Las
réplicas del cataclismo político se dejaron sentir al mediodía del
miércoles en Tenerife y La Palma. La presentación de censuras que
previsiblemente prosperarán, entraña una sacudida al escenario
canario como no se recuerda en décadas. El vuelco, en efecto, es
tremendo. Algunos salen muy malparados y necesitarán luces y sosiego
para lamer las heridas, además de autocrítica, un proceso de
duración indeterminada en el que se requieren modificaciones
sustanciales para recuperar espacios políticos y apoyos electorales.
Desde
1983 el socialismo canario no había acumulado tanto poder
institucional. Ahora, con Gobierno autónomo, varios cabildos y
numerosos ayuntamientos -entre ellos, los dos capitalinos- seguro que
tendrá que rebuscar para el hallazgo de cuadros que atiendan las
responsabilidades públicas que habrá de ostentar. Es curioso,
porque cuando las debilidades predominaban en la organización antes
de las elecciones y las dudas sobre los liderazgos unipersonales y
las ofertas programáticas se cernían en las filas socialistas, la
movilización y la recobrada ilusión de mucha gente produjeron unos
resultados que hicieron tambalear desde la noche electoral las
previsiones de continuidad o de alianzas de otro signo para que el
régimen, a su modo, perviviera. Esos resultados, a los que hay que
añadir los gobernos cabildicios de Tenerife y La Palma (el primero
con presidencia y el segundo que se suma a los de Gran Canaria,
Lanzarote y Fuerteventura, y El Hierro por añadidura), catapultaron
al socialismo canario a una coyuntura histórica, cargada, eso sí,
de exigencias, la primera de las cuales -conviene reiteralo- consiste
en corresponder a un considerable depósito de confianza, o lo que es
igual, a la oportunidad concedida por una sociedad que demostró
estar bastante harta de lo que había. Entre este factor y la ola
nacional (que así la llaman), la sociedad canaria ha preferido
ensayar con otras fórmulas a la espera de una mejor gestión de los
recursos y de soluciones eficaces de las cuestiones que siguen
condicionando el futuro de las islas. De los socialistas y de su
desempeño depende para fortalecer su cohesión, para que el poder no
se desborde, para revisar relaciones con agentes sociales y superar
tentaciones insularistas. Tienen mucho que hacer y tejer.
No
menos, desde luego, una Coalición Canaria descabalgada, víctima de
su larga estancia en el poder y de errores -¡quién lo iba a decir!-
de principiantes que condujeron algunas negociaciones al desastre.
Siempre se dijo que los partidos políticos debían pasar una
temporada en la oposición para sanear, revisar y renovarse. Perdido
el poder político al que se había acostumbrado, no va a resultar
fácil la recuperación que debería empezar -es el momento
apropiado- por el robustecimiento del sustrato ideológico
nacionalista. Menos clientelismo y menos victimismo. Toca, desde la
oposición, acreditar que quedan fuerzas e ideas para revitalizar una
organización que va a pasar un trance inédito para ella: la
travesía del desierto. ¿Será larga?
El
Partido Popular tiene otra papeleta difícil. Se habrán dado cuenta
sus dirigentes que lo peor no es luchar por un mismo espacio
político-electoral que los nacionalistas sino debatir entre
discordias internas personalistas e insularistas, improvisar
candidaturas y no consolidar estructuras de implantación territorial
o dejar estas muy desguarnecidas. Ese ha sido el grueso del déficit
de los conservadores que han probado hasta el acíbar de las
frustraciones en expectativas y negociaciones a la desesperada que no
dejaron, por otro lado, la mejor imagen. Los populares canarios
tienen otro camino erizado de dificultades para reflotar opciones.
Con un cabildo no capitalino, las autoridades portuarias y unas pocas
alcaldías, no será sencillo.
Más
fácil lo tiene Nueva Canarias que, con arreglo a los resultados
cosechados, es el partido que los optimiza, tal como se configura el
panorama político-institucional en el que Unidas Podemos va a tocar
resortes de poder y la Agrupación Socialista Gomera habrá de
decidir si reanuda la aventura de impantarse en Tenerife.
También
forman parte de la sacudida.
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