Pintan bastos para
el futuro del socialismo español. Para la izquierda en general. Y para el
partido (PSOE) sobre el que se ha vertebrado la democracia constitucional de
nuestro país en particular. Situación límite. Ferraz, en tensión permanente,
titulaba algún medio, como obviamente se podrá colegir. Las denuncias de acoso
que afectan a cargos socialistas reavivan el debate sobre la gestión interna
del PSOE, generan malestar en sus filas y alimentan las críticas de la
oposición y de sus socios parlamentarios. Los elementos de defensa, en la
retaguardia, cada vez son más escasos y débiles. Cunde la desmoralización y lo
peor se barrunta: ¿quién o quiénes se quedan para apagar la luz de las sedes y
de las casas del pueblo, o lo que es igual, quién o quiénes conservarán los
mínimos de credibilidad y acción para la recomposición?
Cierto que los socialistas atraviesan semanas de tensión tras la
residencia judicial de ciertos hechos relacionados con la gestión de los
recursos públicos y las denuncias de
acoso sexual que afectan a varios de sus cargos territoriales, lo que ha
restado espacio y atención a la reciente condena al ex fiscal general del
Estado Álvaro García Ortiz. El derechío ya se cobró la pieza, que es lo que
importa, y ya se entretendrán otros con las interpretaciones y las lagunas de
la sentencia. Que haberlas, haylas, según numerosas lecturas. Pero, en general,
es como si estuviera cumpliendo aquella máxima de Josip Broz Tito: “Resistir”.
Pero no basta con eso. No basta con
alardear de repugnancia ante algunas evidencias. Un partido que empieza a
abonar el precio del cesarismo -del que hemos escrito en otras ocasiones-, con
un funcionamiento errático de sus órganos y que se ve desbordado sin estrategia
ni discurso y sin adoptar decisiones en
cuestiones básicas relacionadas con su ideario, cabe exigirle algo más que
resistir, a sabiendas de que ésta es una tarea titánica. Pero de gigantes es
también la labor ingente e incierta que se avecina cuando el trumpismo y los
satélites, alineados más o menos, van imponiendo el autoritarismo, los
aranceles, la Inteligencia Artificial y otros métodos que tiñen de
incertidumbre el futuro.
Es normal entonces que la tensión
también se deje sentir dentro del propio partido. La portavoz adjunta del PSOE
en el Parlamento andaluz, Ángeles
Férriz, expresó públicamente su hartazgo ante los episodios de acoso,
que calificó como incompatibles con la trayectoria del PSOE en materia de
derechos de las mujeres. Férriz insistió en que no se puede permitir que
"cuatro sinvergüenzas" dañen el trabajo de la militancia y pidió llegar "hasta el
final" en cada caso. Y si el flanco feminista está resultando bastante
mermado, los incumplimientos y la dejación están produciendo mucho daño… y
mucho ruido. Los socialistas ya saben que, en esta materia y en algunas otras,
no podrán dar lecciones, pese a que parecían bien pertrechados y siempre pueden
surgir episodios en los que reconducir y actuar con más ejemplaridad, aunque no
se valore tanto, acaso porque falta vertiente pedagógica. Pero ahora mismo, se
las reprobarían.
Sobre todo, con ciertos tratamientos mediáticos que no perdonan ni los
estornudos ni van a otorgar cuartelillo de los de antes. Pero ese, aparte de
batalla perdida porque la pela es la pela y las ideologías conservadoras se
imponen, es otro flanco para el que se requiere cierta destreza que también
será una exigencia en la pretendida recomposición. Lo dicho: ¿habrá estrategia,
capacidad de acción y recursos humanos para afrontar esa tareas nada fáciles,
en circunstancias muy adversas?
Dudas inevitables en la que es una crisis de fin de ciclo.
1 comentario:
Esto pasa necesariamente por una catarsis de limpieza interna (como parece que empieza a ocurrir con todos esos casos que han comenzado a salir a la luz), que a corto plazo va a generar bastante desasosiego pero que es la única manera de llegar a una profunda renovación de las formas de trato que destierre comportamientos machistas incrustados sobre todo cuando hay relaciones de poder.
Si la izquierda quiere ser feminista de verdad, no basta con hacer normas y protocolos. Es necesario que cambie la percepción colectiva, y que determinados comportamientos no queden impunes, lo que es la única forma de que cambien en profundidad hábitos heredados.
Ya no pueden seguir tapándose casos así, aunque a corto y medio plazo las perspectivas de la izquierda sean bastante desoladoras.
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