El PSOE parece que no
escarmienta tras las experiencias de algunas iniciativas con las que pretendía
abrir caminos, estimular la participación política y enriquecer el sistema
democrático. No resultaron satisfactorias, desde luego; pero bueno, no puede negarse
que es el partido que ha arrancado y que de su exploración se desprenden
algunos hechos positivos que, en todo caso, se revelan insuficientes para
alcanzar índices de madurez política o avances significativos hacia el objetivo
del perfeccionamiento.
Ahora es el secretario
general de los socialistas, Pedro Sánchez, quien pone sobre la mesa otra
medida: candidaturas abiertas, o lo que es igual, desbloquear las listas
electorales. En caso de gobernar, ha dicho, impulsará una reforma del sistema
electoral para facilitar la apertura en las preferencias de los votantes y
propiciar un trasvase de poder hacia los ciudadanos.
Es una demanda que se ha
acentuado durante los últimos años. La fórmula es utilizada en los
ordenamientos electorales de otros países, bien es verdad que con mayor cultura
democrática que el nuestro: ya hay un camino recorrido y un funcionamiento
mecánico. Aquí habría que empezar. Acertar con la fórmula es la clave si se
quiere facilitar las cosas al votante. Tiene que ser sencilla y manejable si se
tienen en cuenta los comportamientos y los hábitos de una elevada parte de los
electores ante las cabinas y ante las urnas. Hasta hoy, como se sabe, hay que
gente que desecha la opción de votar por correo. Y mucha más prefiere salir de
casa con las papeletas en los sobres ya preparados, en el bolso o en la
chaqueta.
Admitamos que la innovación
serviría para incentivar la participación en el momento clave de cualquier
proceso democrático. Y hasta constituiría un reclamo para tanto desencanto,
para tantas personas desengañadas que han dicho no querer saber nada y habitan
en el desapego, antesala o sinónimo del abstencionismo. A la espera de que la
propuesta sea explicada y desmenuzada por Sánchez, que se conceda un papel más
activo al ciudadano, siquiera reordenando la candidatura, es positivo. De
momento, parece que solo formará parte de la oferta programática de los
socialistas a presentar en las próximas elecciones legislativas.
Llevar a la práctica esta
iniciativa, por supuesto, no será fácil. A ver qué hacen o cómo responden las
otras organizaciones políticas, incluso aquéllas que se han mostrado más
proclives a esta reforma sustancial. Porque se requiere, en todo caso, un consenso
muy amplio, un gran acuerdo político, desde luego, que sea asumido por todos y
que en sí mismo signifique un impulso al funcionamiento de la democracia y al
fortalecimiento de la institucionalidad.
El anuncio complementario
de Pedro Sánchez sobre esta medida, referido a establecer por Ley que los
representantes en organismos reguladores y constitucionales no sean nombrados
por los partidos políticos, es otro avance, caso de materializarse, en el
trasvase de poder hacia la ciudadanía.
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