Se ha hecho viral una viñeta
en la que se pregunta “¿en qué se parecen un jubilado y una paloma?”. La
respuesta es “en que el Gobierno cree que los dos se alimentan de miguitas”. En
efecto, las informaciones relativas a la disponibilidad de reservas de la
popular ‘hucha de las pensiones’ por parte del Gobierno de España ponen de
relieve las incertidumbres implícitas en el sistema público de pensiones. Ya no
es el porcentaje de subida lo que importa o interesa sino si se van a mantener.
Y si quienes ahora han empezado a cotizar podrán alcanzar mínimos niveles a
medio y largo plazo.
Por supuesto, sabedores de la desazón que el asunto causa en
amplias capas de población -aunque mientras no merme el ingreso el asunto no
pasará a mayores-, los liberales, los ingenieros y adláteres financieros y los
defensores de lo privado han encontrado una rápida y fácil respuesta: hazte un
plan de pensiones privado. Vale: los que quieran y puedan, que se lo planteen.
No está claro que sea la panacea pero parece la alternativa. Pero con la
inestabilidad laboral actual, con los paupérrimos salarios que perciben quienes
acceden a un contrato temporal, con las exigencias de gastos para la
convivencia cotidiana, ¿pueden permitirse dedicar una parte de sus
retribuciones a esta finalidad? Claro que hay que dudar.
Los fondos de pensiones privadas despiertan también
suspicacias entre los propios suscriptores pero hay una evidente resignación
mientras las entidades financieras titulares se sienten fortalecidas y no
conocen otro lenguaje que el de la cuenta de resultados.
El profesor de Dirección Financiera del IESE, Pablo
Fernández, autor de un estudio titulado “Rentabilidad de los fondos de
pensiones en España 2000-2015”, ofrece un diagnóstico muy inquietante: la
rentabilidad ha sido del 1,58%. Si a ello se deducen las comisiones bancarias,
los gastos de mantenimiento que aplican los bancos y que basculan entre el 1,5
y el 2% anual, se comprobará que la alternativa privada de quienes han suscrito
esta supuesta inversión no es para echar voladores. Según los datos del estudio
de Fernández, los bancos tienen cautivos unos fondos de noventa mil millones de
euros. Eso sí que es un negocio.
Oscuros horizontes, pues. Porque el negocio es el negocio.
Sirva o no, necesitado o no de actualización el Pacto de Toledo, esta
asignatura, desde luego, va a ser dura de lidiar en el presente y futuro
inmediato. Las respuestas del Gobierno no están siendo tranquilizadoras. Al
personal le queda enquistada la idea de que la hucha, al ritmo que va, puede
vaciarse del todo.
Sí a unas pensiones públicas dignas. No queda otra. Si es
que no queremos conformarnos con las miguitas.
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