apartó un
tiempo de las canchas, sufrida en la semifinal contra el inolvidable Inter de
Helenio Herrera.
Le conocimos unos años después, en ocasión del homenaje que
tributaron a Tito Del Pino, el genio de El Peñón, cuando la Asociación de
Veteranos del Real Madrid se enfrentó a la Peña Celtic. Tan alto, tan fornido,
tan cercano después de haber ostentado la titularidad en la portería del Real
Madrid durante varias temporadas. Jugó 177 partidos oficiales, ganó seis Ligas
y dos Copas de España. Fue internacional dos veces: la lesión y un
extraordinario ‘chopo’, apellidado Iríbar, le cerraron el paso. Para la
historia queda también su extraordinaria actuación en Old Trafford (1968),
frente al Manchester United. Fue un portero sobrio y de extraordinarios
reflejos, es la síntesis de su trayectoria, labrada también en la Unión
Deportiva Las Palmas y el Deportivo de La Coruña.
Manolo Sanchís, durante su etapa como entrenador del
Tenerife, se refería a Betancort como “el compañero ideal”. Nos confió una
anécdota del arquero, ocurrida durante un vuelo internacional y los
protagonistas.
Coincidimos años más tarde en vísperas del encuentro que España
y Venezuela jugaron en el Estadio de Gran Canaria. Aquel almuerzo, compartido
con Luis Molowny y varios futbolistas
internacionales de la U.D. Las Palmas, discurrió entre recuerdos de lances y
episodios vividos por todos en las canchas y fuera de ellas. Entre sus
numerosísimas amistades, hay que consignar la del portuense trasterrado, Manuel
Torres, que le atendió en cada visita a Caracas donde el Madrid disputaba la
Pequeña Copa del Mundo.
Antonio Betancort Barrera falleció en la madrugada del domingo.
El fútbol le recordará siempre.
1 comentario:
MUY BUEN Y EMOTIVO ARTÍCULO, SALVADOR.
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