Coalición
Canaria (CC) inicia la travesía del desierto. Imposible predecir si
será más o menos larga: recién ha iniciado el nuevo ciclo político
y han sucedido muchas cosas, algunas de las cuales son auténticos
golpes a la línea de flotación, los más recientes las pérdidas,
vía mociones de censura, de los cabildos de Tenerife y La Palma.
Como la caminata no ha hecho más que empezar y seguro que van
ocurrir otros hechos, cualquier pronóstico sobre la duración sería
inconsistente. Es la primera vez, además, que la formación
nacionalista afronta -paradójicamente, tras mejorar registros y
porcentajes- una crisis de esta envergadura, un trance en el que
apenas tiene experiencia, por lo que, tratándose de recomponer,
mucho hay que esforzarse y esmerarse para volver a ser alternativa de
poder.
Sí
cabe presumir que será una travesía incómoda. Al estar en la
oposición en la mayoría de las instituciones importantes -es que no
quedan cuarteles de invierno, prácticamente-, con buena parte de las
tropas desmoralizadas, con los liderazgos muy desgastados, con un
sustrato ideológico débil y aún por robustecer, los pertrechos dan
para lo que dan y hay que dosificarlos con destreza si es que se
quiere que el proceso de recuperación se lleve a cabo con resultados
positivos. No parece fácil, desde luego.
Lo
que son las cosas: en Coalición Canaria estarán aguardando a la
evolución del tablero de la política nacional para explorar las
posibles estrategias. Pero en ese contexto, y en el más cercano
también, los cambios producidos obligan a un replanteamiento de
estrategias. Porque las alianzas -especialmente con los poderes
económicos y mediáticos- serán distintas y porque es previsible
que la política autonómica, insular y local se libre de otra
manera. Cabe pensar que los adversarios habrán aprendido, tratarán
de no cometer errores de bulto y de evitar escándalos,
independientemente de que sepan manejar los recursos de que
dispongan, entre ellos, el de la lealtad recíproca, que se pone a
prueba en todas las alianzas formalizadas.
Pero
los nacionalistas han de concentrarse en lo ideológico. El
nacionalismo no se construye solo con enemigos y exclusiones. Una
organización política debe estar sustentada en bases sólidas desde
ese punto de vista. CC prefirió el clientelismo durante tantos años
en el poder. Estaba tejido de forma tan intrincada que algunos
dudábamos, principalmente en Tenerife, que la presencia y la red
pudieran ser desmontadas. Ahora no tienen que partir de cero pero sí
comenzar o renovar su implantación territorial. Eso cuesta lo suyo,
no solo desde el punto de vista crematístico. Acostumbrados a
derroches -lo de la última campaña fue inenarrable- ahora tendrán
que saber administrar, incluso lo que no hay. Por eso decimos que
solo el rearme ideológico contribuirá a fortalecer la organización,
entre otras cosas porque tendrán que redefinir en su seno los
objetivos y las estrategias. Seguro que durante los próximos meses
aumentarán las voces que demanden más democracia interna y más
equilibrio en los órganos de decisión. Y también habrán de saber
hacer oposición, lo cual no es simple, sobre todo para transmitir
credibilidad y el afán de alternativa. Evitar que la pérdida de
poder o el paso a la oposición -un lugar tan digno como el ejecutivo
del que han gozado tanto tiempo- resulte traumático constituye otro
gran objetivo.
Sobre
todo si se quiere estar lejos de esa imagen de mal perder labrada en
algunas instituciones, como el cabildo tinerfeño, una incomprensible
prolongación de la agonía. Entre eso y los errores de principiante,
como desechar a los socialistas la misma noche electoral y pactar con
los populares excluyendo a Ciudadanos, la realidad de ahora mismo es
bastante oscura. Un trance delicado.
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