En
cualquier análisis que se precie de las pasadas elecciones
legislativas, hay que incluir una referencia dedicada a las
encuestas, tan socorridas para alguna decisión estratégica,
declaración rimbombante o titular conveniente como denostadas
después de contrastar sus resultados con los que depararon las
urnas.
Ha
habido de todo. Tal es así que hasta se ha llegado a pedir
responsabilidades a las firmas que las han confeccionado. Nada se
dice sobre los medios que las han publicado pero seguro que, a la
vista de los contrastes entre previsiones y realidad numérica,
estarán haciéndoselo mirar, pese a que pocos lectores, oyentes o
televidentes quienes se entretengan haciendo un ejercicio comparativo
o formulando algún tipo de demanda crítica.
De
las encuestas se suele hablar en plural, aunque solo sea una la que
se haya encargado o realizado. De ese modo, las utilizan a
conveniencia. Los estudios demoscópicos han llegado a ser mercancía:
algunos partidos políticos con responsabilidades en administraciones
públicas los encargan bajo fórmulas complementarias de prestaciones
contratadas en concesiones o servicios, una forma más o menos legal
de verificar rendimientos y de pulsar, a la vez, el estado de opinión
que anida en sectores ciudadanos sobre gestión, popularidad impacto
de medidas y otros factores. Otros partidos los promueven con sus
propios recursos, aún a sabiendas de las limitaciones posteriores
para su credibilidad cuando sean dados a conocer, si es que lo hacen.
Luego están los organismos, las corporaciones o los institutos que
cíclicamente elaboran y presentan el denominado 'sociobarómetro'
que, para evitar suspicacias, ponen a disposición de organizaciones
políticas y cívicas para que, al menos la versión 'A', sea
difundida de modo políticamente correcto.
Conocidos
los resultados electorales del pasado domingo, es como si las
encuestadoras hubiera entrado en crisis. Seguro que bajo criterios de
rigurosidad profesional, se darán explicaciones para justificar los
desajustes más allá del inevitable margen de error. Un recurso muy
al alcance es el de la mentira o falsa respuesta del encuestado: ¿qué
culpa tiene la encuestadora si un votante del PP dice que esta vez lo
hará por el PSOE y luego, por la razón que sea, sigue confiando en
la primera opción?
Frente
a las expectativas de voto adelantadas como consecuencia de ese
trabajo de consulta, está el otro caso de las denominadas encuestas
a pie de urna, hechas cuando el votante sale de su colegio y es
interrogado sobre el sentido de su sufragio. Hay quien dirá la
verdad porque no le importa hacerlo; pero otras personas falsearán o
se reservarán su contestación. Así resultó el trabajo encargado
por las televisiones públicas el pasado domingo, divulgado apenas
minutos después del cierre de los colegios (peninsulares,
precisemos, aunque ello sea materia de otra entrada), que se dio de
bruces con el escrutinio final y con el que se iba conociendo y
comentando en los medios. La euforia y la decepción se dieron un
abrazo en un breve lapso de tiempo. Ni era aquel número de diputados
ni se consumaban algunas predicciones. Como estrambote, las diatribas
sobre el costo del trabajo y hasta su financiación.
Pero
bueno: se dirá que, pese a todo, las encuestas son tendencias
sociológicas y se van a mantener. Pero, claro, tal afirmación
implica que son administradas muy subjetivamente y muy supeditadas a
intereses concretos o aspiraciones más o menos sentidas. Ejemplo
concreto: el adelanto, nunca producido, de la opción Unidos Podemos
(UP), al cosechar menos votos y menos diputados. Los sondeos,
incluido el de las televisiones públicas ya citado, fallaron de
manera ostensible. Ahora, habrá de discurrir un tiempo y tendrán
que registrarse decisiones en el seno de las organizaciones políticas
para que, sobre ese mismo asunto aunque sea con otros perfiles, se
sigan haciendo más encuestas.
Falta
saber si después de todo esto, y con el hastío que la política
sigue gestando, la sociedad termina creyéndoselas. Aunque la mayoría
no las relativice, que es lo que hay que hacer.
2 comentarios:
Muy buen análisis de lo que las encuestas pos-electorales nos han estado deparando en las ultimas confrontaciones que hemos tenido... si me lo permites añadiría una pequeña opinión.. muy personal... yo creo que en este país .. imagino que como en los demás de nuestro entorno... las encuestas a veces son confeccionadas para modificar sentidos de voto... en mi modesta opinión.. las encuestas no son la fiel realidad de la opinión de los votantes, son mas bien trabajos orientados a modificar precisamente estados de opinión y orientación de voto de los ciudadanos... vamos... que son fabricadas...las de estas ultimas elecciones... provocaron la movilización del voto conservador...y de paso.. engañaron a IU-PODEMOS.. que se vieron prácticamente en La Moncloa...se tragaron la "pifia"... y así les fue... objetivo cumplido...
Más de lo mismo. Cuando se hacía público me imaginaba quien las hacia y cual era su fondo o motivo, porque no conozco a nadie de mi entorno que se le ha llamado, ni preguntado por las votaciones. También la mayoría de gente nos decimos que una cosa es las encuestas y otras muy distinta los resultados de las urnas. Al final algunos se llevaron un buen chasco.
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