viernes, 13 de junio de 2025

Papeleta

 

Aparecía contrito Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, ante los medios de comunicación que acudieron a la convocatoria de Ferraz. El partido, desmoralizado, crujía, a la espera de la campana que le salvara mientras la derrota se antojaba inevitable. Y sonó, sonó, como aquel relato de Juan José Castillo (entró, entró) cuando narraba el tenis de las primeras figuras españolas que lo elevaron.

Pero la cuestión va más allá de gestos y semblantes para la ocasión. Cierto que es muy serio tener que comparecer públicamente para decir adiós al secretario de Organización del partido, el tercer hombre, el tercero a bordo en el que confías para dirigirla, coordinarla y engrasarla y luego reconoce sus culpas, ante la contundencia de informes policiales, sin olvidar el papel de quien le acompañó en aquella aventura, consistente en afrontar un proceso histórico de elecciones internas para determinar el rumbo de un partido en el que siguen confiado miles de personas y que ha labrado su propia historia no exenta de sinsabores mientras reafirmaba su compromiso de responsabilidad en horas decisivas del devenir de un pueblo.

La cuestión es el futuro mismo, cómo afrontarlo. Porque aún admitiendo que no es fácil acertar con el personal que acompaña en la aventura y que se supone que es de máxima confianza, hay que asumir el coste de las decisiones y tener sentido autocrítico ante el proceder. ¿De qué vale entonces presumir de madurez si llegados a un trance como el que padecen los socialistas españoles se acredita justamente lo contrario, o sea, haciendo lo que no se debe, abonando el terreno de la improductividad, de las fullerías, del cesarismo y de las decisiones no debatidas ni colegiadas? Y eso que la gestión de las política sectoriales es, razonablemente, satisfactoria.

Este es el verdadero problema de los socialistas que no tiene una fácil solución sobre todo porque, entre errores propios, vicios, comportamientos inapropiados, desmoralización y persecuciones (que de todo hay en esa viña político-mediática), el terreno está muy dañado, muy maleado, y no se ve a las generaciones menos añosas como muy motivadas y en disposición de afrontar papeletas siquiera elementales. Es que no se las ha formado adecuadamente, con programas de contenidos sugerentes y mínimamente sistematizados. Si encima se las conduce por los caminos más cómodos, por los del postureo y de las frases cortas propias de ‘reels’ en redes (cuando no de los insultos y descalificaciones), convenimos en que el futuro está más negro que una pelea de cochinos, que esa es la frase con la que solemos despachar algunas disputas inextricables.

Hay que inculcar valores. Y reivindicar los sustratos ideológicos para que esa cesión, ese regalo en bandeja servido a los populismos o los radicalismos, o sea, lo fácil, el acceso casi gratuito a los bienes de provisión, al menos cueste algo. Que los socialistas se pongan manos a la obra tras el aprendizaje de los sucesos de esta legislatura porque también habrán de lidiar con los apremios de las citas electorales. En este ciclo, han acumulado mucho lastre, una rémora por la que habrán de abonar un alto precio. No será fácil pues las circunstancias son adversas. Ya no basta con voluntarismo: la política y las exigencias de la sociedad de nuestros días comportan planteamientos que requieren de respuestas de las organizaciones políticas más avanzadas que, sin merma de la flexibilidad, estén a la altura y sustancien discursos y mensajes que sean coherentes y pragmáticos. ¿Quedará un mínimo bagaje para afrontar ese cometido?

Actuar en sentido contrario equivale a aumentar el desapego, alejarse de la indispensable actividad política y erosionar la democracia hasta límites insospechados. Simplemente.


2 comentarios:

Rafael Estartús dijo...

El sistema de listas cerradas, favorece al partido por encima del ciudadano. A quien hay que contentar es al líder por encima del votante. Mientras eso no se cambie, la democracia seguirá siendo más partitocracia que otra cosa y eso hace inevitable la corrupción.

Manuel dijo...

Educar. Educar en todos los sectores, incluso fuera de la política, que difícil se está poniendo.